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Preferimos hablar de otras cosas

3 de febrero de 2023
Roque Cinchado
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Me lo comentaba un amigo que, después de muchos años de vivir fuera, había vuelto a residir en las Islas. Estaba sorprendido –más bien, azorado– tras haber sintonizado varias radios locales y oír cuáles eran los temas que se trataban. “Es que no hablan de lo que de verdad pasa aquí, se la pasan ocupados en debates falsos y que no incomodan de verdad a los responsables de los asuntos públicos”, decía. Mi primera reacción tuvo algo de corporativo, al tratar de defender a los compañeros de profesión, pero con una mano en el corazón al final tuve que darle la razón.

Canarias se sitúa como la región con mayor pobreza severa del país, según el informe “Arope”, con unos números que superan en 10 puntos la tasa nacional gracias al 37,8 % de la población insular que se encuentra “en riesgo de pobreza o exclusión social”. No es entonces de extrañar que sea cada vez mayor la brecha entre la renta per cápita media de España y la de la Comunidad Autónoma. A comienzos de este siglo eran cifras convergentes, pero hoy es apenas el 73,6% de la cifra nacional. Sin embargo, el debate público en Canarias parece estar marcado por problemas como la incógnita acerca de si la estatua de Franco en la Avenida Anaga debe o no seguir allí, asunto que solo preocupa a una ínfima parte de la población.

Canarias es el destino de solo el 0,3% de las inversiones de capital extranjero en España. Dicho de otra manera, de cada cien euros que desde otros países se dedican a emprender proyectos en el país, las Islas reciben apenas tres céntimos. Son números que no se condicen con una región donde reside alrededor del 4% de la población española y cuya economía representa el 3,7% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional. Pero en la radio se pierden horas enteras hablando de los “derechos” (privilegios) de los empresarios agrícolas isleños, que solo a través de eternas y cuantiosas subvenciones parecen capaces de sacar adelante sus negocios.

Si usted está pendiente de una operación vinculada a traumatología, oftalmología o cirugía general, lo mejor es que se siente y se lo tome con calma, porque está en el peor tramo de la peor gestión sanitaria del país. Canarias tiene la lista de espera quirúrgica más larga de España y en esas especialidades es donde se viven las peores situaciones, con bastante más que los 144 días que en promedio han de pasar para por fin entrar en un quirófano del Archipiélago. El año pasado había 32.918 canarios que estaban pendientes de una operación. Sin embargo, los diputados autonómicos nos dicen que el problema es que somos muchos y que entonces debemos debatir “la capacidad de carga”. Meses y meses de dietas y comparecencias en una comisión del Parlamento para llegar a conclusiones que serán, seguramente, más equivocadas que las premisas que motivaron el grupo de estudio.

Canarias es la quinta comunidad con mayor déficit de plazas en residencias de mayores y aunque hoy se ejecutara el llamado “Plan de Infraestructuras Sociosanitarias”, que habría que verlo, seguirían siendo insuficientes. Somos la quinta comunidad española con menos plazas para mayores en los centros sociosanitarios, por detrás de Andalucía, Valencia, Galicia y Cataluña, según un informe de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales. Pero en las tertulias todos se felicitan de que esta sea de las pocas regiones donde el partido político Vox no haya logrado aún representación parlamentaria.

La comunidad autónoma lidera el desempleo en España, junto con Andalucía y las ciudades autónomas, con un terrible 17,7% que parece poco al lado del pesadillesco paro juvenil, que alcanza el 43,5%, solo superado por Ceuta. Y si logra alguno de ellos salir de las listas del Inem y tiene la suerte de conseguir trabajo, se enterará por la vía de los hechos de que su nómina no será la gran cosa, probablemente, ya que el salario medio bruto mensual, de 1.959 euros, es el más bajo del país. Qué suerte vivir aquí, repiten los optimistas cada vez que pueden ir a la playa en pleno invierno. Quizá ese, el del buen tiempo que no pueden arruinar las autoridades, sea el último incentivo para sentirse felices de vivir en el Archipiélago. Es el único consuelo que nos va quedando.