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Padres, ocúpense de sus hijos

29 de septiembre de 2019
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Ya no puedo hacerlo más. No puedo entrenar a los niños para que esperen a que se les diga qué hacer; no puedo acostumbrarlos a que dejen lo que están haciendo cuando suena una campana, ni persuadirlos de que valoren la justicia cuando en clase no la hay. Tampoco puedo convencer a los niños para que crean que los maestros tienen secretos valiosos que pueden adquirir al convertirse en sus discípulos”. Con esas palabras publicadas en el “Wall Street Journal” se retiró de una carrera de tres décadas al frente de las aulas John Taylor Gatto (1935-2018), el maestro que reconoció que no podía luchar contra el sistema desde dentro y decidió combatirlo desde fuera. Reconocimientos no le faltaban, ya que había recibido durante tres años consecutivos el galardón al mejor profesor de la ciudad de Nueva York y uno de ellos al mejor de todo el estado. Pero decidió dejar sus clases para dar a conocer sus ideas con la pluma, escribiendo libros que van contracorriente y que buscan darle la vuelta como a un calcetín a lo que conocemos como educación pública.

Después de tres décadas en el aula, Gatto se dio cuenta de que el sistema público aplasta la individualidad de los alumnos, más que formarlos y prepararlos para el mundo real. Incluso, dedujo que esto no era fruto de un accidente, sino obra de un estudiado plan. Para él, los estudiantes no eran simples subordinados, sino individuos con habilidades y talentos únicos que debían desarrollar y compartir con el resto del mundo. Sus escritos han llevado a padres y educadores a cuestionar creencias profundamente arraigadas sobre la escolarización masiva obligatoria y a buscar alternativas. Y, contra la corriente en esto también, puso énfasis en el papel vital de la familia y los padres para retomar el control de la educación de sus hijos.

Abrir los colegios para incluir a la familia como el principal motor de la educación es una de sus ideas clave, porque entendía que nunca debe servir para separar a unos de otros. En tiempos en que muchos padres ven azorados cómo sus hijos vuelven del colegio o del instituto con ideas que jamás se les inculcarían en casa y cómo muchas de esas ideas son contrarias a su modo de ver el mundo, posturas como las de Gatto cobran mucho más valor aun y llevan a pensar en cuánto deberían hacer los padres por el bien de sus hijos, implicándose en su formación y no dejándolo todo en manos del sistema educativo.

¿Y cómo debería reconocerse una mente bien educada según su criterio? Sería aquella que puede hacer conexiones con diferentes estilos humanos, con experiencias complejas, con ideas intelectuales y con sí misma (es decir, el autoconocimiento). Esas cuatro condiciones no están presentes en el sistema educativo, de hecho, cree que apunta a hacer exactamente lo contrario. “El colegio desconecta, que es lo que se le ordenó hacer. Es la estrategia de ‘divide y vencerás’ de César, que lleva a la máxima eficiencia. Los niños están separados de sus familias, sus tradiciones, sus comunidades, sus religiones, sus aliados naturales, de otros niños, de sus intereses y así hasta el infinito”, diagnosticaba Gatto.

Ninguno de estos puntos de vista parece estar hoy sobre la mesa cuando se habla de la educación en España. Más bien, todo gira en torno a si se debe destinar más dinero del contribuyente aunque no se sepa para qué, pero nunca se plantean cuestiones de fondo o se piensa si merece la pena seguir en la inercia actual. Los padres asisten impotentes a lecturas sesgadas de la realidad, como una madre a la que el hijo de siete años le contó que Bolsonaro estaba incendiando Brasil, según le había dicho esa mañana su profesor (la anécdota es real).

Con todos los elementos que la tecnología pone a disposición de cualquiera de forma casi gratuita, no es de extrañar que muchos de los seguidores de Gatto aboguen por el “unscholling”, un fenómeno de cierta fuerza en Estados Unidos que en España apenas cuenta con unas 4.000 familias que buscan “desescolarizar” para tomar en casa las riendas de la formación de sus hijos. Quizá sea una solución demasiado radical y muchos de los más críticos con la situación actual no piensan llegar a tanto, pero reflexiones como las de Gatto deberían ser tenidas en cuenta si de verdad se quiere, algún día, lograr que la educación reglada cumpla con sus objetivos proclamados.