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El iPhone como indicador de pobreza

20 de octubre de 2022
Manzana mordida
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Apple presentó sus últimas novedades a principios de septiembre y todo el mundo quedó asombrado por el elevado precio de sus teléfonos. No es que Apple haya subido los precios, en dólares siguen costando lo mismo, es que en Europa somos más pobres pero no nos habíamos dado cuenta. 

El mismo iPhone que en Estados Unidos cuesta 1000 dólares en España superará los 1.300 euros y algo menos cuando se distribuya en Canarias. La política de precios de la empresa de la manzana mordida es una de las más transparentes ya que se aplica el tipo de cambio, en este caso paridad del euro-dólar, y se le añaden todos los impuestos directos o tasas, como el canon digital que se cobra en España por la venta de un producto que contenga un disco duro. La diferencia del precio entre las islas y la península se debe, por tanto a que los tipos de IGIC son menores que los del IVA pero aún así muestran cómo un mismo producto se encarece no por un sobrecoste logístico o de mayor beneficio para la compañía sino por la regulación y la voracidad de la Hacienda Pública. La depreciación del euro frente al dólar hace que los productos importados sean ahora más caros, de la misma forma que el petróleo y el resto de recursos energéticos se encarecen no solo porque su precio pueda subir sino porque el euro vale menos.

Buena parte de estos males tienen su origen en el regulador del euro. Los políticos que dirigen el Banco Central Europeo no han sabido mantener el valor del euro, creando dinero de la nada al tiempo que eran muy permisivos tanto con las deudas públicas como las privadas. El resultado es que en Europa somos más pobres aunque nos cueste aceptarlo y ahora Apple nos ha ayudado a darnos cuenta. Hay casos más extremos como el de Argentina donde, directamente, esta compañía no vende sus productos que tienen que adquirirse a un precio estratosférico de importación -los modelos anteriores se conseguían por algo más de medio millón de pesos argentinos- o, para quienes puedan salir del país, comprárselo durante algún viaje en otra divisa.

Entre tanto, quienes sacan mayor provecho de las ventas en España de una compañía pionera e innovadora cuyos productos son muy apreciados por sus clientes son los políticos. Lo hacen sin aportar ningún valor añadido mientras que su supervivencia depende de los impuestos que encarecen innecesariamente todo tipo de bienes y servicios que aportan mucho a la sociedad y son muy valorados por el mercado. Incluso los diputados mismos quieren tener esos teléfonos de última generación… pagados por los contribuyentes.

En Europa ,y en España en particular, somos más pobres porque la parte productiva de la sociedad debe cargar y financiar a la parte no productiva y en muchos casos directamente parasitaria. Por eso hay productos que pueden parecernos caros pero que en realidad se venden con el mismo margen para el productor. La merma de nuestro poder adquisitivo, que irá engrosando la inflación, es más notoria si comparamos los salarios medios de forma que si en Estados Unidos se cobra el doble que en España ya no es que el iPhone pueda ser un 25% más barato, es que es como si ese mismo teléfono nos costara aquí 500 euros, lo que a todo el mundo ya le parecerá un precio más razonable. Esa diferencia que hay entre los 500 y los 1.300 es el indicador de nuestra pobreza relativa. Y la culpa no es de los trabajadores ni de los empresarios sino de los burócratas que debemos costear.