La historia de Canarias no se entiende sin su Régimen Económico y Fiscal (REF). Tampoco se puede proyectar su futuro sin someterlo a un profundo análisis. Porque llevamos décadas arrastrando medidas pensadas para una economía que ya no existe. Y, sin embargo, pareciera que revisarlas, comprobar su funcionalidad, valorar su impacto fuera un sacrilegio. No es razonable dejarnos llevar por la inercia cuando a pesar de tener uno de los marcos fiscales más favorables de Europa, seguimos a la cola en renta per cápita, salarios, riqueza, productividad, diversificación, inversión extranjera y empleo. Algo no cuadra.
Canarias necesita abrir el REF. Evaluar sus incentivos. Revisar lo que no está funcionando. Corregir lo que ha dejado de tener sentido. Y, sobre todo, construir un modelo que sirva al objetivo que nunca debemos perder de vista: el bienestar de las personas y la prosperidad compartida de nuestras islas.
Nuestro REF nació para compensar la lejanía y la insularidad, y para corregir desigualdades. Sin duda, ha sido una herramienta clave de desarrollo. Pero la economía es dinámica, y el fuero también debe serlo. Si no se adapta, se convierte en un fósil que en vez de impulsarnos nos lastra.
Durante años, nuestra economía fue la locomotora de España, pero a mediados de los noventa nuestro modelo comenzó a divergir alejándonos cada vez del nivel de vida de nuestro entorno.
Sabemos que insistir en un modelo que incentiva la inversión y que ha generado una acumulación excesiva de capital físico ha originado una de las distorsiones que han tenido un efecto negativo sobre nuestro desarrollo social y económico.
El REF no es culpable directo de todos nuestros males, pero sí lo es el inmovilismo. El miedo al cambio. La cerrazón a revisar lo que hemos convertido en tótems sagrados. Ya es hora de dejar de proteger siglas y volver a proteger objetivos: cohesión social, empleo de calidad, innovación, sostenibilidad, diversificación productiva.
En estos dos años como comisionado del REF, hemos intentado avanzar hacia esa revisión. Hemos propuesto cambios. Y, sorprendentemente, en lugar de un debate de ideas, encontramos cierre de filas. Como si la revisión de la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC) o el Arbitrio sobre Importaciones y Entregas de Mercancías (AIEM) supusiera un ataque. Como si pedir transparencia sobre los efectos de la ZEC pretendiera su desmantelamiento y no su justificación. ¿Desde cuándo evaluar una política pública es algo que va en contra de su defensa?
Toca decirlo con claridad: si queremos un REF útil, necesitamos introducir mecanismos de evaluación continua. Porque lo que no se cuestiona no puede mejorar. Necesitamos acceder a los datos y compartir con la ciudadanía no solo el contenido de nuestro régimen sino el análisis de su impacto real en nuestra economía. Si cumple el objetivo, se mantiene. Si no cumple, se modifica o se elimina.
La sociedad canaria tiene derecho a saber qué se hace con los recursos fiscales y qué resultados se consiguen con ese esfuerzo colectivo. La opacidad solo alimenta la desconfianza.
Tomemos el caso del AIEM, por ejemplo. Nació hace 25 años con un objetivo loable: proteger la industria local. Pero hoy existen indicios de que, en lugar de proteger, nos está restando competitividad y encarece productos esenciales para la ciudadanía. ¿No es razonable que, tras un cuarto de siglo, lo sometamos a una evaluación rigurosa y abierta? ¿O vamos a seguir defendiéndolo sin cuestionamientos, aunque ya no cumpla su propósito?
Este no es un alegato en contra del AIEM. Es un alegato a favor de una cultura democrática que con transparencia nos permita crear nuevas oportunidades para resolver los problemas actuales de la economía canaria. Y en eso hemos comenzado a avanzar, con propuestas que miran al futuro.
Queremos introducir incentivos fiscales para capitalizar empresas, compensar a los trabajadores como se hace con las empresas, promover la contratación de parados de larga duración, y fomentar la diversificación y la sostenibilidad. Apostamos por vincular el REF con sectores emergentes, con la transición energética, con la digitalización y con la innovación.
Y estamos demostrando que se puede lograr. Cuando en junio de 2024 presentamos la propuesta de reforma de la RIC para ayudar a ampliar la oferta de vivienda en alquiler en las islas hubo gran oposición, que con trabajo, diálogo y convicción logramos revertir. Hoy, la reforma ya es una realidad y el REF va a ayudarnos a resolver un problema social y económico prioritario, como es el acceso a la vivienda.
Esto demuestra que sí se puede cambiar. Que el REF es una herramienta, no un objetivo en sí mismo. Que no debemos tener miedo a abrir el debate. Que lo esencial es la unidad. Porque en un mundo de gigantes, los canarios -con el 5% de la población y el 3,6% del PIB nacional- solo podemos hacernos fuertes si defendemos juntos una hoja de ruta común.
Las grandes transformaciones no se hacen desde la comodidad, sino desde el coraje. Hoy, Canarias necesita mirar de frente a sus problemas. Apostar por un REF más moderno, más justo, más eficaz. Un REF que no sea una barrera, sino un trampolín.
Necesitamos un REF que nos ayude a conseguir el bienestar de las personas, la fortaleza de nuestras empresas y la cohesión de nuestro territorio. Uno donde haya prosperidad y que sea compartida por todos.
Por José Ramón Barrera, Consejero Comisionado del Régimen Económico y Fiscal de Canarias