cabecera_new

El alquiler vacacional está generando turismofobia

1 de octubre de 2017
Nº23
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on linkedin
LinkedIn

Formado en España, Alemania y Reino Unido en dirección y administración de empresas -en su caso, ha crecido profesionalmente en la gestión de empresas con una larga trayectoria en el sector turístico-, el almuerzo con Jorge Marichal, en la actualidad presidente de la patronal hotelera y extrahotelera de la provincia tinerfeña, transcurre poco después del atentado que este verano golpeó a Barcelona, luego a todos sin excepción. 

No hay sociedad o colectivo que se acostumbre al terror, tampoco el país que convivió durante décadas con los zarpazos de ETA o tembló un 11 de marzo, en Atocha. El presidente de Ashotel da muestras de la entereza con la que debe responderse a la ubicua amenaza del yijadismo, ni se conforma ni mira hacia otro lado.

  • Nadie en el mundo puede levantar la mano y decir que la seguridad está garantizada al cien por cien. No debemos acostumbrarnos, ni desde luego bajar los brazos. Hay que seguir avanzando, de ahí que superado el tremendo impacto emocional que provocan estos atentados tendamos a interiorizar este factor de riesgo y a recuperar la normalidad. La vida debe continuar. La inseguridad es un todo que está en todas partes, hay que ponérselo cada vez mas difícil y responder con la libertad que los terroristas pretenden dinamitar. Quien diga que no tiene miedo no está diciendo toda la verdad. Yo tengo miedo, pero tengo más coraje que miedo.

El zarpazo en las Ramblas de Barcelona, como antes en París, Bruselas, Londres o Niza, además de dolor y de la imprescindible necesidad de no dejarnos arrastrar o vencer por la impotencia abre la puerta a posibles cambios de hábitos, a dejarnos llevar puede que lenta pero imparablemente hacia otros escenarios de consumo u ocio. Es pronto para saberlo, pero esa posibilidad está ahí. Marichal antepone el coraje y las rutinas a la expectativa de que los espacios abiertos se resientan y pierdan fuerza ante el terror.

  • A mi juicio no van a cambiarse los hábitos. El secreto de la vida es sobrevivir. Es lógico que en un primer momento la gente, los consumidores, tengan dudas por el peso del miedo inmediatamente posterior a un atentado, pero hay que seguir viviendo porque lo contrario es encerrarse en casa. El riesgo siempre ha estado y estará, se manifiesta de formas diferentes pero ahí está. ¿O acaso Nueva York no recuperó la normalidad después del 11-S? Las sociedades sobreviven al riesgo y siguen adelante. Cuando estas cosas ocurren bajan un poco las reservas turísticas, pero mas pronto que tarde vuelven a sus números de siempre. La vida sigue.

Apostando por esa normalidad a la que apela Jorge Marichal recuperamos el día a día de un país, de una región, en la que el empresariado continúa siendo un colectivo inquietante a ojos de buena parte de la opinión publica. Él aborda los asuntos en abierto, sin paños calientes, lo que piensa lo dice.

  • Sorprendentemente, a estas alturas el empresariado sigue siendo mal mirado por buena parte de la sociedad. En ocasiones la realidad te lleva a concluir que la legislación no nos ampara a todos por igual. La casuística confirma que en muchos escenarios se protege más a quienes ocupan ilegalmente una vivienda que a su propietario. A veces la ley se lo pone más fácil y es más paciente o benévola con quienes la incumplen que con aquellos que cumplimos con nuestras obligaciones. Hace unos días supe que unas personas que se han instalado de forma ilegal en una vivienda propiedad de mi familia estaba anunciándose en las redes ofreciendo alquileres por habitaciones. Tal cual. Situaciones así no definen a un país del primer mundo, hay un deficit de seguridad jurídica que daña a determinados sectores y a partir de ahí a la economía y a la sociedad en su conjunto. O se cambia de actitud y se aplican las leyes o acabaremos siendo Venezuela. Hace falta un cambio de paradigma social, no puede ser que se dé cobertura a quienes viven blindados por determinados derechos sin asumir una sola responsabilidad.

Volvemos a Barcelona, ciudad particularmente afectada por acciones (puede que escasas, pero con una enorme repercusión) contra los turistas y actividades que rodean los servicios que se le prestan. No solo ocurre en Barcelona, también en otros territorios del país con peso turístico han comenzado a incorporarse al paisaje urbano pintadas o actuaciones de colectivos que han encontrado en el ataque al turismo una puerta por la que ganar existencia, alimentando indirectamente determinados discursos -independentistas, en el caso catalán- y ganando adeptos entre los anti-sistema y aquellos que viven de cerca la presión del mercado turístico. ¿Canarias quedará al margen de ese fenómeno?, ¿en qué medida está cambiando el paisaje urbano el alquiler vacacional?

  • Debemos ponernos en situación. En Barcelona se ha vivido con muchísima incidencia la multiplicación del alquiler vacacional. Hay barrios donde gente que llevaba toda la vida allí están rindiéndose y abandonando su espacio urbano, vecinal y familiar de siempre. Quienes como clientes apuestan por el alquiler vacacional buscan buenos precios, sin duda, pero sobre todo mimetizarse con la ciudad o el lugar al que viajan, salirse del ámbito turístico que representan los hoteles para meterse en la piel del barrio. Paradójicamente, está pasando justo lo contrario. Los barrios se están adaptando a los turistas, dejando de ser ciudad para convertirse en un paisaje a la medida del turista. Son los barrios los que se mimetizan para convertirse en un espacio donde los turistas se sientan y vivan como turistas. Cambia el vecindario, las tiendas, los servicios, cambia todo para dejar de ser un barrio normal y transformarse en un barrio turístico, con lo que el alquiler vacacional pierde su supuesta filosofía de ofrecer una experiencia más real del lugar al que se viaja.

En lo que llega un marco legal que concilie las diferentes actividades, todo va cambiando. Horarios. Servicios. Rutinas. Hábitos vecinales. La convivencia de los residentes con quienes optan por el alquiler vacacional está cambiando la vida a quienes comparten la escalera de una comunidad de vecinos. Y, como recalca Marichal, también las necesidades en lo que a servicios públicos se refiere. 

  • Espacios pensados para residentes fijos están quedándose sin esos residentes fijos, con lo que las infraestructuras públicas, como colegios y similares, pueden perder mas pronto que tarde la función para la que fueron concebidas y construidas.

Finalizada la descripción de la situación se vuelve a la cuestión que pocos o ninguno en las Islas quiere verbalizar. ¿Es posible que asome la turismofobia en Canarias?

  • Si no se ordena bien definiendo un modelo adecuado para el turismo vacacional en las Islas se generará turismofobia, de hecho está generándose ya. Hay complejos y municipios en los que los residentes están hartos de los inconvenientes que en su día a día está provocándoles una situación que consideran injusta e insoportable. El turista es el que menos culpa tiene de esto, pero quienes ven como precipitan el final de sus contratos para dedicar la vivienda a esa modalidad de alquiler, o aquellos que han perdido la tranquilidad de compartir la escalera con residentes con sus mismos horarios y hábitos, ¿contra quien cargan? Van a por el turista, ven en los turistas la causa de sus males. 

Con esa fotografía de situación bien podría concluirse que en Canarias la turismofobia crece aunque no se manifieste con pintadas o acciones de grupos más o menos espontáneos. 

  • Se está incubando y está creciendo. El turista no es el responsable. La culpa es de los legisladores. Si no se sabe regular la situación la realidad te pasa por encima. Algunos no han entendido que el éxito de Canarias ha sido y es, sí o sí, la urbanización turística. La gente viene a las Islas porque se siente cómoda y perfectamente adaptada en el entorno de servicios que le ofrece la urbanización turística. En una fábrica de velas no se pueden hacer aviones, y eso es lo que está pretendiéndose con el alquiler vacacional. En un ámbito residencial los parámetros no son los que requiere otra actividad. No se puede hacer un turismo razonable y ordenado en espacios que no han sido concebidos para ello. Además, de poco sirve tener un marco si no se tienen inspectores para controlar la situación, y no hay inspectores. 

No ve con malos ojos la zonificación que la ley balear ha convertido en una de sus principales herramientas de trabajo. Unidad de explotación dentro de una división horizontal, a su juicio por ahí debe llegar la receta, de tal forma que si un edificio en zona residencial se quiere dedicar a vivienda vacacional que lo haga, pero todo el edificio y no solo una parte. 

  • En ningún caso mezclar los usos residenciales con otros usos, entre otras cosas porque así lo dicen todas las leyes urbanísticas, que diferencian esos usos. Mezclar las cosas desembocará en problemas estructurales, ejemplos hay cientos, pongamos por caso el consumo de agua, no es el mismo en un caso o en otro. 

Contra la corriente de quienes ve en el planeamiento un cúmulo de rigideces que entorpecen la actividad y el crecimiento económico, Jorge Marichal se pregunta, alto y claro, si es cierto o no que gracias al planeamiento Canarias ha pasado a ser una potencia mundial del planeta turístico. “Mucho hay que agradecer al planeamiento”, asegura sin dudarlo un solo segundo. 

Entre otros platos del curso político que ahora arranca, sobre la mesa se mueve el reabierto debate sobre el techo de crecimiento -razonable, inteligente y sostenible- que Canarias debe marcarse o tiene que definir. Tampoco sobre este asunto duda en la respuesta. Cree que las Islas deben crecer hacia dentro. Así lo cree, y así lo explica.

  • Sí, crecer hacia dentro. Generando un mayor retorno sobre un mismo espacio crezco bien, se genera más empleo y se mejora la calidad del producto al incrementar la calidad del establecimiento que presta el servicio. En la medida en que el turista se aloja en un establecimiento mejor cuando consuma gastará más. 

A los postres, al grano. ¿Debe Canarias aspirar a recibir quince, dieciocho o veinte millones de turistas o debe ponerse un límite que garantice que seamos capaces de hacer las cosas bien?

  • Nadie puede crecer de forma ilimitada. Si un turista coge una cola de dos horas en la autopista es muy probable que no vuelva. Claro que no podemos pretender un numero ilimitado de turistas. Hablemos de noches de hotel, ese es el dato de referencia. Canarias tiene una capacidad que es la que es, y es la que marca el equilibrio razonable. 

¿Son eternas las vacas gordas de las que disfruta en estos momentos el sector? Datos propios y análisis generales apuntan a que por delante se cuenta con cinco o seis años de bonanza garantizada, aun así considera Marichal que las expectativas son siempre volátiles, expuestas a circunstancias sobrevenidas que alteren el mejor de los análisis. Planificar sí, recalca, pero debidamente acompañado de la prudencia y de los mecanismos de control que cualquier inversor o emprendedor debe manejar. “En el oeste ganaba el más rápido no el mas bueno”, sentencia antes de sumergirse en algunas de las asignaturas pendientes, en este caso con especial incidencia en Tenerife.

  • Hay que dar respuesta a corto plazo a la demanda de una terminal mejor, a medio plazo a la necesidad de una segunda pista en el aeropuerto del sur y, sin duda, en lo que a carreteras se refiere Tenerife tiene un deficit importante, ahora bien, tenemos que pensar que la solución no es contar con veinte carriles. Más asfalto y más coches no parece que sea la receta que estamos necesitando.

Cree, y mucho, en el Puerto De la Cruz -en Tenerife-, de hecho está convencido de que tiene un gran futuro. Marichal considera que para el mercado turístico el norte también existe. Eso sí, a su juicio, con el imparable peso de las redes sociales ya no hay espacio para intentar esconder plantas obsoletas. Las redes muestran la realidad en abierto, de ahí que según el presidente de la patronal hotelera y extrahotelera haya que volcarse en mejorar las instalaciones y los servicios que se prestan porque el turista tiene toda al información y todos los datos antes de definir dónde quiere pasar sus vacaciones o días de ocio. 

Especialmente crítico se muestra con las voces -preferentemente sindicales- que ahora ponen el grito en el cielo para denunciar la situación de las camareras de pisos. No le tiembla la voz cuando defiende la bondad de los convenios firmados o, en su caso, al poner de relieve las contradicciones e incoherencia de algunos sindicatos. 

  • Siempre hay alguien que incumple lo acordado o que hace las cosas como no deben hacerse. Hay casos de juzgado, pero no podemos generalizar. Sé de sindicatos que valoraron positivamente los convenios por atender criterios de formación, actividad, etcétera, y que a posteriori levantaron la voz supuestamente indignados con la situación de las camareras de piso, y esto es lo que no puede ser, se dice una cosa y la contraria. Sé de convenios que fueron firmados sin que ni uno solo de los que se sentaban en la mesa dijera algo sobre la situación de las camareras. 

Difícilmente puede un almuerzo que tuvo lugar a finales de agosto acabar sin que afloren las microalgas en el transcurso de la conversación. Cuando llegan los cafés se impone ir a tiro hecho, sin rodeos, abordando los diferentes flancos de un mismo asunto: microalgas, vertidos incontrolados al mar y gestión de residuos.

  • La cuestión central es el control de los vertidos. Si queremos ser un destino turístico excelente no podemos permitir que siga ocurriendo lo que está pasando con el vertido de aguas contaminantes. Se arregla con planificación, no con polémicas. ¿Las algas? De poco sirve que las administraciones entren en un baile de contradicciones. Hay que invertir en reconducir la situación, trabajar mucho y hablar poco. 

Contrario a la implantación de una tasa turística, Jorge Marichal cree en la Ley del Suelo, ya en vigor, pero duda sobre su correcta aplicación. 

  • Las leyes normalmente pintan bien, el problema empieza cuando entramos en el terreno de su aplicación. El espíritu del legislador es lo que suele sacrificarse en primer lugar. De poco sirven las leyes cuando quienes tienen que aplicarlas no tienen ni pajolera idea de cómo hacerlo. Pinta bien, insisto, pero las mejores intenciones a veces mueren en manos de quienes las interpretan o aplican. Hace falta, entre otras cosas, que se equipare la responsabilidad de los funcionarios cuando dicen que sí y cuando dicen que no, porque en ambos casos el daño puede ser muy importante. Deben reciclarse, y tienen que ir a las clases del sí, no solo a las del no.

Instalado en la claridad (territorio de lo políticamente incorrecto), Marichal remata este encuentro inquietante advirtiendo de que tenemos en nosotros a nuestro principal adversario. “Si creemos que hagamos lo que hagamos las cosas seguirán yendo bien lo vamos a pagar”, apunta. Empresario, de familia de empresarios, teme más a la pasividad que a los errores. Habla claro. No envuelve las respuestas. Va de frente, una actitud tan saludable como en ocasiones problemática, pero le da igual. “No puede dejar de decirse lo que verdaderamente se piensa”, sentencia. 

Consiga acceso al contenido completo: