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Nos tratan como a niños

3 de febrero de 2023
Reciclaje
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Con eslóganes y frases motivadoras como “Recicla en el cole, y en el pabellón; recicla en todas partes, que mola mogollón” o “Por un mundo en equilibrio, ¡amo, conservo y reciclo!”, se nos insta desde hace algunos años a sumarnos con entusiasmo a la separación de residuos en el hogar, a llevarlos a los contenedores correspondientes y a educar a los niños en esas costumbres, tanto en la casa como en el colegio. Se promueven estas conductas como éticamente loables, porque cada uno de esos pequeños actos significaría un paso más hacia una meta de mucha altura: se supone que estamos salvando al planeta, que se encuentra en riesgo mortal. Pero, ¿y si fuera mayormente una mentira?

En los hechos, lo más probable es que esa separación de residuos no sirva para nada, al menos si nos ceñimos a lo que los números dicen. Si usted vive en Tenerife, en más de 90 de cada 100 casos su esfuerzo por reciclar es un esfuerzo del todo inútil. Publicaba el Diario de Avisos que la isla es campeona en enterramiento, no de personas sino de basura, y que el Complejo Ambiental de Arico solo recicló el 3% de materia orgánica durante el año pasado. La tasa de reciclado en Canarias está algo mejor, sobre el 30%, lo que mantiene la estadística en una relación de 7 a 3 en cuanto a que su esfuerzo de separar resulte en vano.

Si todo esto es así, ¿por qué será que nos tratan como niños y nos hacen creer cosas que no son? ¿Es necesario despertarse un día con la noticia antes citada para darse cuenta de que todo es una farsa? Los defensores del monumental embuste es probable que lo defiendan, argumentando que aunque no sea cierto, simular que se recicla es un buen entrenamiento para cuando en el futuro esto sí sea una realidad. Pero esa actitud quizá sea incluso peor que la del engaño en sí, porque supone un paternalismo intolerable entre adultos, más aun cuando se trata de asuntos públicos y que no nos queda más remedio que financiar puesto que se pagan con nuestros impuestos.

Sabemos que trabajan sin desmayo por nuestro bien, pero algo más de sinceridad sería de agradecer. Lo que ocurre es que alguien les ha hecho creer a los gobiernos que ellos conocen mejor que nosotros qué es lo que nos conviene y por eso se la pasan sermoneándonos sobre los más variados asuntos. Tiemblo cada vez que oigo por ahí que es necesario “concienciar” a la población acerca de este o aquel problema. Se pagan costosísimas campañas de publicidad con la excusa de la concienciación y lo que uno acaba sospechando es que se trata de un mecanismo perverso que en el fondo busca eximir de responsabilidades a quienes deberían asumirlas con todas sus consecuencias. Una vez que la administración deje de tener culpa, alguien pasará a tenerla y me temo que la tendremos usted y yo.

Algo parecido ocurre con otro mecanismo perverso y es el de la “formación en…” lo que sea. Esto es especialmente frecuente en las cuestiones de género, que no son otra cosa que un programa político que se presenta sin embargo como algo casi científico, en lo que es necesario formarse para enterarse de qué se trata. Ante el asesinato de una mujer por parte de su marido, saltarán las tertulianas a clamar por una mayor formación en perspectiva de género. Si en una empresa resulta que hay más jefes que jefas, dirán que es porque falta formación en igualdad. Y todos lo aceptamos mansamente, al menos por ahora. Y las empresas se suman también de forma totalmente acrítica, aunque no lo hacen sino porque piensan que menos dañino para su negocio es plegarse que ponerse a discutir estas políticas públicas. Mirando al futuro, no parece que esto vaya a mejorar, toda vez que se celebra como un triunfo que a partir del año que entra las guaguas sean “gratis”, sin ponerse jamás a pensar en que lo gratis no existe. Pero nadie quiere despertar al niño que llevamos dentro de ese sueño donde simulamos creer que los Reyes Magos redactan el boletín oficial.