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Sardinas a precio de besugo

27 de septiembre de 2021
pescadera
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La ministra para la Transición Ecológica y el reto Demográfico tuvo a bien explicar en el Congreso de los Diputados que la subida de la luz no era responsabilidad de su gobierno ya que “es como pedir al pescadero solomillo, o al carnicero, besugo. Como Gobierno si somos pescaderos trabajaremos muy contentos con los carniceros, pero no podemos ofrecer el solomillo que le corresponde a otra plaza en el mercado, que es Bruselas”.  Una metáfora un tanto desacertada que nos dice mucho de sus gustos y poder adquisitivo refiriéndose a las piezas más caras del mercado mientras que los españoles tienen que conformarse con lomo o sardinillas cocinadas a deshoras para que la factura eléctrica nos les arruine el mes pero que nos dice muy poco del verdadero problema del mercado eléctrico español y las razones de que seamos los europeos con la luz más cara.

En su nuevo papel de pescadera mayor del reino, Teresa Ribera trató de escurrir el bulto gubernamental sin explicar algo tan sencillo como que la transición ecológica, esa materia sobre la que ella es ministra, es la que nos lleva a esta escalada de precios ya que al prescindir de las centrales de carbón por cuestiones ideológicas se ha eliminado una fuente barata del mix eléctrico que se cubre con las centrales de ciclo combinado a base de gas y  renovables, cuando las condiciones meteorológicas lo permiten. De las nucleares, una fuente de energía estable, fiable y barata, mejor no hablamos porque también se ha menospreciado al tiempo que tenemos que comprársela a Francia. Este sibaritismo energético decidido por nuestros políticos es lo que no se ha atrevido a explicarnos, con lo fácil que sería decir “el ecologismo tiene un precio que debemos pagar entre todos”. Hasta ahora hemos sido muy bienintencionados pero quienes han diseñado estos planes grandilocuentes de transformación e ingeniería social han olvidado calcular su coste, o al menos de que lo conozcamos.

Por si esto fuera poco, solo uno de cada tres euros que pagamos en el recibo de la luz es electricidad porque el resto, las dos terceras partes, son impuestos y peajes varios. O lo que es lo mismo, el coste político que endosan  en la factura mensual haciéndola del todo ininteligible. Lo peor es que aunque nos referimos al precio de la luz lo que sube es el coste de la vida en un mundo cada vez más electrificado en el que los costes lastran la productividad de las empresas y pueden llevar a un proceso inflacionario desatado. Si se encarece la electricidad todos los productos y servicios se encarecerán, desde la iluminación o climatización de un local hasta mantener los servidores de cualquier página web pasando por cualquier proceso industrial. Así que señora ministra besuguera, tanto el mix eléctrico como los impuestos dependen exclusivamente de las decisiones que ha venido tomando su gobierno y los que le precedieron. Algo debe saber usted y alguna responsabilidad tendrá que asumir cuando lleva en la cosa  desde, al menos, el año 1996 ocupando diferentes cargos en lo que por entonces se llamaba ministerio de Medio Ambiente pero también en la Oficina Española de Cambio Climático, como asesora de del programa de Energía y Clima en el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales y tantos otros puestos similares que hacen de usted una experta con vara de mando en la materia.

No nos tome por besugos, no hay que ser ministro ni se necesitan decenas de asesores para aventurar que el problema del precio de la electricidad lejos de solucionarse se agravará, no por ser un mercado libre sino un mercado completamente intervenido, desde los precios que se forman tal y como dicen las normas o las propias empresas, herederas de grandes monopolios públicos cuando no revendidas a empresas públicas extranjeras. De ahí que la ministra podría ocuparse más de su cartera y no de ponerse en el papel de mala pescadera tratando de vendernos sardinas a precio de besugo. Sí, el más caro de toda la pescadería y que no falta en los menús oficiales que se pagan con dinero de los contribuyentes. Comer sardinas tal vez no sea mala decisión, pero dejen que la tomen los consumidores y que paguen por su precio real sin hacer negocio político de ello.