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Socialismo hasta en las mascarillas

1 de febrero de 2021
Socialismomascarilla
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La nueva normalidad se ha impuesto con asombrosa facilidad. Si hace tan solo unos meses ver calles de ciudades asiáticas repletas de gente con mascarilla nos parecía una excentricidad oriental lo habitual es que si hoy alguien se olvida de ponerse la mascarilla en algún rincón de España sea señalado por alguno de los llamados policías de balcón. No importa que se encuentre al aire libre y camine en soledad, hemos interiorizado los decretos que pautan nuestro comportamiento con sus rigideces aunque produzcan situaciones sin sentido fuera de toda lógica.

Esta mansedumbre es preocupante porque denota una sociedad acostumbrada a ser dirigida desde arriba sin que se cuestionen en lo esencial las decisiones de los gobernantes. Y lo que es más grave, no ya de qué forma concreta sino los asuntos en sí mismos que se deben regular desde los poderes públicos. El caso de las mascarillas sea tal vez el más revelador. Aunque ahora nos obligan a llevar mascarilla al comienzo de la propagación del virus por nuestro país, cuando habría sido más efectivo y necesario, el gobierno y sus altavoces mediáticos proclamaban que no eran necesarias, que solo debían usarlas las personas infectadas. Poco a poco el mensaje oficial fue cambiando hasta marcar su obligatoriedad en prácticamente todos los ámbitos e, incluso, indicarnos qué tipo de tapabocas podemos usar o no.

Este último detalle ha pasado desapercibido pero mientras que se proclamaba la conveniencia de usar mascarillas quirúrgicas frente a otras de mayor protección como las fpp2 también se prohibía por decreto el uso de las mascarillas con filtro. Aparentemente se trata de una medida sensata pero lo cierto es que solo tiene lógica si se analiza con una mentalidad socialista. Las mascarillas con filtro protegen tan solo al que las lleva mientras que las quirúrgicas protegen a los demás… pero no al que la lleva. De esta forma nos encontramos que las autoridades públicas desincentivan, una vez más, la responsabilidad individual pero lo que es todavía peor, no se preocupan por sus ciudadanos que quedan desprotegidos si otros no llevan o hacen un mal uso de su mascarilla quirúrgica o, simplemente, el virus se transmite por aerosoles tal y como parece haberse confirmado. De esta forma en lugar de dar una información veraz y completa de modo que cada cual pueda tomar una decisión responsable y con conocimiento de causa de acuerdo a su situación, se ha alterado la toma de decisiones por la vía de la prohibición. Y no de no de un asunto menor, sino de la posibilidad de defender la propia salud y la de los seres queridos.

A estas alturas nada parece sorprendernos ya pero la reacción de los poderes públicos debería llevarnos a reflexionar de una vez sobre su verdadera utilidad. Al fin y al cabo si en una situación de emergencia comunitaria el Estado no es capaz de proteger la vida de sus ciudadanos, ¿cuál es su utilidad? Incluso Hobbes, el gran teórico del poder absoluto, matizaba que “la obligación de los súbditos para con el soberano se sobreentiende que durará lo que dure el poder de éste para protegerlos”. Podría alegarse que el mundo de hoy nada tiene que ver con el de Hobbes en el que los hombres eran considerados lobos para el resto, pero es más parecido de lo que creemos. Los soberanos son hoy políticos y burócratas mientras que los súbditos se consideran ciudadanos cuando en realidad continúan teniendo que obedecer normas que pueden llegar a perjudicarles personalmente. Si hasta para Hobbes este Leviatán habría sido insoportable, ¿por qué deberíamos resignarnos a continuar alimentando a la bestia sin atisbo de crítica ni reforma?

Puede que la pandemia termine pasando, pero muchos de los problemas no han sido provocados por un virus sino por las medidas probadamente equivocadas de los gobernantes. Tristemente el futuro no será mejor porque lo que también se ha puesto de manifiesto es la hegemonía cultural del socialismo que nos ha llevado a aceptar sin rechistar que nos tapemos la boca para salir a pasear con una mascarilla que no nos protege. Tras esto cualquier otra imposición contra nuestros propios intereses será una mera anécdota. Se avecinan tiempos difíciles.

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