cabecera_new

Terapia psicoanalítica para curar el socialismo

23 de septiembre de 2020
psi
Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on linkedin
LinkedIn

Mayo.- Böhm Bawerk, Menger, Mises, Rothbard y Hayek, por citar algunos autores, redujeron a la condición de superstición absurda toda la obra teórica socialista. En cuando a la práctica, el Muro de Berlín cayó, la Unión Soviética colapsó y Norcorea, Venezuela y Cuba son un desastre total. 

Pablo.- Son los sofismas psicobolches. ¡Te robé el término, Mayo von Höltz!

Mayo.- Me gusta el término, porque indica que se es bolchevique por razones psicológicas, no por razones intelectuales; de ahí entonces que las razones intelectuales no sirvan para disuadir a un bolche para que deje de serlo. Por ejemplo, no dejará de serlo por más que lea y entienda Socialismo, de Von Mises. Sólo dejará de serlo por razones psicológicas, si hace terapia con un analista o -mucho mejor- si pone un negocio y debe pagar sueldos e impuestos.

Pablo.- Exactamente.

Wilfredo.- Gran definición, Mayo. El bolche es lo que es porque nunca produjo nada.

Mayo.- Exacto, es un complejo de inferioridad sustanciado en el resentimiento y en la inexperiencia productiva o exitosa, es pensar a un plano inconsciente que se carece de capacidad para producir y entonces se tiene envidia a quienes sí la tienen; o es también un complejo de culpa, por creer que producir mucho es algo malo que carece de mayor virtud y donde hay un escondido aprovechamiento injusto; muchos artistas, escritores y empresarios son millonarios bolches por una mezcla de culpa e ignorancia. Un trauma o una relación traumática, probablemente en la infancia y primera juventud, tiene que haber pasado en la vida del bolche para que luego se hiciera bolche. Siempre tuve el proyecto de escribir un libro a la manera de la Interpretación de los sueños, de Freud, donde explicara cómo se penetra en el inconsciente del paciente que padece de socialismo para descubrir el origen de su mal. El paciente entonces, bien conducido por la terapia psicoananalítica, por un dato surgido en un acto fallido tal vez, es dirigido por el terapeuta y termina contando que un vecino recién llegado al barrio, se puso de novio con la vecinita que él siempre amó y nunca se animó a abordar, planeando y difiriendo siempre el asunto capital de su vida; en eso llega un nuevo vecino y en una semana conquista a la vecinita. El paciente, de doce años entonces, tiene que ver todos los días cómo el nuevo vecino (el intruso) se pasea por todo el barrio con la vecinita (con SU vecinita) de la mano. 

Wilfredo.- Y eso, ¿qué tiene que ver con el socialismo?

Mayo.- Porque tal episodio, que jamás le confesó a nadie (nadie sabía que él estaba enamorado de la vecinita y que planeaba el momento oportuno para abordarla), hace que años después se haga socialista en el colegio, cuando conoce una teoría que postula que los exitosos obran todos de mala fe, y los fracasados -que no son para nada unos abúlicos mediocres, sino almas nobles con escrúpulos morales inquebrantables- son sus víctimas. La psicoterapia entonces, que puede durar un año o más de sesiones semanales, consiste en hacerle entender al paciente que él es en realidad un boludo cagón, un pusilánime autoindulgente, y que quienes disfrutan de la vida concretando con coraje e inteligencia sus proyectos, no son inmorales ni mucho menos sus victimarios, son gente sana y alegre que nunca le hace mal al prójimo. Cuando el paciente entiende esta prístina verdad está curado de socialismo. Entonces, su analista le da para leer Socialismo, de Von Mises, y el paciente -agradecido con su analista por haberlo curado- lo lee en una semana. Luego entonces dice: “Es clarísimo Von Mises, y es increíble que no lo entendiera antes”. Es el momento en que su psicoanalista le dice que no lo entendía no por falta de capacidad intelectual, sino porque poseía un bloqueo psicológico que le impedía entender, dicho más claramente: no entendía no porque no pudiera entender sino porque no quería entender, porque tenía un obstáculo psicológico que le impedía entender, una especie de muro infranqueable que le dejaba la compresión de conceptos elementales de lógica del otro lado. Con la terapia psicoanalítica, se abrió una puerta en ese muro, se lo pudo franquear por primera vez y comprender entonces fácilmente conceptos claros que desde el otro lado del muro no comprendería jamás. 

Pablo.- Increíble. 

Mayo.- La historia no termina ahí. Pasan diez años y el médico psicoanalista recibe la visita de su antiguo paciente, que llega con una rubia despampanante que hablaba en inglés, le cuenta que vivía en Estados Unidos y que tenía una cadena de restaurantes de comida chatarra. Finalizada la visita, abraza a su querido médico y le pide que lo acompañe a la puerta. Allí le muestra un Mercedes-Benz convertible. El médico le elogia el auto y le pregunta dónde lo había alquilado, habida cuenta de que él había dicho que vivía en Estados Unidos; el paciente curado le dice que lo había comprado, que era un regalo, un regalo para él. Entonces el médico se niega, dice que es mucho, que él había pagado sus consultas y que su función profesional era curar a los pacientes, que no le debía nada. Entonces, el antiguo paciente le dice: “Doctor, usted no entiende, las consultas que le pagué no valen nada, incluso no vale nada este Mercedes-Benz pedorro, usted me salvó la vida, toda mi vida. Le tendría que dar la fábrica de Mercedes-Benz, le tendría que dar mi cadena de restaurantes en Estados Unidos, le tendría que ofrecer mi mujer con hospitalidad esquimal (la rubia no entendía castellano), ¡todo se lo debo a usted, doctor! Todas las alegrías de mi vida, todas las risas, toda mi fortuna, todas las minas que me cepillé, los hijos hermosos alegres y sanos que tendré, todo, hasta la sonrisa final que se dibujará en mi rostro en el momento en que parta al más allá, todo se lo debo a usted. Sin usted, mi vida hubiera sido una mierda, hubiera sido un amargado y resentido permanente, un perpetuo envidioso de toda la gente feliz y exitosa, un pobre tipo que viviría siempre en una nube de pedos intelectual, un melancólico depresivo que hubiera sido empleado público toda la vida y que se hubiera casado con una gorda insoportable que lo hubiera humillado todos los días pidiéndole que traiga más guita a casa… ¡Usted me salvó de todo ese aciago destino, doctor! Todo lo que tengo de valioso en mi vida sólo lo tengo gracias a usted”.

En ese punto, el antiguo paciente abraza al médico y se pone a llorar como un niño, mientras le dice una y otra vez “gracias, gracias, gracias”. Luego, ya recompuesto, con la voz media ronca, le dice: “Acépteme el Mercedes, doctor, es una migaja insignificante al lado de lo que usted me dio”. Entonces el médico contesta: “La verdad es que no te puedo hacer la más mínima corrección a todo lo que dijiste, es la más rigurosa verdad. Acepto el auto; como toda persona sana y alegre siempre quise tener un Mercedes-Benz convertible, pero nunca pude comprármelo”.

PD: Existen dos clases de personas: los que viven su vida sin joderle la vida a nadie y los que parasitan a los primeros tratando de hacerles la vida imposible. O, lo que es lo mismo: liberales y socialistas.