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Santa Greta

11 de septiembre de 2019
GretaApocalipsis
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El Estado, ese leviatán justificado por Hobbes, continúa creciendo en poder e influencia con la voracidad de ocupar todos los espacios públicos. Para lograrlo ya no se ha apoya en la razón como en los tiempos de la Ilustración sino que apela a las emociones construyendo un sistema de creencias cuasi religioso. Solo así se entiende que Greta Thunberg se haya convertido en un icono de la lucha contra el cambio climático. Esta adolescente sueca viaja por todo el mundo sermoneando sobre cómo los demás deben vivir sus vidas para así evitar un apocalipsis climático. En el parlamento sueco, en las naciones unidas o ante otros políticos no ha dejado de exigir un mayor gasto del dinero de los contribuyentes para lograr el noble objetivo de “salvar el planeta” apelando al pánico mientras desprecia la esperanza. La excusa es la emergencia climática, el motivo siempre es aumentar las atribuciones de los políticos para organizar y transformar la sociedad.

Esta joven activista ha dejado el colegio para dedicarse en cuerpo y alma a una causa mayor y justa. Para que esto sea posible política y economía se han desplazado desde las coordenadas de las ciencias sociales hasta lo religioso. Una nueva fe que pretende sustituir a las antiguas creencias de la humanidad y para lo que utiliza los mismos mecanismos mentales y sociales de control. Al fin y al cabo Greta no es más que una profeta de un nuevo milenarismo basado en el apocalipsis climático que reúne condiciones para ser proclamada santa: la vida de una niña libre de pecado que ha entregado su vida a la nueva religión en una peregrinación continúa por el mundo sacrificando su infancia a modo de martirio. Al tiempo se reconocerán sus milagros, su madre ya ha proclamado de que su hija “es capaz de ver lo que los demás no pueden ver” como el dióxido de carbono a simple vista y quién sabe qué otros prodigios se le atribuirán en el futuro ya que nos movemos en el mundo de los mitos y las supersticiones como ocurrió en el medievo con la aparición de cientos de reliquias apócrifas. Es pronto para saber hasta dónde están dispuestos a llegar por defender una causa que antepone las ideas a las personas pero el modo en el que están utilizando a Greta para afianzar esta nueva doctrina no es halagüeño. No es descabellado pensar que esta niña diagnosticada con el síndrome de Asperger está siendo utilizada por sus mayores como los son las kumari en Nepal, esas pequeñas diosas vivientes veneradas por los hinduistas y budistas de su país a las que no se puede fotografiar por su condición sacra… salvo que se deje un donativo a la encargada de su custodia en el palacio. Nuestras sociedades protegen la infancia hasta el punto de que en España no es posible mostrar el rostro de un menor de edad y en los noticiarios sus caras aparezcan pixeladas aun cuando se trata de los vástagos de un famoso que está realizando un posado mientras que Greta está siendo sobreexpuesta en los medios posponiendo hasta sus estudios en pro de una causa heredada que obedece a intereses espurios como los de las compañías ecologistas que han organizado y financiado su periplo por medio mundo.

El símil religioso es inagotable y podríamos encontrar un precedente de Greta en aquellos frailes mendicantes que durante el siglo XIX recorrieron España sermoneando contra las ideas ilustradas. El más famoso de ellos fue fray Diego José de Cádiz que apelaba a las emociones para defender el peor fanatismo religioso. Como en el caso de la activista climática, aquel fraile era recibido en olor de multitudes, en todos los pueblos por donde pasaba congregaba a la muchedumbre que le escuchaba enardecida y llegó a ser tan querido que fue nombrado santo por el pueblo sin que ni siquiera la Iglesia llegara a canonizarlo. Greta va por el mismo camino, beatificada en vida por la gente que cubre el vacío religioso con la ficción estatista, pregona en una escatología climática para nuestros días  y podría parafrasear las apocalípticas palabras pronunciadas por el padre Cádiz: “siglo maldito, siglo perverso, siglo del error”. Y es que proclamada la muerte de Dios por el filósofo Nietzsche el Estado parece haber ocupado el lugar de la iglesia y vivimos tiempos en los que se están construyendo los mitos que en el futuro serán los pilares de esta religión terrenal. ¿Qué mejor forma de empezar a ser un buen devoto que idolatrar a la madre Tierra y creer ciegamente a sus profetas?