Cuando la derecha no puede siquiera ser de centro

29 de septiembre de 2020
grafico
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A estas alturas, pocos pueden tener presente aquellos tiempos en los que se proclamaba el fin de las ideologías, como expresaba Francis Fukuyama a comienzos de los años noventa, cuando los ladrillos del muro de Berlín acababan de ser arrancados por los vecinos de una ciudad que preferían vivir en libertad y no bajo el comunismo. Los días aparecen hoy muy marcados por las ideas, aunque no necesariamente por el debate de ideas, más bien están marcados por las ideas que parecían haberse batido en retirada cuando el politólogo americano lanzó su errado vaticinio. El eje se ha desplazado claramente hacia la izquierda sin que nadie parezca tener la voluntad de impedirlo.

Cuando una de las pocas figuras de la política española que no solo no rehuye, sino que busca confrontar en el terreno de las ideas tiene que dejar el lugar preponderante que ocupaba y su salida forzada se ve como un triunfo de la moderación, algo malo está sucediendo. Cayetana Álvarez de Toledo puede haber sido apartada por no respetar las estrategias de su partido o por cualquier otro razonable motivo, pero el papel que desempeñaba como la única que inspiraba temor entre la izquierda ha quedado vacante y así estará hasta nuevo aviso. Lo más sorprendente es que no se la puede calificar sino de moderada y centrista: es alguien que no parece estar en contra del aborto o la eutanasia, alguien que apoya el estado del bienestar con toda su carga de intervencionismo y alguien que se ha declarado abiertamente feminista. Lo que sucede es que a la derecha no le permiten no ya ser de derecha, es que no le permiten siquiera ser de centro. Mientras las fuerzas de izquierda se la pasan hablando de sus ideas y acaban imponiéndolas a casi todas, las de la derecha quitan toda carga ideológica en sus intervenciones públicas, prefieren limitarse a censurar los fallos en la administración de lo público y se amparan en una presunta mayor eficacia en la gestión, como si en vez de un partido político fueran una firma de consultoría de las big four.

El mal no es solo español, pese a todo. Un interesante gráfico hecho por John Hearn, del London Institute of Banking and Finance da testimonio de cómo se ubica el espectro político británico en términos de cuánto gasto público considera deseable cada formación. Y no aparece una diferencia sustancial entre laboristas y conservadores, ya que ambos son defensores de una gran apropiación de la renta nacional por parte del gobierno, lo que los coloca muy volcados a la izquierda, sin casi diferencias apreciables.

La supuesta derecha viene a ser entonces de centro izquierda, si lo medimos en los términos absolutos que propone el gráfico. Puede criticarse que esta aproximación a las ideas con el eje bidimensional de “izquierda vs derecha” resulte insuficiente y que más apropiado sería utilizar la llamada brújula política o el conocido como diagrama de Nolan, donde no solo se tiene en cuenta el mayor o menor grado de intervención en la economía sino también los aspectos culturales y sociales vinculados a la libertad personal.

Quizá sea demasiado pedir a un político que libre una “batalla cultural” como la que, según Álvarez de Toledo, Pablo Casado elude asumir. Al fin y al cabo, sus organizaciones están hechas no para divulgar ideas sino para alcanzar el poder. Pero alguna responsabilidad tendrán en que nos encontremos en esta situación.