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Cuatro buenas ideas que nunca se aplicarán en Canarias

2 de enero de 2020
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El encierro nos ha hecho más osados, así que vaya este modesto recetario de políticas que, si se llevaran a cabo, traerían un beneficio general para toda la población canaria. O para casi toda. Quizá la única excepción sería la de aquellos que viven de los errores que esta humilde propuesta como la de Swift trata de subsanar. No esperen encontrar nada que no se haya hecho en otras latitudes antes, pero tampoco cosas que se siguen haciendo pese a su fracaso tanto aquí como en otras partes del mundo. Tienen muy en cuenta las particularidades canarias, pero no para extender automáticamente la mano y solicitar dinero del contribuyente, sino más bien para pedir libertad para llevar a cabo atrevidas políticas públicas.

Uno. Contar con un sistema educativo propio, basado en unas muy pocas y claras reglas, con unos contenidos generales que den paso a una amplia libertad curricular en todos los niveles, sumado a la posibilidad de libre elección de los centros. Cada colegio, cada instituto y cada universidad buscarán diferenciarse a través de la calidad y particularidad de su enseñanza, que rendirá cuentas ante los padres y los propios estudiantes, en una permanente reforma que atienda las necesidades de cada centro y no las modas pedagógicas ni los vaivenes políticos que afectan a ministerios y consejerías. Simplificación hasta el mínimo necesario de los trámites y requisitos para fundar colegios y universidades.

Dos. África acaba de eliminar casi totalmente sus aranceles entre países. Es un mercado de 1.200 millones de consumidores que, pese a su cercanía, nos resulta más lejano que Londres y Madrid. Hoy, es la segunda región con mayor tasa de crecimiento del mundo, con una media sostenida del 4,6% de su PIB entre los años 2000 y 2018, más una clase media de 300 millones de personas. ¿Por qué no quitarse de encima todas las barreras arancelarias y gozar de un estatus especial y absolutamente libre, que incluya servicios financieros, en todas las relaciones entre África y Canarias? Las condiciones especiales pactadas para ser RUP bien podrían avalar esto.

Tres. Contar con un mercado laboral propio. ¿Por qué, si Madrid o Barcelona no tienen nada que ver en su economía y su tasa de capitalización con Canarias, sin embargo, tienen las mismas reglas de juego en esta materia? El control de precios –salario mínimo– deja fuera de la legalidad a miles de personas hoy en las Islas, que podrían trabajar si se eliminasen aquí por completo los efectos del SMI. Las condiciones de despido deberían, por otra parte, pactarse libremente entre empleado y empleador a la hora de su contratación. En circunstancias como las actuales estas dos medidas permitirían una recuperación mucho más rápida y devolverían el poder de negociación a las personas, restándoselo a políticos y sindicatos.

Y cuatro. Convertirse en un laboratorio de “flat taxes” para España. Reducir el tramo autonómico del IRPF a 0% para los ingresos inferiores a 35.000€ anuales y al 15% en aquellos ingresos que los superen. Quedaría pendiente el tramo estatal, que no tiene tasa marginal constante. Para ello contaremos con las hábiles negociaciones de los diputados de origen canario en las Cortes. Por una vez, estarán dirigidas al interés general y no al de los particulares que llaman cada día a su teléfono pidiendo “compensaciones” que se venden mediáticamente como beneficiosas para todos cuando, en realidad, no lo son.

La lista, por supuesto, no es exhaustiva y pueden faltar todavía sintonía fina y desarrollo. Podrán anteponerse muchas objeciones legales que hoy impiden que esto se haga realidad. En cierta medida, de eso se trata, precisamente. Se podrá criticar, asimismo, que no haya cambiado la organización administrativa y eliminado la mayoría de los 88 ayuntamientos isleños: la propuesta se limita a cuatro asuntos. Sus excesos, que deberán ser disculpados, podrán atribuirse al mes de encierro obligatorio y a los monstruos que el sueño de la razón produce. Pero pensar en una sociedad más libre y próspera –y desearlo– es quizá el derecho menos reivindicado en estos momentos de demanda infinita de derechos. Es apenas una propuesta. Como diría Vittorio Gassman, “modestamente”.