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Malversa que algo te llevas

19 de enero de 2023
Billetes de 500
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Modificar el delito de malversación para vaciarlo de contenido es la puntilla a la degradación institucional al que este Gobierno se ha dedicado en cuerpo y alma para sortear su minoría parlamentaria. Una degradación que pasará factura al Estado de Derecho que lamentaremos cuando ya será demasiado tarde. Una economía libre necesita instituciones que también lo sean y votar es mucho más que meter una papeleta en una urna cada cuatro años.

Rebajar las penas por malversación no solo es cuestionable porque se hace para beneficiar directamente a los socios del Gobierno o a miembros condenados por corrupción de su mismo partido sino porque debería legislarse en sentido contrario. También hay malversación cuando se realizan estudios carísimos para proyectos que nunca se realizarán. O cuando se mantienen organismos y departamentos que no son fiscalizados y que no tienen una utilidad pública real. Estamos acostumbrados a que se usen los medios públicos, como aviones o coches, para realizar trayectos privados aunque se utilice como excusa acudir a un acto público… que se ha preparado para la ocasión y así justificar la malversación. Durante el estado de excepción que limitó la movilidad de los españoles los políticos del gobierno central aprovecharon actos oficiales que casualmente se realizaban cerca de sus localidades de origen o allí donde vivían sus familiares para saltarse “legalmente” los confinamientos en los que la policía controlaba hasta la distancia en la que los ciudadanos de a pie se podían alejar para sacar a sus mascotas a pasear. Un político malversa cuando beneficia a través de los presupuestos públicos con subvenciones y concesiones a empresas o bolsas de votantes. Ninguna de estas acciones ha tenido consecuencias ni las tendrá. En España, como en muchos otros lugares, se es demasiado laxo con todo lo que supone corrupción. Y no es extraño porque al fin y al cabo son los mismos malversadores quienes se encargan de legislar.

Es especialmente significativo que el Gobierno que nació de una moción de censura contra la malversación de otro Ejecutivo  sea el encargado de revisar a la baja los delitos de corrupción. Una vez más descubrimos, cuando ya es demasiado tarde, que los ideales políticos tan solo son un argumento más que permite la conquista del poder. Pese a que esta triste historia se repite una y otra vez continuamos confiando en la democracia mientras las instituciones se degradan y la democracia también se vacía de contenido. Los políticos son una casta privilegiada que usan las urnas para legitimarse en el poder mientras lo ejercen de una forma arbitraria para beneficio propio.

Un beneficio que puede ser económico o de otra índole porque enriquecerse directamente no es peor que lograrlo indirectamente a través de la malversación. Desviar dinero de los presupuestos públicos ya implica robar a los ciudadanos, sea para metérselo en el bolsillo o para aumentar una red clientelar a base de prebendas y otros logros poco edificantes.  El que malversa algo se lleva y no tiene porque ser dinero. Malversar caudales públicos para mantenerse en el poder también es malversación aunque el código penal español deje de verlos así gracias a una reforma del PSOE y sus socios condenados por malversación. Un recordatorio de que no solo basta con perseguir penalmente la corrupción sino que el objetivo debería pasar por desmontar el enorme presupuesto y multitud de competencias impropias que ha ido asumiendo la política en las últimas décadas. Siempre habrá políticos corruptos y cuanto menos dinero de los contribuyentes puedan gestionar menos podrán malversar. Aceptemos la política como un mal menor pero mantengámosla también solo en su ámbito que sea estrictamente necesario para poder fiscalizar y controlarla mejor.