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Juan María Nin: “Debemos acostumbrarnos a escuchar a los expertos”

1 de mayo de 2017
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El caso de Juan María Nin Génova es excepcional.  Es un banquero con un conocimiento exhaustivo de teoría monetaria siguiendo el razonamiento de la Escuela Austriaca de Economía, que hunde sus raíces -esto es evidente que le gusta más- en la Escuela de Salamanca con pensadores a los que cita sin reparos en su libro: Francisco de Vitoria, Diego de Covarrubias, Martín de Azpilcueta, Domingo de Soto, Tomás Mercado o Juan de Mariana. Aparte de las aportaciones de los anteriormente citados en campos como el derecho o la economía, son sin duda sus valores morales los que más satisfacen a nuestro interlocutor, hasta el punto de mostrar su satisfacción por el hecho de que el periodista fuese capaz de reconocer ese aprecio, “me da mucha alegría que hayas detectado ese afán mío por reconocer los valores y la ética subyacente que debemos a aquellos pensadores”, nos dice. El libro que propicia el encuentro por media hora se titula “Por un crecimiento racional”,. (Deusto, 2017) y ha llamado la atención por lo voluminoso (más de 600 páginas) y atrevido de su contenido. 

Dice en su libro que tenemos un sesgo por las buenas noticias y, en otro pasaje, que el conocimiento en banca lamentablemente no es acumulativo. ¿Estamos haciendo bien las cosas ahora mismo?

“Creo que no, especialmente en los últimos meses. Hay algo que cuento en el libro, tuve que acudir a un encuentro en el Club Bilderberg que se celebró en Washington y debía preparar un discurso para intervenir. En la noche previa reflexionaba sobre el enfoque, creía que debía de ser un alegato moral porque cualquier exhibición impúdica de cifras no iba a conducir a nada. La percepción, que es lo que cuenta en economía, era que estábamos muy mal y que precisaríamos un rescate de entre 150 mil y 260 mil millones de euros, algo inasumible y que comprometía el futuro de la Unión Europea. Expliqué, como hice más tarde de forma milimétrica ante Merkel, que el ciclo español no coincidía con el europeo, que en el año 2002 nosotros crecíamos y Alemania o Francia eran los enfermos de la zona euro. Se decide flexibilizar los criterios de Maastricht con esos países, e inunda de liquidez toda la zona euro y se adoptan tipos de interés negativos, lo que ceba una burbuja inmobiliaria que tarda un tiempo en que sus efectos se perciban, incluso cuando todo se empieza a desmoronar para nosotros no resulta tan evidente. De aquellos años son las afirmaciones de que en nada cogíamos a Francia, era el sentimiento general. Explico que el factor tiempo es esencial para nosotros, que ellos nos ven en una fase del ciclo por la que ellos habían pasado. Pero remarco que somos consciente de los errores que hemos cometido, que somos un país serio, con un gobierno serio y unas instituciones serias, particularmente el Banco de España que está al nivel, si no superior, que el de sus respectivos países. Y hago un repaso de lo ocurrido, con todos los bancos quebrados en los Estados Unidos menos JP, en el Reino Unido todos menos HBSC, en Holanda se salvó el Rabobank, de Italia mejor no hablar. En España las instituciones funcionan, esto era esencial defenderlo ante unas personas que eran las encargadas de tomar decisiones clave. Y en último lugar, después de reconocer los errores, digo que en España no hay fraude, que se puede discutir la utilidad de algunas obras e infraestructuras pero que en todo caso no se puede afirmar que hay un fraude generalizado. Por cierto, también les digo que ellos vinieron a dar todo el dinero del mundo en aquellos años, que asumieron riesgos y ahora debían ser parte de la solución, no aumentar el problema. Una vez que compran el discurso, lo que hago es cuantificar, desde mi experiencia en el sector de más de treinta años, y comento que necesitaríamos unos 50 mil millones de euros. Tenía muy presente que aquella cifra de 260 mil millones de euros era imposible para la UE, supondría la desaparición del euro y la intervención de España, aparte del estigma para nuestro país durante siglos de haber acabado con el sueño europeo. Es algo injusto para Europa y para España. Se abrió una línea de 100 mil millones y veremos al final cuánto vamos a devolver, dependerá del precio que alcance Bankia una vez se privatice. Entonces, ¿hoy qué pasa?. Se ha hecho un ruido enorme y ahora se escuchan opiniones en el exterior que son en buena parte responsabilidad nuestra, como la de ese ministro holandés que dice que los países del Sur nos hemos gastado el dinero en beber y en follar, con perdón. Todo el crédito ganado desde la transición se empieza a evaporar a base de ensalzar errores sin delimitar su naturaleza. Cuanto más se generalice, más daño se hace y no es verdad y resulta ofensivo decir que ha quebrado el sistema financiero, exijamos respeto por las cajas vascas, Ibercaja o por el BBVA que no han causado daño alguno”

Es decir, lo que reprocha es el nivel del debate en España, que hace que fuera se copien algunos de estos modos locales.

“Es que fuera estamos ya en unos niveles próximos al insulto, completamente injusto para con una sociedad que ha transitado por la crisis de una forma ejemplar, abuelos que han acogido a nietos e hijos en sus casas dependiendo de una pensión, familias que han restado de sus nóminas para ayudar a algún familiar en problemas, amigos en busca de socorro que han encontrado la mano tendida… Y en esa idea de que somos un país serio, también desde las instituciones públicas, los ayuntamientos han hecho un esfuerzo titánico para cambiar su estructura de ingresos y dejar de depender del inmobiliario y poder empezar a pagar sus deudas”.

Usted dice en el libro que había sido mejor hacer el banco malo en los primeros momentos de la crisis, cuando había abundante liquidez. ¿Podría haber contribuido a que el clima fuese distinto”

“No lo sé, es cierto que en aquel momento cuando presenciamos el derrumbe como dicen los anglosajones, planteamos esa posibilidad, era algo ya ensayado en los países nórdicos. Era una reflexión que seguro se hizo en algunas instancias pero se descartó porque España crecía y crecía bien, se minimizó el riesgo de contaminación. Hubo un exceso de optimismo, la época de los brotes verdes. Entonces recuerdo ir a Hong Kong, a ver a Stephen Roach, un analista macroeconómico muy ácido y me vuelvo muy tranquilo sabiendo que no me he vuelto loco al negar aquel entusiasmo en el año 2010. En parte, esta es la razón de este libro, el dejar escrito que había otras opciones y si alguna vez se vuelve a producir algo similar, que alguien lo lea y diga, mira, ellos pensaron en esto y quizás puedan estudiarlo con más cuidado”.

También se muestra partidario de soluciones “bail in”, donde sean los accionistas, acreedores, bonistas y depositantes de las entidades financieras las que carguen con las consecuencias de errores empresariales, no salvarlas con dinero público. 

“Explico que la reserva fraccionaria, el depósito irregular y la violación de los principios generales del derecho ha sido gasolina para el crecimiento que hemos tenido desde el renacimiento italiano hasta hoy. No habríamos crecido de esta forma pero, al tiempo, creo que el depósito irregular introduce una gran falla en el sistema que es el catalizador de las crisis. Ahora hay que cerrar el círculo para que los bancos puedan quebrar, el camino final debe ser el “bail in” pero antes aumentar la cultura financiera de los ciudadanos para poder discernir las inversiones erróneas de aquellas en las que puedan haber sido víctimas de engaño. Deberíamos tener un concepto claro de que el dinero público es sagrado y que no servirá para sacar del atolladero a aquellos que invierten a sabiendas en subordinadas o preferentes”

Me ha hecho gracia que se muestre crítico con los bancos centrales, el sistema monetario y que al final reconozca que es necesario el Banco de la Reserva Federal (FED) por más que solo reconozca el papel que ha jugado a su frente Paul Volcker. 

“Me permito una licencia humorística hacia el final de libro, digo que Dios hizo el mundo privado pero el hombre lo convirtió en público. Cuando Pirón está en casa de Montesquieu le dice que las cosas son de esta manera, podrían ser de esta otra e incluso de ninguna de las dos. Creo que mi talante no puede ser más liberal pero los años te van haciendo más flexible. La complejidad de la acción humana y la falla que introduce el sistema de la reserva fraccionaria hace que sea necesario un mecanismo que otorgue liquidez cuando las cosas se ponen turbias, sin ella la fragilidad se hace evidente a las primeras de cambio. Otra cosa es que debemos asumir que los bancos centrales no crean crecimiento, lo generan los ciudadanos. Entre ellos deben primar el recto comportamiento, ahorrar, ser austeros, avalar la igualdad de oportunidades, el respeto de la ley… todo eso crea crecimiento. Algunos han llamado a los bancos centrales como bomberos creyendo en esa capacidad para el crecimiento que no avala la historia. Pero en el caso de Volcker, es que uno piensa en lo maravilloso del comportamiento de alguien que, para preservar su independencia, niega una visita al presidente Reagan y solo acepta reunirse en el Tesoro, un escenario neutral”. 

Usted es de los pocos analistas que no ve con preocupación el Brexit.

“No. Creo que hay que agradecerles su honestidad -un valor anglosajón- porque no han creído en la unión política que es la piedra angular del proyecto europeo. Ahora que han decidido irse se podrá marchar con más determinación que nunca pero es cierto que es complicado avanzar a la misma velocidad. Como banquero ya le digo que mutualizar los riesgos de 27 países para conseguir una unión bancaria y fiscal previa a la política es imposible. Así que veo diversas velocidades, es difícil pero ya hemos hecho otras cosas complejas, hemos tenido un largo y meritorio camino de más de sesenta años construyendo lo que tenemos sin guerras ni enfrentamientos”

Usted pide disculpas en el texto a las generaciones futuras por legarles una cantidad colosal de deuda. ¿Cómo se sale de aquí?

“Se sale como está haciendo el sector privado, las familias, los autónomos, las pymes, las grandes corporaciones, todos están desendeudándose por más que han sufrido enorme tentaciones para la renovación de sus créditos o esa apelación casi en clave apocalíptica de endeudarse como palanca del consumo y la reactivación. Estos actores han dado prioridad al pago de la deuda, lo que no ha ocurrido con el caso del sector público, aunque llegará. La solución vendrá porque siendo un final de ciclo brutal viene un mundo tremendo, la revolución digital provocará un aumento de productividad que se traducirá en una mejora de los ingresos, que deberían servir para reducir la deuda”

Usted ha sido consejero de Repsol. ¿Cómo vivió lo ocurrido en Canarias con el No al petróleo?

”Me parece que debimos haber primado en el debate las consideraciones técnicas. Todo el mundo puede opinar, claro está, pero los expertos pueden y deben ayudar a formar opinión a los ciudadanos. Hay que acostumbrarse a respetar a los expertos, lo que no pareció que ocurriera entonces”.

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