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Lo que no hará Feijoo

8 de noviembre de 2022
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Bailan las encuestas al son del cambio de ciclo político, que esta vez no ha durado ocho años sino apenas cuatro y que parece llevar a La Moncloa a Alberto Núñez Feijóo en la segunda mitad de 2023. Dentro de un año, siempre que no se adelanten las elecciones generales. Aunque en estos asuntos algunas veces aparecen giros inesperados de guion, lo previsible es que el candidato del PP se haga con la presidencia. Por tanto, y ante algunas esperanzadas visiones que quieren ver en él lo que probablemente no haya, bueno es repasar algunas de las cuestiones en que el gallego podría diferenciarse de Pedro Sánchez, pero que sin embargo no hará.

¿Reducirá el tamaño del gobierno y el del estado? Muy probablemente, no. España es un país que siente un gran apego por la supuesta protección que da el estado y el señor Feijóo no es la excepción. Ya ha dicho que encargará una auditoría independiente de las cuentas del estado si llega al poder. Podemos sospechar que será la excusa perfecta para decirnos que la situación es mucho peor que la imaginada y que toca hacer grandes sacrificios para cuadrar las cuentas. Sí, cuadrar las cuentas suyas, las del estado, aunque descuadre las nuestras con más impuestos, tal y como hizo Mariano Rajoy.

En su favor podría argumentarse que haya dicho que era necesario pasar de los 22 ministerios actuales a 9 o que en el plan económico que envió a Sánchez en abril plantease una rebaja fiscal de entre 7.500 y 10.000 millones de euros. Del mismo modo, su paso por la Xunta de Galicia mostró una administración que eludió el déficit público en todos los ejercicios, salvo en 2011. Pero, de todos modos, ¿alguien se lo imagina eliminando los 6.000 millones en subvenciones agrícolas, por ejemplo? Cuando el estado se ha metido hasta el tuétano en la actividad económica, es muy difícil hacer que retroceda, de modo que el margen que tiene el gobernante, más aun si se define “de centro”, como en este caso, es muy estrecho.

En el área política y social, cuesta imaginarse a Feijóo arremetiendo contra la llamada “ley del sí es sí” o de “garantía de la libertad sexual”, como la han denominado oficialmente. Mucho menos contra la ley trans, que ignora la biología, o la ley del aborto. No se conoce resistencia por parte del presidente gallego a estas cuestiones, en las que el PP suele pasar de puntillas, cuando no comprando en su integridad el paquete propuesto por la izquierda, que ha hecho de la ideología de género una bandera.

Otro tanto cabe esperar de la ley educativa del sanchismo, la Lomloe, porque en este asunto basta con recordar que los aspectos más conflictivos de la tímida contrarreforma que hizo el ministro Wert fueron derogados más tarde por el propio ejecutivo de Mariano Rajoy, como sucedió con el caso de la reválida de bachillerato y con los requisitos del nuevo examen de selectividad.

También vinculado a la mejora de la educación aparece la política lingüística, donde Feijóo ha demostrado muy poco apoyo, o ninguno, a los padres que en Cataluña reclaman que a sus hijos se les pueda dar clases en castellano. Quizá sí pueda ser un presidente que derogue la manipulación de la historia que se plantea desde la ley de memoria democrática, donde se incluye la insostenible figura del “fiscal de Sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática”, un gran inquisidor que perseguirá opiniones e ideas en la España del siglo XXI y que aparece en el texto aprobado, con el apoyo de Bildu, por el Congreso de los Diputados.

Dado que las encuestas indican que Feijóo solo podría ser presidente con el apoyo de Vox, algunos pueden albergar esperanzas de que sea este partido el que opere como esa conciencia reformadora que le faltó a Rajoy, poniendo por escrito los compromisos a los que deberá ceñirse el gobierno. Pero tampoco es Vox una garantía, ya que es cierto que opone mayor resistencia a la izquierda en el terreno discursivo, pero no todo lo que se oponga a la izquierda va necesariamente a traernos un avance de la libertad efectiva de los ciudadanos. Allí caben visiones tradicionalmente conservadoras o incluso liberales, pero también las cercanas al fascismo, que es tan intervencionista en la economía y en la esfera privada como el socialismo. El gobierno de Sánchez es el peor de esta etapa democrática, pero me temo que Feijóo se conformará con brillar más por compararse con su antecesor que por tener luz propia.