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Los liberales ateos como aliados del marxismo

29 de noviembre de 2020
Entrevista a César Vidal-2
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En lo que a práctica se refiere, el verdadero freno del avance del marxismo es el cristianismo, no son los liberales, que fuera de los cocktails de snobs donde creen ser cultos e inteligentes si dicen que son ateos, jamás lograron la más mínima influencia en eso que llamamos realidad. Si esperamos la llegada de un presidente liberal y ateo que nos salve del marxismo y de todas sus siniestras metástasis como el keynesianismo, el feminismo, el garantismo, el ambientalismo, el indigenismo y un inacabable etcétera, estaremos esperando lo que nunca ha sucedido en la historia.

La Iglesia Católica vela más por la vida, estando enfáticamente contra el aborto, causa fundamental de la izquierda; vela más por la libertad, promoviendo las costumbres cristianas resumidas en el mejor código moral-penal de la historia, que son los diez mandamientos, que comparten los cristianos con los de fe judía (la otra gran religión creadora de riqueza, paz y prosperidad); y vela más también por la propiedad, al respetar el séptimo mandamiento, “No robarás”, que el liberalismo institucional. El cristianismo entonces vela más por las tres causas fundamentales del liberalismo (vida, libertad y propiedad) que el totalmente ineficaz movimiento liberal laico, suerte de ametralladora de plumas que vanamente trata de frenar los tanques de acero blindado del marxismo,  tanques ideológicos que en línea recta avanzan hacia sus objetivos de destrucción como si el liberalismo institucional fueran vallas de telgopor, muriéndose de risa de los ateos liberales que creen que pueden combatirlo con conferencias de bienudos y con cocktails en hoteles lujosos, donde se aplauden entre ellos como si se aplaudieran logros concretos y no palabras bonitas que jamás se materializan en hechos perceptibles. 

 

El progre que con una camiseta del Che marcha en una manifestación de orgullo gay ignorando que quien tiene estampado en el pecho creó un campo de concentración para la tortura de homosexuales, es tan bobo como el liberal ateo que arrastrado por la corriente de su aurea mediocritas (de la cual su ignorancia y febledad de carácter le impiden escapar), repite como un perico la execrable infamia que postula que todos los curas católicos son pedófilos. El marxismo cultural avanza destruyendo todo a su paso cual un Atila despiadado con la razón y la moral, y los partidos liberales, que hace un siglo no han logrado las más mínima influencia en el campo de las decisiones de Estado, le hacen la verónica como un elegante torero que solo tuviera espadas de madera para clavar. 

 

Cada vez que las ideas del liberalismo se impusieron en el mundo occidental, fueron precedidas por la tradición cristiana, sin ella jamás el liberalismo práctico -que nació en Salamanca creado por monjes jesuitas- hubiera existido. Los liberales ateos, que en su fanatismo nihilista ignoran que son manipulados por la propaganda gramsciana para que sean idiotas útiles que ad honorem combatan en las filas del anticatolicismo, compartiendo de esta forma las mismas luchas y causas ideológicas que el marxismo mismo, jamás estuvieron ni siquiera cerca de implementar alguna medida liberal de gobierno. Si no fuera por el cristianismo jamás los ideales liberales hubieran logrado imponerse en un Estado. No hablo de una determinación causa-efecto que por supuesto tampoco niego, hablo de hechos fácticos, refiero la historia sin teorizar la razón de su rumbo. 

 

Ayn Rand detestaba a los conservadores tradicionalistas porque decía que los conservadores abogaban por una economía mixta y un estado del bienestar: “Se diferencian de los progresistas en una cuestión de grado, no de principio”, decía. También detestaba a la prestigiosa revista de derecha National Review, el único bastión conservador del periodismo americano de aquel entonces, probablemente la única voz no partidaria en la lucha contra el “estatismo”, porque -argumentaba la rusa- la defensa del capitalismo que tal revista ofrecía, resultaba nada más que en el descrédito y la destrucción del capitalismo. Según sus palabras: “La National Review vincula el capitalismo con la religión. La posición ideológica de tal revista se reduce a lo siguiente: para aceptar la libertad y el capitalismo, uno debe creer en Dios o en alguna forma de religión sobrenatural o misticismo. Nunca se pudo decir nada más despectivo sobre el capitalismo que esto, y todo lo contrario es la verdad. El capitalismo es el único sistema que puede ser defendido y validado por la razón”. 

 

Nunca entendió Ayn Rand las raíces psicológicas que determinan las creencias de las masas (tal ignorancia le valió la enemistad con Rothbard entre otros, si es que creemos en el relato oficial de la historia y no que se había enamorado del economista y que no soportaba que él la despreciara por una cristiana) e ingenuamente ella creía que toda la gente debía sucumbir solo a las razones, como ella lo hacía. Como fundamento de conocimiento -es verdad- se deben despreciar las emociones cuando estas contradicen las razones, pero no se las debe despreciar a priori, he aquí la sutil diferencia. ¿Qué gran descubrimiento científico fue hecho sin antes no sentir en un plano intuitivo lo que luego con razones se demostrará que era cierto? Einstein refiere que sintió una extraña emoción cuando, desde en un tren que se movía dentro de la estación, un pasajero le arrojó un bulto a alguien parado en el anden; la explicación de tal emoción fue lo que luego sería la teoría de la relatividad, que no hubiera existido sin la emoción que instara su ulterior pesquisa racional. 

Mi emoción me dice que pasar debajo de una escalera trae mala suerte, luego mi razón demuestra que tal cosa es un disparate; mi emoción me dice que robar y matar está mal (todo niño siente eso antes de entenderlo), luego mi razón demuestra que tal cosa es correcta. 

 

Rand ignoraba que en lo que a transmisión masiva de ideas se refiere, es infinitamente más efectiva la forma del mensaje que el contenido, cosa que sabe a la perfección cualquier asesor de marketing. No es que para transmitir una idea en términos de lógica sea necesario unirla al concepto de fe, es que -por razones psicológicas- solo uniéndola a tal concepto el mensaje del capitalismo puede ser masivamente transmitido. La masa es como un niño, no como un filósofo inteligentísimo; y ¿cómo se persuade a un niño para que entienda que debe irse a dormir porque mañana tiene que ir a clases? ¿Dándole la explicación fisiológica de por qué el organismo necesita horas de sueño y el daño potencial que la falta del mismo le ocasionaría?, ¿o diciéndole que si no se va a dormir viene el coco y se lo come? No es mentir sacudir al potencial oyente para que te escuche las verdades que tienes para referirle, mentir es suministrarle una mentira luego de haberlo sacudido. 

 

Tenemos el ejemplo ilustre de Javier Milei, cuyos conocimientos en economía son vastísimos, pero la enorme eficacia con que transmite el mensaje del capitalismo (hoy millones de jóvenes son liberales en toda Hispanoamérica solo gracias a él), ¿se debe a tal vasto conocimiento en economía?, ¿o se debe a su monumental don histriónico? ¿Cuánto tiempo tardaría Martín Krause (quien probablemente sea el mejor economista argentino) en persuadir a los mismos millones que en menos de un año Javier Milei persuadió?, ¿un siglo, un milenio, tal vez? 

 

Lo que trabajosamente estoy tratando de decir, es que para que millones de personas defiendan las causas del liberalismo, se necesita que previamente adhieran a ellas de una manera emocional, aunque sea a modo de duda o de borroneado esbozo. Para penetrar en el alma humana primero hay que abrir la puerta que conduce a ella, mi puerta -y la de Rand también- se abre con un razonamiento irrefutable, pero no incurro en la supina ingenuidad de creer que la puerta de millones de personas se abre de la misma forma. En síntesis, no es necesaria la fe para defender las ideas liberales, es necesaria la fe para que millones de personas que aún no son liberales, escuchen las razones que el pensador liberal tiene para decirles (por fe aquí me refiero a explicaciones no racionales). Los grandes maestros de la historia fueron maestros orales, como Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles y el mismo Cristo. Tales maestros, para seducir a sus potenciales alumnos, ¿iban por la calle diciendo “si p entonces q? ¿o en cambio los fascinaban de un modo histriónico para llamar su atención y recién luego poder empezar a razonar?

 

Cristo, quizá el más grande maestro oral de la historia, hablaba con parábolas para que el pueblo entendiera sus razonamientos, no hablaba con premisas, causas, efectos, inferencias y conclusiones; no decía que es inmoral juzgar a alguien si se ignora las causas que determinan su conducta, decía: “Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Si hubiera dicho lo primero -que es lo que Ayn Rand le habría aconsejado- nunca habría congregado más de dos o tres fieles. Del mismo modo, si fuera por los liberales ateos, el liberalismo nunca hubiera dejado de ser un tema de conversación pasatista, un filosofar metafísico que solo serviría para seducir mujeres de clase alta y lucirse en reuniones de “gente como uno”.

Termino con una pregunta (pregunta que le escuché formular al gran Nicolás Márquez): ¿Por qué todas las manifestaciones de filomarxistas terminan en las iglesias católicas?, ¿por qué si son marxistas no cagan en las puertas de las sedes de los partidos liberales y sí lo hacen en las puertas de las catedrales? Respondo: porque ellos saben perfectamente (cosa que ignoran los liberales ateos) que el verdadero enemigo del marxismo es la Iglesia Católica y no el liberalismo político ateo, ya que este último es una fuerza que, manipulada por ellos mismos, sirve a la causa marxista pero ignorándolo, creyendo incluso que luchan por las ideas liberales. Los marxistas, devenidos hoy en solapados progresistas, saben que el verdadero bastión de las ideas liberales es el cristianismo, y si fuera por los ateos de Espert, los liberprogres de Gloria Álvarez y los pericos de Ayn Rand, el liberalismo ya estaría muerto y enterrado. ¡Pobres idiotas útiles del impotente liberalismo de comité!, que en su fanatismo anticatólico ignoran que el enemigo marxista los manipula como títeres para que sean gratuitos esbirros de la causa marxista. Son como soldados que por cambiarse los colores del uniforme, creyeran que luchan por la causa que tales colores representan, sin darse cuenta que luchan junto al enemigo en contra de quienes representan sus declamados principios. 

 

La casi totalidad de los avances que han llevado al bienestar de la población mundial provienen de la tradición judeo-cristiana. Yo soy ateo, pero una cosa es ser ateo y otra negar 2.000 años de historia. Si fuera por Ayn Rand y todos los idiotas útiles de la fe atea, la ideas liberales jamás hubieran sido impuestas, jamás hubieran dejado de ser una mera charla de café.