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Lo que vale un zendal

29 de diciembre de 2020
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La Comunidad de Madrid inauguró un hospital para hacer frente a pandemias y otras emergencias, se ha construido en 100 días y ha costado 100 millones de euros. Un montante nada despreciable que además ha supuesto un sobrecoste de casi el 100 por cien de su presupuesto inicial. Números redondos que se han convertido ya en una célebre unidad de medida después de un discurso de Isabel Díaz Ayuso.  Frente a sus críticos la Presidenta de la Comunidad de Madrid destacó lo que costaban otras políticas en relación a “un zendal”. Por ejemplo, TV3  equivale anualmente a tres zendales y los catalanes pagan 34 zendales más impuestos que los madrileños. ¿Reciben 34 veces más o mejores servicios públicos? No lo parece.

Lo bueno de los zendales es que los contribuyentes pueden hacerse una idea aproximada del coste de las políticas públicas que llevan a cabo sus gobiernos. En Canarias el gasto público para 2021 supondría más de 95 zendales… al año. Un dato que empequeñece a los 16 hospitales públicos que hay actualmente en las islas.

Tampoco se trata de celebrar el derroche público, construir hospitales sin otra planificación no es una buena noticia por sí misma aunque la inversión en infraestructuras y servicios públicos siempre generará un bien social superior al que crea, por ejemplo, situar costosos y generalmente horrendos monumentos en rotondas o gastarse el dinero de los contribuyentes en estudios y proyectos que no llevan a ninguna parte. ¿Dónde terminan todos esos zendales que se recaudan y se gastan anualmente? Al fin y al cabo la existencia del Estado se justifica ante situaciones críticas como una pandemia en la que la acción individual poco puede hacer. Es un dilema interesante para los liberales, pues es un caso en el que la responsabilidad individual puede que no sea suficiente y quien use la mascarilla o mantenga la distancia interpersonal sufran las repercusiones de aquellos que no han tomado esas mismas decisiones colapsando el sistema sanitario

No cabe duda de que en política es más importante el quién que el qué, así mientras se escucharon críticas por la construcción de un nuevo hospital en Madrid nada se comentó cuando hace unos meses se inauguró una parte del hospital de Toledo que empezó a proyectarse en el año 2000. Veinte años después el sobrecoste de este macroproyecto que ha sufrido todo tipo de retrasos y cambios es incalculable, ¿cuántos zendales de más habrá costado a las arcas públicas? Lo peor es que a nadie parece preocuparle. Por algo dicen que las comparaciones pueden ser odiosas.

Contra Ayuso todo vale, al fin y al cabo personifica una alternativa política real, que no es hipotética sino que está gobernando, tomando decisiones que disputan el pensamiento único que se trata de imponer. Levantar un hospital para emergencias en un tiempo récord puede ser un hito pero también lo fue apostar por los test de antígenos antes que nadie, repartir mascarillas KN95 a toda la población, establecer zonas acotadas con restricciones en lugar de cerrar al completo todo el territorio salvando la falsa disyuntiva entre economía y salud. Y es que ambas se necesitan, si falla una la otra no sirve para nada y terminan arrastrándose.

En cierto modo las críticas ad hominem que está recibiendo Ayuso recuerdan las palabras de Thatcher en las que aseguró que si sus críticos la vieran caminando sobre las aguas del Támesis, dirían que es porque no puede nadar. El Manzanares, claro, no es el Támesis ni Ayuso es la Dama de Hierro pero en sus discursos se vislumbra una frescura a favor de los ciudadanos en lugar de los intereses creados de las propias administraciones. Las pancartas pasarán mientras el hospital Enfermera Isabel Zendal permanecerá. Al fin y al cabo es un hospital, no publicidad como se ha dicho. Por cierto, cabe recordar que solo este año el gobierno de España gastará más de dos zendales en publicidad institucional. Ya saben, salimos más fuertes y unidos. No es difícil imaginar que quienes hoy critican su construcción lo elogiarán en el futuro. Si acaso nos ha servido para saber lo que vale un zendal. Y eso no es poco, en todos los sentidos.