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Maldito seas, turismo

6 de septiembre de 2022
playas vacías
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Por increíble que parezca, Canarias se ha llenado, en poco tiempo, de personas que odian el turismo. No es que lo odien en tanto sea para sí mismos, ya que a muchos de ellos los vemos con gran entusiasmo dando a conocer sus viajes en las redes sociales. No. Lo odian como actividad económica y sueltan con total ligereza sus críticas al “modelo”, al “sistema”, sin reparar en que hay cientos de miles de isleños que viven gracias a ello. Quizá no es que no lo tengan en cuenta, sino que lo hacen de forma deliberada y hasta jactándose de su falta de empatía con los afectados (justo ellos, que se muestran como los campeones de la cacareada empatía).

Cada vez que se conocen las cifras de llegada de visitantes a las Islas, pues, debemos prepararnos para que estos sacerdotes del bien común se lamenten, a continuación, de que pese al buen momento del sector –que está recuperando el tono después de dos años muy duros– “esto no derrama en la sociedad” y que sigue habiendo miles de desempleados o de familias que viven por debajo de la línea de pobreza.

“Millones de turistas y nuestra gente sigue a la cola, como antes del covid”, sintetiza un tuitero local de gran éxito. Uno puede pensar que estos disparates son los que reinan en Twitter y que debemos considerarlos solo como algo circunscrito a esta red social de personas demasiado ideologizadas, pero es a la vez la expresión de un nihilismo que está presente en buena parte de la sociedad.

La lógica, si es que la tiene, se puede resumir en la siguiente secuencia: en Canarias hay mucha pobreza (verdadero) y el turismo va bien (verdadero), ergo, si el turismo va bien su consecuencia es la pobreza (falso). O, si somos algo más benevolentes, el razonamiento apunta a plantear de qué nos sirve el turismo y su éxito si no podemos salir de pobres. En el cálculo, no parece considerarse la posibilidad de que si no hubiera turismo quizá el problema de la pobreza sería mucho más grave. Ni tampoco se conjetura con cuáles son las alternativas. Mucho menos se aventuran a iniciar por su cuenta una actividad empresarial que dé empleo a los parados y los aleje de la pobreza.

Esta visión de la que hacen gala es parte de un todo que cuestiona por sistema las pocas cosas que funcionan bien si estas nacen de la iniciativa privada y defiende todo lo que hace la administración, aunque lo haga rematadamente mal. En términos generales, se busca un orden inverso de valores, donde todo lo bueno pasa a ser malo y lo malo pasa a ser bueno. Cada vez que aparezca algún negocio próspero, no tardarán en buscarle su lado sombrío y llamar la atención acerca de que no todo lo que reluce es oro. De la misma manera, defenderán sin disimulo, por ejemplo, la sanidad pública, aunque las deficiencias de su servicio sean notorias y, en algunos casos, de consecuencias mortíferas.

Si el turismo florece, fomentarán la turismofobia y dirán que consume demasiados recursos naturales, o que las ciudades se están “gentrificando”, palabro que demoniza el éxito, la prosperidad y el hecho de que un barrio mejore y sus propiedades se coticen al alza. O tratarán de recuperar la afortunadamente olvidada tasa turística, pensando en que siempre se puede subir un poco más los impuestos.

Poco parece importarles que antes de la crisis del covid el turismo alcanzase nada menos que una cuota del 33% del PIB regional y que generase el 36,5% del empleo del Archipiélago. Dirán que es hora de “replantear el modelo económico” o de diversificar la economía canaria.

Lo curioso es que, por lo general, los representantes públicos que piensan de esta manera –que son la mayoría– no se caracterizan por haber hecho grandes contribuciones a esa diversificación ni por haber logrado que florezcan nuevos modelos de negocio al margen del turismo. Antes bien, se comportan casi como agitadores, aunque tengan responsabilidades en el boletín oficial, como vemos cada semana en los miembros de Podemos tanto del gobierno nacional como del regional. Y señalan con el dedo acusador hacia el lado equivocado, simulando no saber que de ese tan vilipendiado turismo y los impuestos que paga provienen los recursos económicos con los que llenan cada semana su nevera.

Bernardo Sagastume