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Políticos y empresa: ¿hay vida después del partido?

29 de marzo de 2021
giratorias
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Se ha convertido en casi un lugar común decir que son muchos los políticos que no han demostrado que sirven para algo en su vida particular y que si no fuera porque consiguen el favor del jefe de su partido para ir en las listas cada cuatro años sería muy difícil que encontrasen en la calle un sueldo similar al que reciben de los presupuestos públicos. Sin embargo, parece haber excepciones y no se trata solo de las llamadas puertas giratorias gracias a las que aterrizan, después de haber sido ministros, en algunas empresas de sectores altamente regulados.

Cada tanto se producen noticias de fichajes de primeras figuras de la política por parte de empresas que realmente le encuentran valor a la aportación laboral que pueden hacer y, así, les asignan algún puesto dirigente de esos que se escriben en inglés y que en la web corporativa van acompañados por una foto de perfil tres cuartos en blanco y negro. Son ya tópicos de la comunicación empresarial, pero se mantienen en uso y nos llevan a preguntarnos qué es lo que les ven para contratarlos por un sueldo importante u ofrecerles su incorporación como socios.

“Se fichan líderes, personas capaces de sacar lo mejor de cada quien, que pueden ayudar a establecer las líneas de estrategia en una organización”, cree Luis Conde, presidente de Seeliger y Conde, que allá por enero de 2013 sacudía el mercado con la incorporación de la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre. Quizá lo que se espera de estos líderes es “valentía” frente a la incertidumbre y al miedo actual en el escenario postpandemia. A juicio de Krista Walochik, socia de Talengo, “un modelo de liderazgo funcional es el del líder que actúa con ‘firmeza compasiva’, personas que actúan con la confianza de los demás, transparentes, que muestran sus mayores virtudes, pero también sus defectos, que muestran cómo son realmente: líderes auténticos”.

Para Luis Conde, los políticos “deben tener la opción de ir al mercado laboral, al sector privado ¿o acaso deben estar siempre en la política?”. En los países anglosajones, apunta, esto sucede con frecuencia y cita los casos de John Major, que pasó a trabajar en una private equity, o Tony Blair, fichado por JP Morgan. “Y todo el mundo lo aplaude y lo entiende”, pero “desafortunadamente, en España criticamos a un expresidente español si cobra por dar una conferencia en Washington”, sin tener en cuenta que pueden “aportar mucho a la hora de pensar en grande dentro de una compañía”, defiende. Otra fuente del sector apunta que este paso, sin embargo, “debe ser exquisito” en cuestiones éticas y que cuando se dejan las responsabilidades públicas deben dejarse un par de años de incompatibilidad para tener relación con empresas con las que haya podido tener relación en el ejercicio de sus funciones públicas.

El caso de Esperanza Aguirre es curioso, porque se la ficha como “headhunter”, como “cazatalentos”, pero al tiempo se vio públicamente obligada a desmarcarse de buena parte del equipo que la rodeaba en su gestión, al verse implicados en problemas de corrupción. Es decir, algo que ponía muy en tela de juicio su capacidad para encontrar dirigentes de valía en los que apoyarse.

¿Se busca talento o en realidad se buscan contactos? “Yo creo que las buenas relaciones son clave en estos casos, porque son personas públicas y pueden dar a la empresa una buena imagen que abre puertas”, sostiene Eugenia Soriano, socia de Nexo Consult, con más de treinta años de trayectoria en Canarias. El caso de Albert Rivera sería uno típico en este sentido, contratado por el bufete Martínez-Echevarría, probablemente no por su perfil como abogado, ya que apenas ejerció un par de años en la asesoría jurídica de La Caixa, y no se espera de él que acompañe a un cliente a los juzgados y que se ponga la toga.

“Alguien que haya llegado a la cúspide política y que no se le tenga por extremista sino como alguien con sentido común, con cultura de trabajo y del esfuerzo puede ser valioso para una empresa. Si como político ha demostrado que tiene flexibilidad y está acostumbrado a negociar, si es bueno comunicando… son actitudes que cotizan bien entre los headhunters”, añade Eugenia Soriano. La incidencia de la pandemia también ha tenido su eco en la búsqueda de estos perfiles donde algunos políticos pueden ser interesantes, ya que pueden aportar en dos de las tres patas (liderazgo y estrategia) del trinomio que se completa con el de “cultura” (de empresa) que Carlos Zazurca, socio de Alexander Hughes Iberia, ve como llave para el éxito corporativo, donde deben primar cualidades como “rápida visión y reacción”, además de la capacidad de “definir y comunicar la estrategia”, así como desarrollar la cultura corporativa y definir políticas capaces de retener el talento.

Sin embargo, estas cualidades no parecen ser apreciadas en mercados más reducidos, como puede ser el canario, donde resulta más difícil encontrar, por ejemplo, que un concejal o incluso un consejero insular o regional sea visto como alguien apreciable a la hora de cubrir posiciones de relieve en una compañía. Paulino Rivero, expresidente autonómico, es una de las excepciones, con su fichaje por una empresa en la que, sin embargo, sus intereses están muy vinculados al mercado nacional y no solo al isleño, como es Naviera Armas. “Por mi despacho ha pasado todo el mundo y le puedo asegurar que es muy duro a veces cuando se dan cuenta de que su inserción no es una cosa sencilla”, asegura Eugenia Soriano.

Sucede que aunque muchos de estos expolíticos lo busquen, no siempre lo consiguen, ya que no son pocas las empresas que ven en ellos un cierto riesgo reputacional, por lo que pueden traer a cuestas en forma de viejas disputas con trasfondo partidista o la posibilidad de que por sorpresa se vea arrastrado por algún caso de corrupción de su etapa pasada con responsabilidad en lo público. Más probablemente, el acostumbramiento de años a una estructura muy jerarquizada como la de los partidos también puede ser un impedimento para su correcta inserción en sistemas de trabajo colaborativos entre socios donde no todo es dar órdenes y obedecer. O desconocer por completo un sistema de incentivos positivos como el de las empresas, donde se mide la labor por resultados y no solo por la imagen y el posicionamiento público, que es la gran baza del ascenso en la carrera de la política.