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Un debate con más prejuicios que datos

1 de marzo de 2016
desigualdad
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El argumento de la desigualdad ha venido para quedarse en el debate político. Pero lo cierto es que hay muchos datos que contradicen la idea del aumento. No toda desigualdad en mala. En España tiene una enorme incidencia el desempleo y corrige los datos el enorme patrimonio inmobiliario de los ciudadanos. Las rentas en especie, que no se computan como ingreso, contribuye a mitigar los efectos la desigualdad que se denuncia. España no es uno de los países más desiguales de la UE.

“La vida es mejor ahora que en cualquier tiempo pasado en la historia. El número de personas ricas ha aumentado y un número cada vez menor vive en la indigencia. La vida es más prolongada y los padres de familia no tienen que contemplar de manera rutinaria cómo muere una cierta parte de sus hijos.  No obstante, todavía millones de personas experimentan las horrores de la miseria extrema y de la muerte prematura. El mundo es extraordinariamente desigual”. De este modo arranca el recomendable libro del último Premio Nobel de Economía, Angus Deaton (‘El gran escape’, Fondo de Cultura Económica, 2015).  Nótese que no rechaza que exista desigualdad, antes al  contrario, le presta incluso atención en el subtítulo del libro -‘Salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad- pero es cierto que está  lejos del enfoque tremendista del reconocido Thomas Piketty, autor del libro ‘El capital del Siglo XXI’ (publicado en español también por el Fondo de Cultura Económica). Pero mientras el autor francés casi llega a los extremos de Marx de explicar en términos de leyes históricas su teoría de acumulación de capital, anticipo de que en unos años volveremos a los tiempos descritos en los cuentos de Dickens. Recuérdese que Piketty afirma que la tasa de retorno de capital (r), que determina la velocidad a la que la riqueza se reproduce a sí misma, es muy superior al crecimiento de la economía general (g): el 5% frente al 2%. Ese patrón que explica con la fórmula r >g hace que las rentas del capital crezcan más deprisa que las salariales, con lo que los dueños del capital cuentan con una cantidad creciente de riqueza. Su propuesta, claro está, pasa por castigar con un 80% a las rentas de la oligarquía financiera. Si la idea de elevar más los impuestos ha sido ampliamente rechazada, salvo por formaciones de izquierdas, también lo ha sido la metodología usada por quien fuera asesor del Partido Socialista francés. 

El debate parece que ha llegado con intención de estar con nosotros un tiempo, al albur de los cambios experimentados en estos años de crisis. De hecho, cuando Pedro Sánchez anunció su intención de formar gobierno, fue la desigualdad el segundo punto que esbozó como condición para sumar apoyos. Cabe, por tanto, preguntar, ¿qué tan desigual es España? o al menos si lo es tanto como se repite de forma constante en platós de televisión y discursos políticos, cuando no son la misma cosa. Hay un informe que publica la ONG Oxfam Intermón que es presentado como una especie de Biblia cuyas conclusiones son presentadas como verdades irrefutables. Empero, son muchas las voces autorizadas que cuestionan la metodología del trabajo, que tiene de su parte el éxito acrítico que consigue por parte de los medios de comunicación que parecen ver en el informe la confirmación de buena parte de sus prejuicios. Incluso, en ocasiones, admiten que la metodología genera dudas pero no así las conclusiones, tal reportó un corresponsal de RTVE en el extranjero al buscar valoraciones del mismo en la reciente cumbre económica desarrollada en Davos. El problema, con todo, es que el primer informe de esa naturaleza llevado a cabo por la ONG fue reputado como inconsistente por los métodos utilizados, tales como confundir patrimonios e ingresos (stock con flujos), usar distintas fuentes o mezclar años distintos, con lo que los datos no pueden entenderse de forma homogénea. Pero fue tal la repercusión que no parecieron atender a esas cuestiones, por lo que han vuelto a la carga de forma reciente con otro informe de similares conclusiones, aun agravadas, donde concluyen que el proceso  de concentración de la riqueza va en aumento y que cada vez un menor número de personas controla una porción mayor de aquella. Si quieren entenderse las razones para una forma de obrar similar, es fácil concluir que no se busca la realidad, sino establecer una determinada agenda política, lo que puede esconderse detrás de titulares tan llamativos para estos trabajos. “Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad” o “Una economía al servicio del 1%”. Más allá de objetar éticamente que no es un problema del mundo la riqueza legítima  y sí que lo es la pobreza, el informe usa como fuentes la famosa lista de la revista FORBES, las estimaciones del sindicato de técnicos de grado medio de la Agencia Tributaria (GESTHA) y un estudio de Credit Suisse, sobre el que cuyos autores admitían las limitaciones. 

El Instituto Juan de Mariana publicó un reciente estudio titulado “Mitos y realidades. La desigualdad en España” con el fin de establecer si el nuestro era uno de los países más desiguales de la unión. Para ello hizo una primera y crucial distinción entre conceptos que normalmente resultan entremezclados en cualquier trabajo con comience con ideas preconcebidas (el de Oxfam): la desigualdad de renta, la desigualdad de la riqueza y la desigualdad en el consumo. España es uno de los países menor desigualdad en la riqueza. Si atendemos al resultado que nos da el Índice de Gini (en una escala de 0 a 1, donde 0 -igualdad perfecta- y 1 -máxima desigualdad-), tendríamos un valor de 0,67, lejos de países con una mayor desigualdad como son Dinamarca (0,89), Suecia(0,81) o Alemania (0,78). La razón para que esto ocurra está relacionada con el alto nivel de propiedad inmobiliaria, mucho más extendida que en otros países. El informe del IJM también subraya otras deficiencias de las mediciones tradicionales sobre este asunto. Tradicionalmente no se contabilizan como riqueza algunos de los activos más importantes de la sociedad como, por ejemplo,  el valor capitalizado de las pensiones. Para la desigualdad de renta sí parece claro que España presenta valores superiores a la media de la UE. El mismo índice Gini da un 0,34, superior al 0,31 de los países miembros, lejos de 0,25 de Suecia, Holanda o Finlandia. Aunque el dato es relevante, deja de serlo tanto si se contabilizaran los alquileres imputados, lo que nos igualaría a la media o si se incluyera otras rentas en especie que no se tienen en cuenta, tales como los servicios sanitarios, la vivienda social proporcionada por las administraciones públicas o la educación. Ese ejercicio ya lo hizo en un estudio la OCDE y arrojaba para España consonantes con el resto de países de la UE y aunque no dispute la evidencia de que existe una mayor desigualdad de renta sí que minimiza las diferencias que normalmente suelen expresarse en su favor. Otros autores prefirieren fijar su visión sobre la desigualdad en aspectos relacionados con el consumo y en este capítulo España es uno de los países con menor desigualdad. El índice Gini nos otorga un valor de 0,22 que es el mismo que tienen países como Suecia o Bélgica. 

Por todo lo anterior, el informe del IJM concluye que las desigualdades existentes en nuestro país no están basadas en las abultadas rentas del capital ni en la extraordinaria desigualdad salarial, sino en la intolerable tasa de desempleo por lo que las medidas que deberían ser tenidas en cuenta no pasarían por unas políticas que inciden en políticas de redistribución de la riqueza, sino una liberalización radical del mercado de trabajo que eliminen barreras a la contratación, permitiendo que aquellos que peor están puedan regresar por sus propios medios. 

Gustavo Marrero, profesor de la Universidad de La Laguna, es coautor de un trabajo con un colega de la Complutense, Juan G. Rodríguez publicado por FEDEA titulado “Análisis y determinantes de la desigualad de oportunidades en España y Europa”. Marrero trabaja en la creación de un centro de estudios sobre la desigualdad social en Canarias y esperan poder presentar un trabajo con datos autonómicos sobre la desigualdad de oportunidades. En sus trabajos hasta la fecha, muestra su preferencia por medir este factor, lo que contraría una opinión ampliamente extendida sobre que ‘la consecución de la justicia social es equivalente a reducir la desigualdad cuando en realidad debería serlo a igualar las oportunidades de los individuos. Un ave que las oportunidades están igualadas, la justicia social no entra en conflicto con que los individuos compitan por diferencias entre salario y rentas, siempre y cuando provengan del esfuerzo personal”. Es asunto relevante, porque en España no se analiza convenientemente las razones por las que convertimos en un problema las fortunas de Amancio Ortega (produce moda a precios bajos, liberando recursos que podemos utilizar para comprar otros bienes, ahorrar o invertir) o Juan Roig (dueño de Mercadona). O la razón por la que debería ofendernos las fortunas de Bill Gates o Steve Jobs, quienes se enriquecieron haciéndonos a todos los demás más productivos y ganando con ello salarios más elevados. Otra cosa bien distinta serían los casos de millonarios como Carlos Slim, cuya actividad empresarial siempre estuvo ligada a sus cercanías por el poder político o los casos que en nuestro país conocemos de clara corrupción o de lo que gráficamente conocemos como capitalismo de amiguetes o clientelar.  

Entrevista con Ignacio Moncada, ingeniero industrial y economista, trabaja como analista financiero en banca de inversión en Nueva York. Codigirió, con Juan Ramón Rallo, el trabajo “La desigualdad en España

La desigualdad se ha convertido en un tema de debate que parece estará tiempo en nuestra sociedad. ¿A qué cree que es debido?

“Creo que se debe principalmente a dos motivos. Por un lado, la percepción de desigualdad material toca nuestras fibras más primarias, nos despierta fuertes emociones. La desigualdad económica es algo que, instintivamente, como seres humanos, nos importa de manera natural. Y por otro lado, muchas ideologías anticapitalistas se dedican a explotar esas muy humanas emociones para tratar de atraer votos y capturar poder político. Los anticapitalistas ya no centran tanto sus críticas al capitalismo de libre mercado por generar pobreza, puesto que se ha demostrado que de hecho reduce enormemente la pobreza ahí donde se aplica, y han pasado a centrarse en criticar el capitalismo como generador de desigualdad”.

 
¿Medimos la desigualdad de forma correcta?

La desigualdad suele medirse e interpretarse de forma incorrecta, principalmente por dos razones. En primer lugar, porque existen al menos tres tipos distintos de desigualdad material –de riqueza, de renta y de consumo–, y es habitual mezclarlas y confundirlas en lugar de analizarlas por separado. Y en segundo lugar, porque las propias mediciones de desigualdad suelen ser incompletas y sesgadas. En el reciente informe sobre desigualdad del IJM, por ejemplo, señalamos que las mediciones de desigualdad de la renta excluyen componentes muy importantes como muchas rentas en especie (alquileres imputados, servicios de sanidad o educación), que si no se tienen en cuenta arrojan una imagen muy distorsionada de la realidad”.

¿Es toda desigualdad mala per se?

Como liberal, creo que es mala toda desigualdad… ante la ley. Pero la desigualdad de resultados, la desigualdad económica, no lo es necesariamente. Dependerá de si dicha desigualdad es resultado del trabajo, el ahorro y de intercambios voluntarios y pacíficos, o si por el contrario se debe a algún tipo de privilegio o prebenda estatal. Si por ejemplo una persona se hace rica proporcionando mejores bienes o servicios al consumidor en un mercado libre, eso no sólo no es malo sino que es digno de elogio. Lo que realmente es negativo per se no es la desigualdad económica, sino la pobreza y la falta de oportunidades”.

¿Qué desigualdad puede considerarse perversa y qué debemos hacer para corregirla?

En España sí existe una gran causa de desigualdad que es profundamente injusta y perversa: nuestra extraordinariamente elevada tasa de desempleo. El motivo por el que la desigualdad de la renta en España ha crecido tanto durante la crisis no es por altas diferencias salariales ni por abultadas rentas del capital, sino por el desempleo. Y el problema estructural del paro en España es puramente político: se debe a un marco laboral enormemente inflexible y costoso para el empleador. Para corregirlo tendríamos que ir hacia un marco laboral mucho más flexible y libre”. 

Aparte de las formas clásicas que se proponen en el debate -subidas de impuestos-, ¿hay otras más originales que provoquen una menor desigualdad en aquellos campos en los que pudiera ser deseable?

El principal problema que tienen las supuestas soluciones a la desigualdad que proponen autores como por ejemplo Piketty (confiscación tributaria a las rentas altas e impuestos prohibitivos al capital) es que buscan reducir la desigualdad cortando por arriba. No sólo caen en la falacia de la nivelación hacia abajo, sino que además promueven un marco económico que ofrece menores oportunidades para generar riqueza, incluyendo a los que menos tienen. A lo que una sociedad libre tendría que aspirar sería justo lo contrario: tiene que ser fácil prosperar y generar riqueza, especialmente a aquéllos que están en peor posición económica. Y para ello, nada como un mercado laboral flexible que no mande a uno de cada cuatro trabajadores al desempleo”.

¿Qué impacto ha tenido el trabajo del IJM?

De momento muy positivo, teniendo en cuenta los limitados medios que tiene una institución como el Instituto Juan de Mariana. Creo que la repercusión que ha tenido en prensa y en redes sociales ha servido para que muchas personas se aproximen al fenómeno de la desigualdad en España de una forma más profunda, para que se comprenda más a fondo y para proporcionar mejores herramientas para medir la desigualdad de forma más completa y realista. Esperamos que el debate generado sirva para ir comprendiendo cada vez mejor la realidad económica que vivimos”.

El economista José Carlos Díez ha escrito que una forma de mitigar la desigualdad es retomar la negociación colectiva. ¿Está de acuerdo?

“Me parece que la idea es especialmente perjudicial porque incrementar la rigidez del ya extraordinariamente inflexible marco laboral ni siquiera serviría para mitigar la desigualdad, sino para aumentarla por la vía de incrementar el desempleo” 

¿Por qué, a su juicio, es más celebrado el libro de Pikkety que el de Deaton (el gran escape)? ¿Coincide mejor con los prejuicios de una sociedad como la española?

“En última instancia lo que hay detrás de las propuestas de autores como Piketty es una predeterminada agenda política intervencionista que exige más poder para el Estado y menos libertad económica. En España existe un amplio caldo de cultivo para aceptar este tipo de propuestas, que parecen garantizar tiempos mejores tomando medidas dictadas desde el poder político que en apariencia no suponen ningún esfuerzo para el ciudadano de a pie. Pero cuando analizamos estas propuestas a fondo siempre descubrimos que no hacen más que empeorar la situación de aquellos a los que pretenden ayudar. Las ideas de Deaton sobre cómo acabar con la pobreza, en cambio, insisten en eliminar los obstáculos para que las personas puedan salir de la pobreza por sus propios medios. Sin embargo, aunque económicamente sea una tesis mucho más acertada, políticamente es más fácil vender que las cosas pueden mejorarse sin esfuerzo y a golpe de decreto”. 

¿Es ese campo donde mejor se mueven los populismos?

El populismo siempre busca explotar políticamente el sufrimiento de las personas buscando algún enemigo común (sea interno o externo) y prometiendo soluciones mágicas a todos los problemas. Pero la magia no existe. La única forma en la que las sociedades pueden acabar con la pobreza, crecer y prosperar no es mediante el frentismo ni la retórica política, sino mediante instituciones que garanticen la libertad individual, los derechos de propiedad y la autonomía contractual. Los populismos que prometan resultados mediante atajos antiliberales a costa de deteriorar las instituciones anteriores probablemente lograrán mayor poder político, pero no conseguirán que la sociedad sea más próspera. Más bien al contrario”.

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