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Carlos Rodríguez Braun: “Cuando sucede una tragedia como la pandemia se fortalece todavía más el pensamiento único”

29 de noviembre de 2020
CRB
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Habitualmente los economistas adornan sus explicaciones con grandes cifras, gráficos y acrónimos que dificultan la comprensión, no es el caso del profesor Rodríguez Braun (1948) un economista que habla y escribe claro. En esta ocasión conversamos con él sobre su nuevo “Diccionario Incorrecto de la Nueva Normalidad” (editorial Lid), una guía para no perdernos en la neolengua.

¿La nueva normalidad es una vuelta de tuerca a la corrección política que ya veníamos sufriendo o es algo más?

Pues yo creo que es una nueva vuelta de tuerca. Fíjate que hubo una primera edición de este libro que tiene ya casi como 20 años y ahí yo decía que la corrección política es una forma de totalitarismo, de totalitarismo contemporáneo. Y bueno, los quince o veinte años transcurridos no me han tranquilizado en absoluto así que se me ocurrió hacer una nueva versión cambiando bastantes cosas y añadiendo otras. Esta idea de la nueva normalidad tiene una atmósfera un poco rara, esto de que alguien nos va a decir lo que es normal y lo que no es normal me resultó bastante inquietante, así que ese es el origen de la cuestión.

¿Se imaginaba que podíamos llegar a este punto de perfección en la corrección política?
La verdad es que no, pero no tiene nada de raro. Lo normal es que no sepamos lo que va a pasar en el futuro, pero sí es verdad que me sorprendió la riqueza del pensamiento único y cómo cambia, cómo se va adaptando. Es una especie de monstruo que va viviendo de nosotros y se va adaptando a las circunstancias. Probablemente cuando sucede una tragedia como la peste, como la pandemia, pues entonces se fortalece todavía más el pensamiento único.

¿Hay un paralelismo con los impuestos que se aprovechan de situaciones excepcionales para subirlos pero no vuelven a bajar ¿Nos podemos despedir de la “vieja normalidad”?

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Eso no se sabe, no se sabe lo que va a pasar. Pero sí es cierto lo que tú dices y es que la pandemia, la vieja peste de toda la vida, es lo único que puede rivalizar con la guerra a la hora de desactivar la resistencia popular. Porque al revés de lo que siempre se suele decir los seres humanos no toleramos alegremente que se nos viole nuestra libertad y nuestros derechos, tenemos todos -casi iba a decir yo un instinto si no fuera porque Hayek habló de lo que está entre el instinto y la razón- una reacción de defender lo que es nuestro, entonces el Estado a la hora de usurpar nuestros bienes y nuestras libertades pues no lo tiene tan fácil. Bueno, pues cuando una peste es como cuando hay una guerra y es que el Estado lo tiene más fácil que nunca. ¿Por qué? Porque tanto la peste como la guerra son la muerte, es la amenaza de la muerte. Yo siempre digo que el Estado funciona siempre con el miedo, te asusta con el apocalipsis climático porque eso es una forma para inyectarte miedo y que tú obedezcas. Pero claro, si yo te digo que te voy a subir los impuestos, te voy a quitar la mitad de lo que tienes o lo que sea, porque va a subir el nivel del océano Atlántico y va a arrasar con las Islas Canarias dentro de 100 años tú dices “casi mejor que no, si es para dentro de cien años”. En cambio si yo te digo que voy a recortar tu libertad ahora por la peste tú vas a estar en condiciones de aceptarlo porque la peste está aquí, es la muerte que está aquí y ahora. Es como la guerra y el enemigo está a las puertas detrás de la ciudad. ¿Entonces qué haces tú? Pues te rindes, claro. Por eso digo que la pandemia es muy peligrosa, no solamente para la salud sino también para la libertad.

Además se utilizan una serie de eufemismos, Pedro Sánchez por ejemplo ya nos explicó que no podemos decir “toque de queda” sino “restricción de movilidad nocturna”…

(Risas). Eso es, por ahí ves las relaciones de la pandemia y la cuestión militar. Si tú te fijas, la política que emplea habitualmente bastantes términos militares, durante la pandemia explotó la retórica militar. Todo era lucha, venceremos, la victoria, doblegaremos la curva, todos juntos, la unidad contra el enemigo… La retórica fue extraordinariamente reveladora de lo que estamos conversando.

Parece mentira lo poco creativo que es el Estado pero lo original que puede ser con la neolengua en todo a lo que se refiere a impuestos, como hacen con el término “contribuyentes”, ¡como si fuera algo voluntario!

Es un tema que me fascina, que por cierto va a ser el tema de mi próximo libro, vamos a hacer un monográfico sobre los impuestos el año próximo con María Blanco y Luis Daniel Ávila y hablamos de todas estas cosas. Pero ya que has mencionado la palabra contribuyente siempre me ha parecido uno de los grandes éxitos del Estado. El otro es el “Estado de Bienestar”, es maravilloso pues como decía Amando de Miguel parece que si achicas el Estado achicas el bienestar. Y lo de los contribuyentes es maravilloso, trata a los ciudadanos como si fuéramos socios de un club o de una ONG que contribuimos voluntariamente. Obviamente la noción de contribuir es que tiene que ser voluntaria, no se puede decir que el esclavo es un contribuyente. No mire, no, contribuye muy entre comillas y a la fuerza.

Se ha recordado con todo esto de la neolengua y el Ministerio de la Verdad que 1984 era una novela, no un manual de instrucciones…

Pues sí, pero era una novela con un propósito muy claro. Leí hace poco en El País una serie de artículos sobre 1984 de Orwell y era de lo más curioso porque hablaban de 1984 como si se refiriese a esto último que han inventado del capitalismo de la vigilancia explicando que el grave peligro que tenemos es Facebook y Google. Esos son los malos y como dijo Orwell… No, no, Orwell no escribió nada sobre el capitalismo de la vigilancia, Orwell escribió ese libro contra el comunismo. No es que lo diga yo, lo dijo él. Pero eran páginas y páginas en El País sin que ninguno mencionara que este hombre escribió contra el comunismo. Hay mucho trabajo que hacer.

¿Hay posibilidad de una rebelión en la granja?

Es un asunto delicado que por supuesto no sé lo que va a pasar. Sin embargo tengo unas gotas de optimismo porque a medida que los Estados crecen la capacidad que tienen de crecer todavía más sin perder legitimidad es una capacidad que disminuye. Quizá el ejemplo más notable es el caso de los países nórdicos donde se pasaron con el crecimiento del Estado, se pasaron con el crecimiento de los impuestos y terminaron bajando los impuestos y bajando el gasto. Me dirás “poca cosa”, pues sí, pero los bajaron. Tampoco hay que pensar que esto crece sin cesar, hay que intentar analizar la lógica del propio Estado para ver cuáles son sus límites. Y yo creo, pero igual me equivoco, que las últimas décadas lo que estamos viviendo es un nivel cada vez mayor de lo que llamo la “sensibilidad liberal” y la gente de pronto empieza a discutir el cierre de la economía y por qué me va usted a recortar a mí mi libertad. Es verdad que hay una peste, se discute sobre esto y con los impuestos también. De pronto la gente ha empezado a discutir sobre los impuestos como no había visto nunca en los 44 años que yo llevo viviendo en España, esto es una cosa nueva y como pasa aquí también pasa en otros países. Ahí tienes una pequeña señal de esperanza.

Los economistas que os dedicáis a la divulgación y los medios habéis tenido un papel importante en esto, pienso en su expresión “usted señora”.

El Estado nunca puede crecer de manera agresiva, nunca te va a decir oye dame el dinero o te doy un par de bofetadas. No, el Estado nunca hace eso, te dice “bueno, tú tranquilo porque yo le voy a quitar más dinero a tu vecina que es una rica asquerosa, vamos a ir a por ella, o si no le voy a poner impuestos a la gasolina que es fea, fea…, o a los plásticos”. La idea que se me ocurrió del usted señora que ha tenido bastante fortuna era precisamente para intentar rebatir eso y yo pienso que es tanto más fácil rebatirlo cuanto mayor sea la presión fiscal porque entonces el Estado no puede crecer intentando engañarte diciéndote “tú tranquilo yo voy a cobrar impuestos sólo a los ricos” porque saben que es mentira y uno se da cuenta.

Su diccionario para no perderse en esta nueva normalidad está hecho en clave humorística y algunas definiciones son realmente divertidas, ¿cuál es su preferida?

Oh, ¡hay muchas!, que se entienda que este diccionario es para entretenerse y para pasarlo bien.

Y también se aprende, ¿en clave humorística es cuando más verdades se pueden decir?

Yo soy un gran aficionado al humor desde hace muchos años y todos los días en Más de Uno con Carlos Alsina en Onda Cero cuento una viñeta, la viñeta económica, y a veces la gente me dice en las redes sociales que esto no hace reír, que no es muy gracioso y yo siempre les digo que la misión del mejor humor no es hacer reír, es hacer pensar. Fíjate que mis dos patrias, tanto España como la Argentina, tienen la virtud de tener muy buenos dibujantes y muy buenos viñetistas. El humor es una buena herramienta para intentar transmitir mensajes, son gráficos, son plásticos.

Hablando de viñetistas, murió Quino y usted escribió un elogio de Manolito, no de Mafalda.

Pues sí, Manolito siempre me cayó muy simpático, esa es la verdad. Es un inmigrante, es un hijo de inmigrantes. El señor Manolo era un inmigrante y gallego y yo sé muy bien lo que eso significa. Y siempre me llama la atención como es desvalorizado Manolito, como si fuera un tonto, en el fondo también es una burla a los inmigrantes y yo siempre lo he reivindicado. Y después he tenido la alegría de que tras ese artículo en Expansión la gente me llamó y se comunicó conmigo para decirme que también les caía bien. ¡Ah, pues claro! (risas).

Lo que ahora vemos con la neolengua es que se tacha de negacionista a todo el que lleva la contraria a cualquier medida política porque se hace en base a la ciencia, también en la economía con presupuestos expansivos y anticíclicos porque ya lo decía Keynes…

Lo del negacionismo es otro éxito retórico. Originalmente se asignaba esa expresión denigratoria a los que negaban el holocausto nazi. Ésta era la expresión y la izquierda con muchísima habilidad ha conseguido extender este sistema, que por supuesto nunca lo aplican al comunismo. Eso no. Pero, por ejemplo si manifiestas alguna duda sobre la inminencia de la catástrofe climática eres un negacionista, si manifiestas alguna sospecha de que igual las campañas de la izquierda no están avaladas por la verdad enseguida eres un negacionista. Y el otro asunto que también es importantísimo es la cuestión de la ciencia. La izquierda siempre ha pretendido estar avalada por la ciencia. Cuando digo siempre digo siempre, o sea desde Marx. Marx utilizó la ciencia para definirse a sí mismo porque el socialismo no fue inventado por él. Antes ya había cooperativistas.

El socialismo utópico…

Eso es. Entonces Marx dijo “no, esos no son los científicos, el científico soy yo”. ¡Toma del frasco carrasco!, ¡modesto no era! O sea, el socialismo científico es el mío y los demás los llamo utópicos y con tanto éxito que todavía se siguen llamando así. ¡Caray! Siempre lo vas a ver, están diciendo que la ciencia está con ellos. Bueno, uno de los aspectos positivos de este desastre de la pandemia es que hemos visto que los científicos están lejos de tener una opinión unánime incluso sobre cosas que se supone que uno puede investigar como un virus o lo que sea. No tienen la misma opinión ni siquiera ellos así que imagínate en lo demás.

En su diccionario escribe que la ciencia se define por ser escéptica.

Es exactamente así, la ciencia siempre ha estado refutándose a sí misma porque sino no puede avanzar. Hay un lema maravilloso de la Royal Society de Londres que es “Nullius in verba”, o sea no hay últimas palabras. Y esto es exactamente lo que hacen los científicos, están revisando continuamente sus postulados. Y sin embargo en la retórica política dicen “la” ciencia y uno se preguntan cómo están tan seguros. Lo que pasa es que necesitan distorsionar la ciencia porque si no la intromisión política queda deslegitimada. Es decir, para quitarte a ti la libertad, la vida y el trabajo y todos los derechos, tengo que tener la ciencia de mi lado de tal manera que te pueda decir que dentro de tres meses se van a hundir las Canarias. Y entonces a partir de ahí “obedece o te meto preso”. Pero claro si yo no estoy seguro de eso, ¿cómo hago yo para avalar la intromisión en tu vida y en tu libertad?, ¿por qué me quita a usted el dinero y por qué me empobrece si usted tampoco sabe? Por eso utilizan una especie de distorsión de las ciencias según la cual en la ciencia ya está todo dicho, se ha dicho la última palabra, la conocen ellos y a partir de ahí quitan la libertad y el dinero.

Más que ciencia parece una religión…

Muy interesante, porque los políticos actúan como dogmáticos pero la política no es una religión y el estado no es una iglesia. Al contrario, el estado usurpó las funciones de la iglesia. Yo siempre digo que el estado no combatió en la iglesia solamente para exterminarla sino para sustituirla, para ocupar su lugar. Pero hay una diferencia enorme entre el estado y la iglesia, es la diferencia que hay entre la madre Teresa de Calcuta y la Agencia Tributaria. No son iguales, la diferencia fundamental es que si tú no ayudabas a la madre Teresa que te lo pedía por favor, no pasaba nada. Al menos no pasaba nada en esta vida, igual en la siguiente… En cambio si tú dejas de pagar al Estado vas preso. No es lo mismo, ¿no?

Nada que ver, por eso hay gente que se rebela, que contradice la corrección política y al menos ya tenemos este diccionario que nos será muy útil para reírnos mientras acontecen desgracias a nuestro alrededor. Y también estaremos a la espera de ese nuevo libro sobre los impuestos.

Es un placer, el año que viene volveremos a hablar y me quedo con esto que has dicho sobre el humor porque en el momento en que la gente se empieza a reír de los poderosos uhhh (ríe) tenemos mucho ganado.

Aquí puede ver la entrevista completa

Esta entrevista apareció publicada en el número 60. Acceda al contenido completo aquí: