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Como en 2008 pero peor

30 de julio de 2022
SanchezP
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Hay quien dicen que la historia se repite pero lo que es seguro es que  reincidir en los errores pasados es el camino más directo y rápido para revivir lo que ya aconteció. Y es que 2022 se parece demasiado a lo que sucedió hace tan solo 14 años atrás cuando la economía empezó a desmoronarse de forma aparentemente sorpresiva desatando una gran recesión. Como entonces parece que la economía crece vigorosamente y se crea empleo, de hecho el paro ha bajado de los 3 millones de desempleados, precisamente como no se veía desde 2008. A pesar de que hay signos de desaceleración, los responsables políticos no solo no están realizando los ajustes necesarios sino que además aumentan el déficit público a través de un Plan E vitaminado, con financiación europea, que mantiene con vida actividades económicas ineficientes o que no tienen demandas en detrimento de otras productivas que tienen que mantenerlas con impuestos, regulaciones y otras trabas.

La diferencia estriba en que en la situación actual Ursula Von der Leyen y la Unión Europea no quieren pasar a ser las malas de la película como ocurrió con Angela Merkel. La idea tras los fondos fondos europeos no es otra que aplicar la política del palo y la zanahoria condicionando los ajustes y “recortes” necesarios para la llegada de unos fondos europeos. Todo edulcorado con palabrería bienintencionada con la esperanza de que, esta vez, el gobierno español sí haga los deberes en lugar de seguir gastando lo que no se tenía animado por la visión de los brotes verdes como se hizo en la época de ZP.  Sin embargo, todo apunta a que los planes de Pedro Sánchez son muy parecidos: continuar gastando y maquillando las cifras aunque años después se termine descubriendo un déficit oculto superior al 10%. La prioridad es mantenerse en Moncloa y mientras tanto se gastará como si Europa no fuera a dejar de comprar deuda, actualizando las pensiones y los salarios al IPC por mucho que se dispare la inflación y, por supuesto, aumentando los empleados públicos para desinflar el paro y maquillar  las contrataciones indefinidas. Una vez más los políticos están actuando de forma irresponsable como la cigarra de la fábula sin advertir a la población de que deberían estar actuando como hormigas previsoras ante el duro invierno que se avecina.

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El frío puede no ser metafórico porque a lo anterior se suman lustro de mala planificación energética con desinversiones en tecnologías baratas y eficientes por otras más caras y que dependen de las condiciones meteorológicas o de potencias extranjeras con las que ahora nos hemos enfrentado para poder generar electricidad. Es como si durante todo este tiempo los políticos irresponsables hubieran estado amontonando todos los regalos mientras se acercaba el día en el que nos tocaría abrirlos todos de golpe. Una cita con la historia a la que nos aproximamos inexorablemente y en el que celebraremos una fiesta a la que estamos todos invitados a pagar la factura en calidad de “contribuyentes. Llegará un punto de inflexión en el que todos los problemas estructurales que se han envuelto en deuda para aplazarlos ya no puedan amontonarse más. Estamos en ese preciso instante de recalentamiento de la economía que precede al gran cataclismo y que ya notamos en la factura de la luz y en cualquier otra a través del aumento de precios de ese ladrón invisible que es la inflación. Podrán volverlo a retrasar de nuevo pero es una bomba de relojería que terminará estallando.

 

Un eterno retorno de una crisis que nunca llegó a superarse y enseñó la patita en 2019 pero se pospuso gracias a los programas de compra de deuda extraordinarios por la pandemia que los políticos irresponsables se pueden permitir porque las consecuencias de sus actos son “en diferido” dificultando que los votantes puedan establecer una relación de causa-efecto mientras los distraen con guerras lejanas y enemigos extranjeros. Para el político manirroto siempre es muy socorrido poder culpar a Putin, a Trump o incluso a Franco de los frutos podridos que han nacido de décadas de políticas equivocadas. Y eso es lo que parece que no cambiará ni ahora ni en el futuro.