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Trump, presidente canario

11 de enero de 2017
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Donald Trump ya es presidente de los Estados Unidos y comentaristas de todo pelaje analizan sus primeros discursos y medidas que confirman políticas proteccionistas. Nuestros políticos autóctonos se llevan las manos a la cabeza al ver que el amigo americano está cumpliendo su programa electoral desde el primer día que se sentó en el despacho oval cuando ellos llevan décadas ocupando la poltrona haciendo lo contrario a lo que prometían en campaña. Y en un acto de contorsionismo político y cierta sinvergonzonería critican las ideas que ellos llevan años poniendo en práctica.

Los pilares del libre mercado son la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales. El nuevo inquilino de la Casa Blanca parece un entusiasma de ellos siempre y cuando se den dentro del país pero los aborrece de puertas – o muros – para fuera. Nos quejamos a menudo de que nuestros próceres no están a la altura de su tiempo y ahora descubrimos que eran unos adelantados, Trump podría pasar perfectamente por un presidente del gobierno de Canarias dispuesto a trasladar las mismas políticas a los Estados Unidos. Y no solo por haber ganado las elecciones sin necesidad de ganar el voto popular en las urnas.

Envueltos en la bandera autonómica los políticos de Canarias han defendido desde la contratación prioritaria de canarios hasta la soberanía alimentaria. No se trata de ocurrencias aisladas, Clavijo reincidió en la propuesta de Paulino Rivero para que las empresas contratasen primero a trabajadores locales antes que a los foráneos. De hecho, las convocatorias de empleo público se hacen coincidir con las de otras comunidades para que no vengan a competir desde la península en las oposiciones. Sin llegar al extremo de prohibir la compra de productos agrícolas de fuera sí que se subvencionan las plantaciones locales y el sello “hecho en Canarias” unido a la campaña “compro lo canario” nos llevan en esta dirección. Nos extrañamos de la retórica de “América primero” mientras aquí impera desde hace años el “Canarias primero”.

Por si fuera poco, la aduana Canaria es una realidad que impide el libre comercio no solo con el mundo, sino con el resto de España. No estamos hablando de levantar nuevos aranceles de la Unión Europea hacia fuera (que ya existen) sino de que impuestos encubiertos como el AIEM encarecen las importaciones bajo el pretexto de favorecer a los productores locales. Este rancio nacionalismo económico es el pan nuestro de cada día mientras que nos espanta su versión light americana. Y es que al menos los americanos parecen tener claro que el libre comercio y la libertad de bienes y personas debe ser total dentro de sus fronteras, que abarcan un continente y no siete pequeñas islas en mitad del océano.

Atrás quedaron las oleadas de pateras que arribaban a las playas del archipiélago. No es que los inmigrantes ya no estén interesados en llegar a las costas de Canarias sino que la frontera marítima se blindó con el sistema de vigilancia FRONTEX . No se pueden levantar muros sobre el océano pero sí proteger las aguas territoriales a través de radares y buques. La libre circulación de personas parece ser un derecho entre Mexico y los Estados Unidos pero una desgracia si se da entre el continente africano y las islas Canarias. Como la solidaridad, la libertad migratoria es algo que vemos con buenos ojos en otros lugares pero no cuando nosotros recibimos la inmigración.

Tampoco creamos que es un mal exclusivamente canario, la demagogia mercantilista se encuentra muy extendida en la cultura popular. Por ejemplo, nos alegramos cuando una empresa nacional compra una compañía extranjera pero nos aterra lo contrario, ¿Por qué es bueno que una empresa española compre una inglesa pero no a la inversa? La respuesta no es económica, es sentimental y se utiliza para alimentar las pasiones más bajas del ser humano a través del nacionalismo. La economía libre es inseparable de una visión cosmopolita y abierta del mundo, lo contrario a lo que tenemos en Canarias y a lo que Trump quiere hacer en América.

Y es que en Canarias llevamos años de ventaja a los Estados Unidos de América, aquí ya hemos ensayado las políticas que pretende poner en marcha Trump al otro lado del Atlántico. Bienvenidos sean los nuevos librecambistas pero que dejen de criticar y se rectifiquen a ellos mismos abriendo la economía canaria, derogando el proteccionismo que por ley empobrece a los canarios. O que al menos copien las ideas del americano en cuanto a las bajadas impositivas, tanto para las familias como para las empresas. De otra forma parece que aquí estaremos condenados a padecer lo peor de ambos mundos.