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A la caza del autónomo

30 de marzo de 2021
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En esta España de concentraciones diarias y pancartas en los balcones, ha pasado desapercibida la manifestación de los riders que piden algo tan elemental como seguir siendo autónomos. Los medios de comunicación no les han prestado demasiada atención y los políticos no se han paseado entre los asistentes para figurar y repartir saludos (a distancia, con permiso del coronavirus) porque a diferencia de lo que estamos acostumbrados no exigían subvenciones ni reformas legislativas para conseguir privilegios. Todo lo contrario, reivindican que los políticos les dejen seguir trabajando bajo la figura del autónomo.

Ser autónomo es arriesgado, a pesar de que ya se sabe que estos trabajadores enferman menos que los que lo hacen por cuenta ajena. Y es que en las relaciones laborales reguladas de forma inflexible empleador y empleado no pueden acordar libremente los términos sino que tienen que tratar de amoldarse a tipos genéricos que no siempre tienen en cuenta las necesidades concretas de ambas partes, ya sea en la forma de trabajo, horarios, sueldos y días libres. Puede que en ciertos trabajos esa protección sea extra pero no cabe duda de que cada vez son más los ciudadanos que pueden desempeñar su faena de una forma más libre orientándose más a la productividad que, por ejemplo, a ese presencialismo que todavía se valora en algunas empresas y en la mayoría de ministerios.

Si ya es complicado ser autónomo de por sí, el gobierno parece haberse obsesionado con este colectivo como una posible fuente extra de ingresos fiscales. No es que las cotizaciones hayan subido en los últimos años es que se prevé una reforma cuyo objetivo es aumentar la recaudación por lo que a pesar de que se justificó como una adecuación de las cotizaciones a los ingresos reales de los trabajadores el resultado inevitable será que los autónomos terminarán pagando más. No duden de que será así y, una vez más, lo que se incentivará no es el progreso económico sino que expulsará del mercado a quienes ya no les saldrá rentable trabajar. Y como hay que trabajar para ganarse la vida a menos que vivas de las subvenciones la consecuencia indeseada no será otra que el aumento de la economía sumergida. 

A nadie se le obliga a ser autónomo así que resulta extraño que los políticos se hayan empeñado en obligar a muchos de estos a trabajar por cuenta ajena, lo quieran o no. Se ha desatado una caza del autónomo porque, los burócratas en su inmenso desconocimiento, consideran que pagan pocos impuestos. Al final todo se reduce a esta elemental y financiera cuestión. Se llevarán una enorme sorpresa cuando vayan a buscar el tesoro y se encuentren que en realidad allí tan solo había mucho esfuerzo y no demasiados beneficios.

De hecho puede ser el momento de revitalizar el fracasado modelo laboral español con otro tipo de relaciones laborales más libres, como las de autónomos. ¿Por qué no orientarse más a la productividad en lugar de a la duración de los contratos? ¿Por qué no permitir que las empresas puedan adaptar la carga de trabajo de forma continua en lugar de esperar a grandes ajustes que colapsan las colas del desempleo? A la larga ese será el único camino, porque el mundo cambia pese a que los legisladores no les gusten los cambios y de la misma forma que hoy es fácil deslocalizar un trabajo para huir de impuestos excesivamente elevados muchas tareas pueden realizarse ahora por cuenta propia. Los marxistas deberían dar la bienvenida a esta transformación social porque el trabajador autónomo es también el capitalista de forma que rompe con el círculo de la alienación. 

Por no hablar de los funcionarios. Ser empleado público no debería equivaler a tener un puesto “en propiedad” salvo algunos casos particulares en los que su función no dependa de los vaivenes políticos y sus intromisiones, como jueces, fiscales, interventores municipales o similares. Pero ese, claro, sería un paso de gigante no solo porque modernizaría la administración sino porque aligeraría su coste, permitiendo que todos esos recursos se pudieran invertir en el progreso de la sociedad y no en el de las propias administraciones. Mientras esperamos a que este futuro distópico llegue no quedará otra que resistir a la caza del autónomos y las redes que lanza la Agencia Tributaria.