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¡No cabemos más! (la saga continúa)

18 de julio de 2022
nocabemosmas2
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Algunos hablan del juego del palo, otros del silbo o de la lucha. Por qué no, de las papas arrugadas. Pero si hay una tradición persistente, que cada tanto regresa y se vuelve a cultivar con tanto fervor como patriotismo esa es la discusión sobre la población en Canarias. Quizá sea intrínseca al carácter isleño esa idea acerca de que somos demasiados, que no cabemos más y, en consecuencia, que algo habrá que hacer. El asunto ha vuelto estas semanas, y cómo no, se le dedicará una comisión parlamentaria, faltaría más.

Esperemos no estar dando ideas, pero ante la superpoblación “no quedará otro remedio que lanzar en masa la bomba atómica, que también puede ser una solución si la insensatez de los hombres no ha utilizado el camino constructivo y se ha decidido por el destructivo”, decía Juan Perón en 1973, muy influido por la lectura de Los límites al crecimiento. Todos los tópicos que aún oímos hoy ya están ahí y han sido utilizados a lo largo de los años tanto por la izquierda como por la derecha. Este informe, encargado al MIT por el Club de Roma y publicado en 1972, vaticinaba desastres en los siguientes años, que al final nunca se cumplieron. El texto, de inspiración malthusiana, ha servido y sigue sirviendo de coartada a todos los que quieren intervenir en todas las facetas del ser humano, con la excusa de evitar grandes problemas medioambientales o incluso guerras por los recursos naturales.

En Canarias no me consta que se haya propuesto la supresión biológica, pero sí un freno a la inmigración, como ocurrió durante la presidencia de Paulino Rivero; o medidas indirectas, como las de paralizar vía intervención legislativa el crecimiento económico para así ser menos atractivos para los foráneos a la hora de buscar un lugar donde vivir o donde pasar sus vacaciones. Intentos concretos fueron las sucesivas normas sobre el territorio, como las moratorias o la ley de directrices, que pese a sufrir nuevas capas legislativas cada tantos años siguen teniendo efectos muy contantes y sonantes para el dinero de los contribuyentes, como lo demuestran las recientes indemnizaciones millonarias que se deberán afrontar por la limitación de los usos turísticos de la segunda moratoria, de 2009.

Se habla del “reto de la superpoblación” sin entrar a considerar si de verdad hay superpoblación en unas islas donde prácticamente no hay torres de viviendas, que es la manifestación habitual de una alta densidad de población. Al respecto, los moderados 94 habitantes por km² de España trepan hasta los 302 de Canarias, pero están muy lejos de casos emblemáticos de manejo hábil de altas densidades de población, como los 7.586 habitantes por km² de Singapur, un ejemplo de buenas prácticas medioambientales sin resignar bienestar económico (PIB per cápita de 61.539 euros, más que el triple que Canarias y con una población de inmigrantes del 37%, también más del triple que Canarias).

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Mientras la derecha suele sugerir medidas como leyes de residencia –es decir, prohibir la inmigración–, la izquierda se ensaña con el progreso económico. Sintetizando: nos debe ir peor para que vivamos mejor. Entonces surgen ocurrencias como las del decrecimiento, que inevitablemente nos haría más pobres o las de limitar la llegada de turistas. Esto enlaza con otro de los deportes autóctonos con más cantidad de aficionados, el cambio del modelo económico. La idea es que en vez de 15 millones de turistas, una cantidad que juzgan insostenible tanto estos oráculos como algunos de los que gobiernan, vengan la mitad y gasten el doble. Es increíble que a nadie se le haya ocurrido antes.

Sucede que en esos marcos mentales, que lamentablemente predominan, el modelo económico es algo que se decide en el despacho de un político, en el hemiciclo de un parlamento o, peor aun, en las cátedras de profesores universitarios siempre hostiles con el espíritu empresarial del que, de alguna manera, ellos mismos viven gracias a los impuestos. Pero no, si en Canarias el modelo económico gira en torno al turismo de sol y playa quizá sea porque tanto las costas como nuestra estrella más cercana pueden mantenerse lejos de las garras de los que quieren planificarlo todo. Incluso si en el camino pudieran quedar víctimas como los miles de trabajadores isleños que se dedican a la cosa. Un vaticinio: ninguna de las conclusiones que se saquen de esa comisión parlamentaria resultará útil para generar riqueza en Canarias, es decir, para que haya menos pobres entre nosotros. Y encima, no solo pagaremos por esas conclusiones, sino que deberemos oírlas como si de una verdad revelada se tratase.

 

Bernardo Sagastume