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Agua y especulación: sí, por supuesto

31 de enero de 2021
agua
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El inicio de la comercialización de futuros para este bien imprescindible reabre el debate sobre la conveniencia o no de dejar en manos del mercado la asignación de recursos, algo sobre lo que Canarias tiene bastante que decir.

Quizá no sea el momento actual el más indicado para hablar de escasez de agua, teniendo en cuenta que las lluvias abundantes de Filomena han dejado las presas de Canarias más llenas que nunca en los últimos años. Pero la escasez, como en todo fenómeno económico, acecha a la vuelta de cada esquina y es contra eso que se justifica la aparición de los mercados de agua a futuro, hace pocas semanas. Una noticia que, como era de esperar, ha puesto en alerta a los sectores más reticentes a la libertad económica, a los que se suman, como también era de esperar, los aficionados a las conspiraciones que ni Maquiavelo imaginaría.

La introducción de estos mercados a futuro podría llevar a la especulación financiera vinculada al agua, pero esto, pese a lo que muchos podrían suponer, nada tiene de malo. El agua se incorpora a otras commodities como los granos, los metales o el petróleo y a cambio gana en certezas, en cuanto a minimizar los riesgos de fluctuaciones de precio que condicionen la viabilidad de determinados negocios. Especular no es en sí algo negativo y es lo que hacemos cada uno de nosotros a la hora de, por ejemplo, vender o dejar de vender una propiedad inmobiliaria según el momento en que se encuentre el mercado. O, más frecuentemente, lo que nos lleva a comprar o no mangos en la frutería porque en algún momento están caras o están baratas, algo que tenemos perfectamente asimilado en nuestro día a día. Pues resulta que los productores de esos mangos, para hacer el cálculo económico de su negocio, agradecen tener certezas acerca del precio de uno de sus principales insumos, como es el agua. Y agradecerán, del mismo modo, que los denostados especuladores hagan subir el precio del mercado a futuro porque así podrán ajustar sus previsiones y, además, beneficiarse en el largo plazo del hecho de que gracias a esas proyecciones de precios posibles se haya incentivado la producción de agua y evitado el desabastecimiento.

Pero frente a esta manera de ver las cosas, hay toda una artillería dialéctica anti mercado que demoniza esta libre coordinación de las fuerzas económicas. Lo peor es que, entre otros, proviene de entidades a las que no nos queda más remedio que sostener con nuestros impuestos, como las Naciones Unidas (ONU), que días después de conocerse la noticia nos informaba de “un experto de la ONU en derechos humanos” que expresaba “su preocupación” por la creación del primer mercado de futuros del agua en el mundo, algo que “invitará a los especuladores a comercializarlo como el oro y el petróleo”. Para el experto en cuestión, el agua comprende “un conjunto de valores vitales para nuestra sociedad que la lógica del mercado no reconoce” y, por tanto, “no puede gestionar adecuadamente, y mucho menos en un espacio financiero tan propenso a la especulación”. Como anécdota muy necesaria, es ilustrativo aclarar que la persona que el comunicado de la ONU presenta como experto ostenta, además, el cargo de relator especial sobre los derechos humanos al agua potable y al saneamiento, dentro del Consejo de Derechos Humanos del organismo internacional. Y que no es otro que una cara conocida en España, Pedro Arrojo Agudo, diputado de Zaragoza por el partido Podemos en la pasada legislatura.

Lo que el exdiputado podemita no estima en ningún momento es en qué medida la creación de este mercado de futuros repercute positivamente en el uso y producción de agua, al aportar una información muy valiosa sobre las expectativas de precio. Los “pequeños agricultores” que presuntamente serían víctimas de esos especuladores, en realidad, tendrán una referencia de la que carecían antes y que les permitirá prepararse a una subida de precio consumiendo menos o comprando más hoy, o bien planificando su producción al alza si el precio de futuro tiene tendencia bajista.

Por otra parte, lo que no llegan a entender quienes se aterrorizan ante este sacrilegio de que el agua cotice en mercados financieros es que las dos figuras que operan allí son tan necesarias una como la otra, porque tanto los coberturistas como los especuladores consiguen, persiguiendo de su propio interés, dar una estabilidad al mercado de la que antes carecía. El coberturista, porque se cubre frente a futuras fluctuaciones garantizando un precio determinado, y el especulador porque aporta liquidez en momentos en que escasea, asumiendo un riesgo con la expectativa del posible beneficio futuro.

¿CÓMO FUNCIONA?

A menudo se resalta lo poco que tenemos disponible del total de agua que hay en la Tierra, porque si bien cubre aproximadamente el 71% de la superficie terrestre, solo el 3,5% es agua dulce y casi el 70% es de momento difícil de explotar, al estar atrapada en glaciares y casquetes de hielo. El agua de fácil acceso es apenas el 1% y con ello deben satisfacerse la mayoría de las necesidades agrícolas, industriales y residenciales del mundo. Si ese es el panorama global, ha sido el enfoque particular de Estados Unidos (primer consumidor mundial) y en especial el de California el que ha llevado a la creación de este índice que cotiza con las siglas NQH2O. Este índice rastrea el precio de los derechos de agua en las cinco regiones más grandes y donde más se comercializa, incluido el mercado de aguas superficiales californianas y las siguientes cuatro cuencas de agua subterránea (entre ellas, la de Mojave, aquella donde transcurría la película “Rango”, donde un camaleón que queda varado en un pueblo perdido de este desierto acaba convirtiéndose en el nuevo sheriff a la par que quiere encontrar nuevas reservas de agua para los vecinos). En realidad, el índice ya existía desde octubre de 2018, cuando empezó a cotizar a un valor de 371,11 dólares por acre pie (una medida que equivale a 1.233 metros cúbicos) y a mediados de enero de este año ya había superado los 500 dólares. Cabe aclarar que no se trata de una iniciativa gubernamental, ya que California es el estado más asfixiado por regulaciones, trabas e impuestos de todo Estados Unidos, sino que el NQH2O surge de la asociación de actores privados como Nasdaq y el West Water Research, la firma de consultoría económica y financiera líder en comercio de agua.

Y… ¿es cierto que ahora que el agua cotiza en la bolsa la especulación puede llevar a que se inflen artificialmente los precios o que se vuelva inaccesible por lo cara? Más bien, las probabilidades serían en principio menores. Si hubiera un precio fijo y no fluctuante, los primeros en acceder al recurso acapararían todo lo que pudieran y dejarían a los demás sin él. En cambio, al aumentar los precios, solo comprarían lo necesario, algo que permite una mayor distribución de este bien de primera necesidad. Al mismo tiempo, con el alza de los precios, el mercado está indicando a las empresas que reasignen recursos al área que los necesita, que se planteen producir mayor cantidad dado que la recompensa es mayor.

Algunos de estos fenómenos no son ajenos a la realidad insular, ya que la cuestión del agua en Canarias entronca con la misma naturaleza de los isleños como supervivientes ante circunstancias adversas. Con unos recursos hídricos limitados por las características geográficas, la ausencia de ríos llevó históricamente a la busca de agua como una de las prioridades. La iniciativa privada, en especial en islas como las occidentales, se manifestó en historias personales casi heroicas, de gente que con su propio y solitario esfuerzo (y riesgo) financió la construcción de galerías y canales, a veces subiendo a las montañas materiales en burros de carga. Pequeños ahorradores que de esta manera lograban regar sus fincas con las aguas de galerías y de pozos. Las voces que desde ámbitos políticos y universitarios alegan por la propiedad pública de este recurso soslayan el mérito y sobre todo, el grado de eficiencia en la administración de este bien escaso que significa que a día de hoy las tres cuartas partes del agua que se consume en la isla más poblada, Tenerife, tenga origen en la iniciativa privada.

La eficiencia de los mercados de agua en Tenerife se puede dar por demostrada en el hecho de que en 1930 la isla contaba con escasos cien kilómetros de perforaciones que buscaban el agua en el subsuelo, capaces de aportar unos 600 l/s (litros por segundo). En solo veinte años, la perforación de galerías fue en aumento hasta que al final de dicho período ya se habían perforado algo más de 550km., que permitían contar con un caudal total en torno a 2.400 l/s. La minería de agua, llevada por las necesidades del negocio agrícola creciente (el plátano es uno de los grandes demandantes de agua), hizo que en 1970 se superasen los 1.200km., perforados, con lo que se ofertaba al consumo insular algo más de 6.000 l/s. Hoy se estima en más de 1.600 los kilómetros perforados en galerías, un admirable queso gruyere que no se percibe desde la superficie, pero del que depende la vida y labores de los tinerfeños. A ello se le suma una extensa red de canales y acequias, esenciales para el trasvase de caudales entre zonas, que alcanza la friolera de “unos 4.000 kilómetros de longitud total, ejecutados a diferentes cotas de nivel y con interconexiones entre ellos en muchos casos, siendo elementos esenciales del dinamismo de los mercados de agua”, según los cálculos de la Cámara de Aguas de Tenerife. Durante todo este tiempo, estos mercados han dado muestras de lo eficientes que pueden ser tanto desde la óptica puramente financiera, al aportar liquidez y valor para los inversores, a la vez que accesibilidad para los demandantes, pero también a la hora de juzgar el procedimiento de la asignación de este recurso escaso a un uso alternativo. Como decíamos al comentar las consecuencias del mercado de futuros de California, debe agradecerse a la circunstancia de que el agua tenga precio el hecho de que induzca al ahorro y a que se la aplique en aquel uso que sea más rentable. Se trata de una concepción no solo más efectiva, sino también más realista que aquella que encontrábamos en las fuentes defendidas por la ONU, que con ese enfoque de “derecho humano” acuático (así lo declaró solemnemente en 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas) no solo no combate la escasez de este recurso vital sino que la acentúa.

En el principio de lo húmedo encontraban los filósofos presocráticos la materia primordial del mundo. Sin agua no hay vida, sostenían, e incluso imaginaban a nuestro planeta como algo que flotaba sobre el líquido elemento. Desde aquí hasta aquí mucho se ha pensado y reflexionado sobre la importancia del agua, a través del prisma siempre temeroso del alma humana. Somos frágiles y es cierto que se encuentra muy instalada la concepción malthusiana -desmentida por los hechos- de que cada vez somos más y que esa población siempre creciente un día acabará con los recursos disponibles. Tal idea incluye la escasez extrema de agua, como bien se ha encargado la ficción científica de mostrarlo en repetidas ocasiones, o incluso su casi desaparición, como en la última parte de “Mad Max”. Si a ello sumamos los cálculos más pesimistas vinculados al calentamiento global, no es de extrañarse que este tipo de pronósticos apocalípticos tengan tan buena acogida en general. El problema quizá radique en que de estos enfoques se derivan más tarde decisiones que nos afectan a todos y que pueden llevar a que nos acerquemos al cumplimiento de esas previsiones negativas, pero no por las causas anunciadas, sino por aplicar el remedio equivocado tras un diagnóstico no menos equivocado.

 

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