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Reivindicación del capitalismo de libre mercado

25 de noviembre de 2018
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Coincidiendo, fortuitamente, con el aniversario de la caída de Lehman Brothers, se celebró en Gran Canaria la reunión de la Mont Pelerin Society (MPS), la organización que fundaran Hayek, Friedman, Mises, Hazlitt o Popper entre otros una vez comprobaron que el mundo, tras el horror de la sevicia nazi se encaminaba hacia el blanqueamiento de una ideología igualmente mortífera, tal resultaba la comunista. Aunque los resultados de tan exitoso encuentro en las islas no sean excesivos (no es una organización dedicada al proselitismo, solo al debate intelectual), es imperativo reivindicar su legado y seguir la estela de tan cimeros pensadores, faros de un liberalismo que, observamos horrorizados, se encuentra en franco retroceso. No ya solo por el avance de partidos políticos de corte iliberal en buena parte de los países avanzados, cuyas democracias se ven sometidas a un estrés desconocido hasta la fecha. Nos preocupa observar que en algunas otras el populismo brote de manera defensiva, a fuerza de enfrentar a organizaciones populistas se hacen concesiones en su nombre sin evaluar el impacto que estas políticas tienen o puedan eventualmente suponer. Los ataques, en ese sentido, proceden desde la derecha e izquierda más extrema, la primera explotando una crítica injusta a uno de los mayores éxitos que nos hemos dado como sociedad, el avance de la globalización capaz de sacar de la pobreza a millones de personas. Según la definición de pobreza absoluta que maneja Naciones Unidas (vivir con menos de 1,90 dólares al día), el mundo pasó de contar con una población del 19% en esas condiciones en 2007 a menos del 9% en la actualidad. La izquierda, por su parte, centra su discurso en la desigualdad por más que no sea capaz de distinguir los distintos tipos que existen y sin detenerse en explicar si considera que todos resultan igualmente lesivos: no es una sola cosa, no es lo mismo la desigualdad de ingresos que la desigualdad de riqueza, como no es lo mismo la desigualdad de oportunidades de la desigualdad de resultados: tampoco la desigualdad en salud que aquella que limita el acceso al poder. Este tótum revolutum es muy útil para exacerbar los ánimos de una generación que se acerca por vez primera a las urnas, que ha crecido con los dramáticos efectos de la crisis y en los que no ha encontrado más que críticas al liberalismo, al que debemos nuestro progreso en los dos siglos y medio más reciente de nuestra historia. Derechas e izquierdas se conjuraron para atacar un sistema que, curiosamente, les permite alternarse en el poder sin derramamiento de sangre, tal es la mayor originalidad de las democracias liberales como profundamente acertara a ver Karl Popper. Los jóvenes que siguen la actualidad caen rendidos ante los cantos de sirena populistas por la inacción de los liberales, que aun dejando expedito el camino, todavía pueden recuperar brío y fuerza para revertir el estado actual de cosas. Por eso se celebran eventos como el de la MPS, es la razón por la que esforzadamente seguimos publicando la revista que tiene en sus manos y que precisamente en este número alcanza su tercer aniversario. 

Es una consecuencia de los tiempos actuales que no exista una defensa moral del capitalismo de libre mercado. Solo esbozar esa expresión pone en guardia al menos prejuiciado de los interlocutores, que en el mejor de los casos reaccioanará  con una sonrisa condescendiente o con gruesas formas en el peor. Decía Arthur Sheldon que el capitalismo funciona mucho mejor en la práctica que en la teoría mientras que el socialismo le ocurre justo su contrario, que es mejor sobre el papel que en la praxis. Es urgente mantener distancias con ese capitalismo de amiguetes, crony capitalismim, que confunden esferas públicas y privadas para el aprovechamiento particular de unas élites que son las realmente causantes del desaguisado que hemos vivido. El encamamiento de banca y gobiernos, la manipulación constante de la cantidad de dinero y su precio (un dinero abundante y barato que enseguida empieza a buscar rentabilidades imposibles coadyuva a que se creen productos novedosos y sexis que casi nadie puede entender) por parte de los bancos centrales, la desaparición de controles a esa capacidad de acción (un patrón fijo puede ser una solución, mas no la única) o normas que permiten a los bancos cosas que a cualquier empresa no le estaría permitida, a saber, endeudarse a corto plazo y prestar a largo, creando así recurrentes inestabilidades que deben ser resueltas por el propio sistema. Un disparate que no debió ser consentido y que, tampoco, se ha explicado convenientemente para entender cómo llegamos hasta aquí. El actual sistema permite que los bancos puedan perder mucho dinero, pero ni es propio ni habrán de responder por él, ya que serán salvados una vez la doctrina del demasiado grande para caer se ha impuesto en el mundo avanzado. No puede ser explicado el capitalismo de libre mercado en esos términos, donde los frutos de los éxitos pero también de los fracasos, deben ser asumidos por los protagonistas de las iniciativas. Nada más pero tampoco, nada menos. 

Por eso nos atrevemos, una vez más, a mostrar públicamente los compromisos con los que nacimos como publicación hace ahora 36 números. Lo estamos con la dignidad de los individuos, los mercados abiertos, los gobiernos limitados y con la fe en la capacidad de los humanos para progresar. Dice The Economist, en un reciente manifiesto coincidiendo con su 175 aniversario, que a lo largo de su historia la expectativa de vida en el mundo más que se ha duplicado por más que en algunos países puede haberse ya triplicado. Que la gente que vive en la pobreza pasó del 80% al 9%, lo que significa que lo que antes era una condición natural en el ser humano, ahora es algo que va camino de ser marginal. Los derechos civiles y el “rule of law” se encuentra en una condición robusta en buena parte del mundo que habría admirado a los propios fundadores de la revista. Admite, estamos de acuerdo, que no todo puede ser atribuido en exclusiva a los liberales pero es cierto que en lapsos tan desafortunados como criminales, otros modelos han sido ensayados con los resultados que ya hemos podido observar: fascismo, comunismo, autarquías, dictaduras de derechas e izquierdas,… No parece que hayamos aprendido muchas de sus lecciones y hoy, sin empacho, volvemos a tontear con ideas que habrían quedado arrambladas en el curso de la historia. Es conveniente seguir reclamando el poder de la competencia y el espíritu meritocrático porque a ellos debemos buena parte de nuestro progreso pero, también, a su predisposición para aceptar nuevas y vigorosas ideas que harán de nuestro mundo un lugar todavía mejor. Es la condición humana, nuestra experiencia más reciente y la clave de nuestro esplendor, hoy vivimos como nunca lo ha hecho generación alguna a lo largo de la historia, y lo que es mejor, nunca antes en la historia lo hizo en nuestras condiciones y en número tan elevado. Démonos una oportunidad para seguir proclamando nuestra confianza en lo que sabemos que funciona aun siendo, como toda obra humana, perfectible en su planteamiento. Pero no decaigamos en la defensa de la libertad aunque no sea el discurso mayoritario de la sociedad actual, más complacida en atender atajos sin caer en la cuenta de que aquellos estados que pueden darte todo, igualmente pueden arrebatártelo sin demasiados miramiento. Construyamos los dique de contención, limitemos el poder de los gobiernos en nombre de un porhacer (mejor que porvenir) que solo a los individuos corresponde. En esa batalla de las ideas nos seguirán encontrando porque los enemigos de la libertad no descansan en su afán de acabar con todo aquello que tanto nos ha costado construir.

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