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Los doce trabajos de Javier Milei

24 de septiembre de 2023
Milei
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Hércules, nos cuenta la mitología, tuvo que afrontar doce duros trabajos (como matar al león de Nemea, robar las manzanas doradas del jardín de las Hespérides y raptar al perro infernal Cerbero, entre otros) para purgar sus pecados, que no eran pocos, ya que había matado a su mujer e hijos. Los pecados de Javier Milei no son tan terribles y, más bien, estarán seguramente vinculados con el hecho de ser liberal y afrontarlo con todas sus consecuencias en un país como Argentina en el que, al igual que en España, el más mínimo desvío del consenso socialdemócrata es penalizado con el anatema de “ultraderecha” o, simplemente, “fascismo”. El pasado 13 de agosto el candidato del partido La Libertad Avanza logró un gran resultado (un 30% de los votos) en unos comicios que no decidían nada, salvo los aspirantes para las elecciones generales, ya que eran unas primarias abiertas y obligatorias para la ciudadanía, un sistema difícil de explicar que se instaló en los últimos años en el país sudamericano. Sin embargo, al haber sido el más votado, le abre un panorama de cierto optimismo de cara a la cita de octubre, donde sí se dirimirá quién será el próximo presidente. Por eso, del mismo modo que con Hércules, estos son los doce trabajos de Milei si quiere ser de verdad un factor de cambio en Argentina.

El primero en parte ya lo ha completado y es haber desplazado el eje de la discusión pública en el país. He resultado sorprendente oír a sus adversarios soltar frases que se acercaban bastante a su discurso, poniendo el énfasis en el tamaño desproporcionado del gobierno y asumiendo el daño que hace a la economía el intervencionismo estatal. Después de años de política centrada en eslóganes vacíos y el mero posicionamiento de imagen, Milei ha ganado cabalgando en su lema: “¡Viva la libertad, carajo!”

El reconocimiento de la disciplina fiscal como algo saludable es la segunda tarea, que en parte también ha sido completada ya. Baste como prueba que el actual ministro de Economía (y candidato presidencial del peronismo), Sergio Massa, presentó a horas de las elecciones algunas de las medidas económicas en que trabaja su equipo para los próximos meses y entre ellas aparece la meta del déficit cero, algo inimaginable dentro de una tradición política que defiende que no importa hundir las cuentas públicas si al mismo tiempo se mantienen “escudos sociales” o cualquier otro nombre que le den a la compra de votos con dinero de los impuestos.

Para llegar a la presidencia, Javier Milei deberá resistir —tercera tarea— una intensa campaña en su contra, algo de lo que ya tuvo una primera ración los meses previos a estas primarias. Pero lo que vendrá a partir de ahora será sin duda mucho más acusado y para defenderse solo tendrá su propósito de ir “contra la casta”, mensaje en el que sintetiza el entramado de relaciones que sus mucho más poderosos adversarios del peronismo y el macrismo han construido a lo largo del tiempo con medios de comunicación y grupos de influencia cercanos al poder. A ello se sumará una imagen pública que todos los corresponsales extranjeros tratarán de emparentar con las fuerzas más radicales de derecha, pese a que estamos hablando de un candidato sin un ápice de nacionalismo y que aboga, por ejemplo, por la legalización del mercado de las drogas recreativas.

La cuarta tarea será ampliar su base electoral más allá de la juventud que hoy lo apoya mayoritariamente. A juicio de Milei, esto se debe a que los jóvenes llevan menos tiempo expuestos a las ideas intervencionistas y por eso son más receptivos a las ideas de la libertad. Pero en su siguiente encuentro con las urnas tendrá que llegar con éxito a un público de mayor edad que ha preferido las opciones continuistas del macrismo y el peronismo. Del mismo modo, su quinta tarea también apunta a ampliar su apoyo popular, pero en este caso, entre las personas de ingresos medios. Según los estudios demoscópicos, el candidato libertario ha logrado un amplio apoyo en la clase trabajadora que trabaja, es decir, entre aquellos que, pese a ser pobres, prefieren valerse por sí solos antes que fiarlo todo a lo que el estado haga por ellos. Pero en las capas de ingresos medios, con mayor resistencia al cambio, su mensaje es visto con cierto temor, que deberá vencer, quizá moderando su discurso, de aquí a finales de octubre.

La sexta tarea es no menor y consiste en cómo hará para conformar su gobierno en el caso de que revalide su buen rendimiento electoral en la siguiente cita. Javier Milei no tiene una estructura de partido ni una cantera de dirigentes que lo apoye y se enfrentará al enorme organigrama del gobierno casi con las manos vacías. Por más que reduzca su peso, no cuenta más que con un pequeño equipo de economistas que podría asistirle en ese tipo de áreas y deberá buscar un grupo de responsables políticos para carteras nucleares, como Defensa, Exteriores y Seguridad, para los que a día de hoy carece de aspirantes.

Una vez formado ese gobierno, tendrá que adoptar muchas decisiones difíciles, como por ejemplo qué hacer con los “planeros”, es decir, aquellos que reciben dinero del estado sin contraprestación alguna. Los números acerca de cuánto representan estas personas son a veces fruto de discusión, pero el gobierno actual los cifró en 19 millones en sus últimos presupuestos generales. Milei ya ha dicho que solo aspira a que los que hoy reciben esos planes los abandonen voluntariamente por preferir incorporarse al mercado laboral. Eso sí, auditará cómo se distribuyen esos fondos y eliminará el entramado de intermediarios que hoy controlan una enorme red clientelar.

Si se habla de red clientelar, no puede eludirse la referencia a los gobiernos provinciales, el octavo mojón en su camino. Milei no tiene el más mínimo poder territorial, que descansa en caciques locales, muchos de ellos vinculados al peronismo. Muchas de esas provincias tienen una administración gigantesca que es a su vez el principal empleador local y se financian a través de fondos federales. Lidiar con sus presiones medirá su capacidad de diálogo y también la de subsistencia de regímenes muy asentados en el tiempo.

El noveno desafío aparece vinculado al anterior, ya que se trata de torear en clara minoría no solo en el Congreso sino sobre todo en un Senado que en Argentina sí importa y que suelen controlan esos gobernadores provinciales con poder de larga data. Un programa de gobierno con medidas como la de la dolarización de la economía o la eliminación del Banco Central necesariamente tiene que ser aprobado por el parlamento en sus dos cámaras y se antoja extremadamente difícil que la mayoría opositora (las renovaciones de escaños no coinciden con las elecciones generales, sino que tienen sus propios períodos) dé su visto bueno a reformas de tanto calado.

Combatir la inercia será su décima ocupación. Una inercia que lleva décadas sino casi un siglo, que ve al gobierno como el principal actor de la vida pública y el responsable del destino de personas y empresas. Pese a que los argentinos suelen tener la sana costumbre de desconfiar del gobierno (así lo prueba el Martín Fierro, el libro nacional por excelencia, que retrata a un gaucho desertor del ejército), lo cierto es que aun así el poder del estado invade todos los ámbitos de la vida pública y eso no se modifica de un día para el otro.

Como todo programa de gobierno que esté decidido a pisar callos, Milei tendrá su undécima tarea en cómo lograr que haya paz en las calles. Argentina lleva soportando, en especial desde aquellos años del “corralito”, en 2001, el fenómeno de los piqueteros, que cortan calles y carreteras prácticamente a diario y que constituyen casi un ejército alternativo capaz de desatar olas de saqueos en todo el país si es necesario. Hoy, más que las huelgas generales de unos sindicatos que ya no tienen el mismo poder de antaño, son el principal escollo si se habla de obtener calma social.

Por último, Milei tendrá que recuperar el espíritu que hizo grande a la Argentina, que llegó a tener el PIB per cápita más alto del mundo a comienzos del siglo XX. Sus constantes citas de Juan Bautista Alberdi, el Jefferson del cono sur, van en ese sentido. Su capacidad para ilusionar está demostrada en las urnas, pero estas doce tareas serán la medida de si esa ilusión la puede mantener cuando empiece a correr el reloj y tenga que desactivar la bomba de tiempo que le espera en la Casa Rosada.

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