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Emilio Ontiveros: “Se ha roto el consenso sobre la globalización”

2 de agosto de 2022
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Reproducimos a continuación la entrevista que apareció publicada en el número 51 de La Gaveta Económica.

Es uno de los economistas más reconocidos y respetados de España, lo cual es extraordinariamente complicado en un país en el que apenas se reflexiona sobre nada y existe más ruido que debate sosegado. Sus innumerables columnas en el diario El País así como sus comentarios en la cadena SER, además de sus presencia en TV hace algunos años, le han dado enorme notoriedades que explota correctamente explicando de forma sencilla aspectos que no son siempre fáciles. Su última criatura literaria ha sido “Excesos, Amenazas a la prosperidad global” (Ed. Planeta), una excusa formidable para encontrarnos con él aprovechando que visitó las Islas para participar en el aniversario de la Empresa Familiar de Canarias (EFCA). Es el presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI), una compañía con 165 analistas.

En el libro arremete duramente contra el sector financiero, que considera tiene excesivo poder. ¿Es para usted la principal amenaza a la prosperidad global?

No hemos asimilado correctamente las disfuncionalidades del sistema financiero y que se han puesto de manifiesto en los últimos años. La asimetría que existe entre un comportamiento cada vez más intenso y sofisticado de los mercados financieros y la insuficiencia, no en términos cuantitativos pero sí de alcance técnico, de la regulación financiera y su supervisión, que son cosas distintas. Sabemos que los mercados financieros necesitan ser regulados y pensar en clave de autorregulación era una ingenuidad amparada en los buenos años de la gran moderación. El propio Alan Greenspan la consideró imposible. Pero siendo importante como amenaza, no es la única. También están estas tentaciones aislacionistas, introspectivas o proteccionistas que están emergiendo y que me preocupan tanto o más que los excesos financieros. Estamos viviendo una enmienda a la totalidad de la economía que había tutelado el sistema, que era quien había generado la pedagogía de un mundo abierto al libre comercio y que ahora está patrocinando una involución. Esto está ocurriendo, lo hace el Partido Republicano de los Estados Unidos, ninguneando acuerdos internacionales, boicoteando a la Organización Mundial de Comercio, negando el capital al Banco Mundial… esto me sigue preocupando. Quizás porque desde una perspectiva cortoplacista el grado de sincronización en la desaceleración se explica en esta ruptura del esquema ideal de globalización. 

Existía regulación financiera pese a lo que se dice con frecuencia de ausencia de normas. Y luego nos encontramos con unos banqueros centrales que manipulan la masa monetaria y los tipos de interés, rompiendo el vínculo entre ahorro y su rendimiento, un incentivo poderoso para que los actores financieros buscasen ganancias en canales poco ortodoxos. ¿No es parte del problema?

Hay una parte pero fíjate que no nos estaríamos centrando en el problema sino en los efectos secundarios de una terapia excepcional. La cuestión es si convenía hacerlo cuando se ejecutó. 

Pero Greenspan, cuando las puntocom baja tipos de interés e inunda de liquidez el mercado, originando una burbuja que arrasó con todo unos años después.

Es un tema interesante porque yo con Greenspan tengo una doble afección, creo que en política monetaria lo hizo muy bien pero también creo que pecó de ingenuo en los aspectos regulatorios. No solo él, también Rubin, Timothy Geithner o Larry Summers. Pero creo que Greenspan actuó como un banquero central clásico, buscando que la estabilidad de precios estuviese garantizada. Antes de los 90, la Reserva Federal intuyó que algo estaba cambiando en las entrañas del sistema, que se podía vencer la tasa natural de desempleo. Pensábamos que si bajaba del 6% se dispararían los tipos de interés, creando fricciones en el mercado de trabajo, elevando los salarios. Aguantó y nos preguntamos qué tipo de información tendría para desafiar a la ortodoxia de esa forma. Pero a un banquero le pagan por garantizar la estabilidad de precios, la inflación no repuntó y la tasa de paro bajó del 5%. En la crisis lo hicieron bien, si no llegan a actuar de eso modo, hoy no existiría Silicon Valley, que fue fruto de dos circunstancias: una, que esa complicidad financiera permitía que aquellos talentos con capacidad para emprender con ideas las pudieran financiar, y dos, aunque puede chocar, que Al Gore marcara las pautas de la investigación del país, actuando como liebre del sector privado. Meten unos dólares y se salen cuando el sector privado corre tras la liebre. Esto es lo que ha provocado que hoy, salvo en la quinta generación de la telefonía movil, el liderazgo sea americano. En Estados Unidos funciona muy bien el recordatorio de lo que ocurrió en el 29, con la Gran Depresión. Si se plantean todos sus prejuicios para actuar de manera pragmática. 

Por oposición, usted considera que la reacción en Europa fue mucho más timorata 

Absolutamente torpe, tardía y que explica porqué hoy, doce años después, el continente siga rezagado. Tonteamos mucho, pensando que era flor de un día y hasta Trichet subió tipos creyendo que habría un brote inflacionista. Se discutía hasta qué punto habría que generalizar la austeridad presupuestaria, con la gente del Norte señalando a la del Sur porque estos tenían una tentación divergente. No había un diagnóstico a priori de una crisis bancaria de calado. Y así se mantuvo hasta 2012, claro que el euro se rompía y no es que se saliesen Grecia, Italia, Irlanda o España, es que reventaba porque no podías tener una zona monetaria con distintos tipos de interés. Faltaron luces largas y todavía vivimos con las secuelas de aquello, la eurozona cuenta con el menor crecimiento económico. 

Habla de China, de toda Asia y de Estados Unidos. ¿Cree que hay margen para recuperar el liderazgo europeo?

Sí, no sé en qué plazo o a qué ritmo, pero Europa es algo más que un parque temático, como a veces se le achaca. Es una referencia de los valores democráticos, del liberalismo, de la civilización, con un dinamismo empresarial apreciable. Lo que hay que hacer es romper ese círculo vicioso en el que anda inmersa y abordar nuevos retos. La nueva Comisión Europea tiene en agenda una transición digital acelerada -de las 25 empresas digitales mayores del mundo, no hay una europea- o la transición medioambiental, haciendo de la necesidad virtud. Esto son 183 mil millones de euros al año, vamos a poner al Banco Europeo de Inversiones a trabajar y repliquemos lo que hizo Estados Unidos, hagamos de liebre para proyectos de financiación público-privada. Hay países con una cultura empresarial potente, una de las cosas positivas que ha pasado en España tiene que ver con gente de 40 años, que se ha puesto al frente de la empresa familiar y que explica esa propensión exportadora de los últimos años. 

Hay un asunto recurrente en la literatura económica, la desigualdad. ¿No cree que se está sobrerreaccionando con este asunto? Uno mira, por ejemplo, para sitios que usted conoce bien gracias a AFI como sería el caso de Chile y no termina de entender que se haya liado la que está liada.

Chile es un país con una organización institucional buena, el más confiable de la zona pero también el de más desigualdad en la distribución de la renta tiene, incluso más que Brasil. Mi preocupación por la desigualdad procede de una conferencia que dio Raghuram Rajan en Jackson Hall. Un profesor en la Universidad de Chicago, no un peligroso extremista, era el que advertía sobre la desigualdad, que estaba invitando a endeudarse a las clases bajas y que esto era un factor de perturbación financiera. En primera fila estaba Greenspan y la reacción de todos fue considerar que aquello era una exageración. Luego vimos que así fue. Por entonces escribí un artículo titulado “la desigualdad no es rentable” en el que, dejando al lado factores sociales o ideológicos, lo centré en lo que vino a denunciar Warren Buffet, que su secretaria pagaba menos impuestos que él. Se han sumado un montón de personas que quieren seguir siendo los reyes del mambo pero de una manera más justa. Cuando se sacrifica el principio de igualdad de oportunidades, el liberalismo se quiebra. Y vemos lo que ocurre en países, como en los mismos Estados Unidos, donde se busca un culpable de que se rompa la igualdad de oportunidades y Trump encuentra una vía para acceder a la presidencia. O en España, que lo sortea más o menos bien pese a que partidos como Vox o Podemos también intentar capitalizarlo. Sería bueno que todos se preocupasen por la igualdad de oportunidades para que la cuna o la partida de nacimiento no determinara desigualdades estructurales.

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También se muestra partidario en el libro de limitar el poder de las grandes corporaciones y esboza la idea de un gobierno global. ¿Es imprescindible?

Sería un error confiar la regulación del poder de mercado a nivel nacional. En todos los sectores, pero especialmente el digital, están demostrando una gran habilidad para sortear las regulaciones locales, siendo transfronterizos. Se da ese exceso de poder de mercado, lo que no siempre es visible de forma inmediata en forma de reducción de empresas y capacidad para fijar precios, pero empieza  pero si es verdad que esa oligopolización de la oferta acaba en capacidad para hacerlo. Y esto es malo por muchas razones, incluso porque se impide que empresas nacientes alcancen la adolescencia porque terminan engullidos apenas despuntan por los gigantes que están a la búsqueda de esas pequeñas organizaciones. En todo caso, hay que ser cuidadosos porque no toda concentración deriva en un poder de monopolio inmediato y hay sectores en los que cabe ser más tolerantes.

Está el asunto fiscal, donde cada país ha ido por su cuenta con las tasas digitales

Hay un informe del FMI que ilustra como estas empresas utilizan estrategias de ilusión o escapismo fiscal que son legales pero no parecen legítimas. Son las posibilidades que tienen para efectuar arbitraje fiscal y minimizar su factura. Esto es bueno afrontarlo de manera conjunta, no tiene sentido que Macron lo haga y que aquí tengas que esperar tres o cuatro años. 

La gran cuestión que siempre se plantea es si es posible hacerlo sin sacrificar la increíble capacidad de innovación que demuestran esas compañías. 

Hay que mantener un equilibrio, claro está. Pero debe conseguirse un grado de colaboración internacional adecuado si aceptamos la globalización, la homogeneidad del espacio, sin barreras fronterizas, o aduaneras, es necesario contar con reglas de circulación. 

¿Es usted de los que cree que más que crisis lo que viene es un periodo de “japonización” de la economía?

Compartimos algunas características de aquella economía, con bajo crecimiento, estancamiento de la productividad, insensibilidad de las inversiones al coste de capital -puedes bajarlo al 0% y seguir el agarrotamiento sin generar nuevas inversiones- y luego el envejecimiento. La diferencia es que los japoneses compran su propia deuda. Pero si acostumbras durante mucho tiempo a que el precio del alcohol es muy barato y la gente tiene tiempo libre, empiezas a ver a gente alcoholizada. Ahora vemos empresas zombies, sin resultados económicos en negocios sin rendimientos y que dan cabezazos. Cualquier perturbación externa que haga repuntar los tipos de interés haría que tuviésemos de nuevo problemas.