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Petrolera en tiempos convulsos

1 de noviembre de 2016
Nº13
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Hubo un tiempo, no tan lejano, en que la Refinería que tenía CEPSA era motivo de orgullo para la isla de Tenerife, en particular para su capital, Santa Cruz. Su importancia no se discutía, sus trabajadores gozaban de unas condiciones laborales envidiables y era el deseo de cualquier padre que sus hijos entraran a trabajar en la instalación. Podría decirse que en aquellos años era, junto a CajaCanarias o la Cervecera, la empresa que permitía soñar con un futuro promisorio, muchos antes que la función pública o la política se considerasen salidas laborales apreciables. Pero sin la refinería sería difícil de explicar buena parte del último siglo en la Isla, desde la existencia y prestigio de la Facultad de Químicas en la Universidad de La Laguna hasta la llegada de inversión extranjera (UNELCO, entonces norteamericana se instala por ese motivo) o local (DISA nace en 1933 para distribuir productos de la Refinería). 

De estas cosas poco o nada saben quienes dirigen los destinos de la comunidad o la ciudad que la alberga, o en el caso de saber, ignoran deliberadamente los datos para encubrir una estrategia de acoso y derribo que debería ser sistemáticamente denunciada. Los derechos de propiedad legítimos no pueden ser asaeteados, mucho menos usando los medios que normalmente tiene a su disposición el poder político, esto es, el uso de la violencia legal. Crear legislación ex profeso, someter la instalación a un seguimiento que no tiene parangón, anular sus capacidades con una saña y persecución que es complicado explicar sin pensar mal. Sirve de consuelo reflexionar sobre si estos políticos dedicaran el mismo entusiasmo a laborar sobre aquello que sí podríamos considerar sus funciones, igual hace ya tiempo que habríamos abandonado los lugares de cola que normalmente ocupamos cualquier clasificación de bienestar, sin que esto constituya motivo de rubor o disculpa entre quienes prefieren usar su tiempo libre en otro tipo de asuntos. Una instalación que lleva dos años parada, que supone unas perdidas anuales de 40 millones de euros, según manifestara en un desayuno de trabajo celebrado en Madrid el vicepresidente, Pedro Miró. 

Así que con estos antecedentes uno espera sentarse a hablar con alguien que aprovechará cualquier excusa para criticar un trato manifiestamente mejorable. Pero no es el caso, casi uno piensa que más que un Máster en Dirección y Administración de Empresas por el IESE, lo que ha estudiado José Manuel Fernández Sabugo es alguna materia relacionada con la diplomacia. Y no es por falta de ganas u oportunidades en la hora que pasamos juntos para elaborar el trabajo, más bien es un capítulo que en la compañía han colocado en la bandeja de asuntos pendientes, que no depende ahora mismo de ellos mismos y que, fiel a los principios de cualquier empresa privada que se precie, viven momentos complejos que requieren de imaginación y creatividad para que la actividad se pueda seguir desarrollando ordinariamente. Nuestro protagonista lleva ya más de un año al frente de la nueva estructura administrativa que CEPSA creó para Canarias, integrando todas las actividades del refino y operaciones de empresas como Petrocan, Cepsa Aviación, Amarco o Ecansa. 

Usted estuvo con Cepsa Aviación hace muchos años en Lanzarote. Ha vuelto a las islas, ¿las encontró muy cambiadas?

“Entonces se vivía con mayor nitidez aquello de la doble insularidad, Lanzarote era la periferia de la periferia. No había mucho dinamismo y ahora uno se encuentra mucho pulmón pero, quizás, con poca aceleración. Hay mucho potencial para hacer cosas pero todo cuesta un mundo hacerlas. Por las razones que sea, hay comunidades donde la impresión es que apuestan decididamente por el crecimiento y los servicios mientras que otras analizan las cosas más detenidamente. El riesgo es aquello de a la parálisis por el análisis. Aquí cuesta hacer las cosas”. 

Con sus conocimientos y los antecedentes, ¿era consciente de donde se metía?

“No era el mejor momento, sin duda. Pero por mi formación militar (procede del Ejército del Aire) no me lo pensé mucho. Supongo que uno asume que la movilidad geográfica o los retos constantes son parte del trabajo. Pero no era consciente de toda la dimensión del proyecto porque mi experiencia estaba más centrada en un área concreta -aviación- con una relación y procesos exigentes pero más controlable. Ahora todo es algo más complicado, está la situación extraña de la refinería pero luego todos los negocios, que están dispersos incluso geográficamente… No me falta diversión”.

Cuando se encuentra con profesionales del sector, colegas suyos, ¿entienden a la primera lo que ocurre aquí?

“La gente de la compañía es consciente de lo que pasa, otra cosa es cuando encuentras a quien no está muy familiarizado con el tema. Y claro, todo el asunto del petróleo provocó incomprensión fuera, más porque parecía que el mensaje era contrario al desarrollo. Tengo amigos en León que están convencidos de que hay reservas para cincuenta años y a los que resultaba complicado explicarles lo que ocurría en Canarias”.

¿Y con qué misión viene? ¿cuál es el encargo?

“Básicamente intentar aprovechar las sinergías de la compañía. Antes la fábrica iba por un lado y el resto de negocios por el otro. Ahora están integrados. Intentamos que los procesos sean más eficientes”.

En las actuales circunstancias, ¿tiene sentido económico mantener una apuesta por Canarias? 

“Por supuesto, nacimos aquí y defenderemos nuestros intereses aquí”.

Pero existen unos costes fijos derivados de una instalación que no se usa, claramente infrautilizada y sobre unos terrenos que valen un dineral. Me refiero a eso, que no parece tener mucho sentido económico mantener esa situación. 

“Nosotros hablamos de Cepsa en Canarias pero no de la refinería. Estamos en ese impasse en el que no elucubramos pero tampoco decidimos. Cuando las autoridades judiciales decidan, veremos que paso nos toca dar pero no es este el momento”.

Es comprensible pero uno piensa que si no refinan, todas sus instalaciones cabrían en un edificio de Santa Cruz, mientras que ahora tienen todo esto dispuesto para funcionar, mantenimiento al día, listo para trabajar. Esos son costes fijos pero también un costo de oportunidad nada desdeñable.

“Celebro que se fije en eso porque nosotros queremos poner en valor el compromiso que tiene la compañía con Canarias. Es cierto que la gente de mayor edad nos conoce, los más jóvenes nos tienen que descubrir. Es posible que tengamos errores de comunicación que impiden que nos vean de una manera distinta. Somos el almacén energético de las islas. Tenemos un millón y medio de metros cúbicos de los más de dos millones cien mil que se precisan como soporte de energía en Canarias. Si nos fuésemos, crearíamos un problema muy serio y es evidente que esto también tiene un coste para nosotros pero lo asumimos como parte de ese compromiso del que hablaba”. 

¿Ustedes son conscientes del hostigamiento que reciben de las autoridades? Algunos dirigentes creen que la inseguridad jurídica solo es aquella equivalente de la de un dictador expropiando en directo por Televisión.

“Nosotros recibimos algunos golpes, claro. Pero somos unos operadores serios y responsables, con un mandato nítido por parte de la propiedad de respeto a las reglas y de preservar la reputación en los negocios. Y a la justicia nos sometemos en los casos en que discrepamos de la norma, tiene un proceso y unos tiempos, veremos qué es lo que hay al final. En la casa hemos interiorizado que esto va para largo, que no es fácilmente reversible”.

Eso ha supuesto reducir la plantilla, de 400 trabajadores a apenas 230. Se puede pensar que para la actividad sigue siendo una plantilla considerable, que es mejor mantenerles en activo para que no pierdan destrezas que deshacerse de ese personal y, caso de reiniciar la actividad, volver a llamarlos. 

“La compañía ha tenido un trato exquisito con el personal, buscando fórmulas de todo tipo, para que quienes decidieran seguir progresando lo pudieran seguir haciendo en otros lugares, desvinculaciones muy notables, etcétera. Pero ahora mismo la plantilla que hay hace su trabajo, estamos trabajando a todo trapo en lo que podemos, lo único es que el fogonero no fogonea”. 

Si esto sigue así, ¿qué futuro cree que habrá para un operador petrolífero como es CEPSA?

“Creemos que no habrá un crecimiento de dos dígitos en un mercado como es el canario, tal y como sucedía en el pasado. Pero confiamos mucho en lo que podamos ofrecer. Nosotros estamos acondicionando la empresa para poder ofrecer productos con mayor valor añadido, con menor impacto, desarrollando la petroquímica o suministros de electricidad verde o semiverde”.

¿El Gas tiene y merece una oportunidad en las Islas Canarias?  

“La sociedad Canaria, al igual que cualquier otra, tiene que plantearse la diversificación de las fuentes de energía que precisa para su desarrollo, además de hacer un uso racional de la misma. En mi opinión, la introducción del GNL aportará diversificación de la cesta energética, flexibilidad, una disminución de las emisiones… La mayor dificultad para que se pueda hacer realidad está relacionada con el coste y con la baja demanda. La infraestructura necesaria tiene un coste elevado y, además, debido al carácter insular de Canarias, debe sobredimensionarse, generando así un factor de utilización bajo (eficiencia pobre). A ello se suma que la potencial demanda de GNL en Canarias es limitada, pues está soportada en las centrales de producción eléctrica y una potencial demanda en el sector industrial y turístico, además del suministro a buques. Por ello la oportunidad a la introducción del GNL en las islas pasa por disponer de políticas de ayudas económicas que hagan al proyecto rentable y, para ello, el impulso de las administraciones es fundamental. Pero, en el mejor de los casos, nos quedará un escenario de energía subvencionada. La pregunta que surge entonces es ¿por quién?…”

 

¿Mantienen una comunicación fluida con las administraciones?

“Son comunicaciones sin mayores problemas, sabemos que tienen una forma determinada de ver las cosas pero no es inconveniente para el diálogo”.

Desde un punto de vista institucional, ¿se sienten bien tratados? Algunos operadores de otros sectores se quejan de que se toman decisiones de calado sin consultarles nada, generando problemas que podrían evitarse.

“No lo digo por CEPSA, creo que en general a los industriales nos gustaría que nos consultasen un poco más temas relacionados con el debate energético, los procesos tienen su camino y en los aspectos técnicos podemos aportar. Pero muchas veces somos meros convidados de piedra”.  

La facultad de Ciencias Químicas no se puede entender sin ustedes. ¿Sigue siendo buena? ¿cumple con su cometido?

“No cabe duda que sin procesos tenemos menos atractivo para ellos pero es cierto que siguen formando a jóvenes en actividades que tendrán demanda futura. Ahora menos que antes pero seguimos teniendo importancia pero también es bueno que se sepa que buscamos nuevos proyectos en los que implicarnos con las Universidades, haciendo realidad eso tantas veces repetido de buscar colaboración entre institución y empresas”.

En esas otras actividades está la distribución y las gasolineras del grupo. Se empiezan a observar cambios también en estos establecimientos.

En Gran Canaria hemos inaugurado la segunda que se instaló en España, un nuevo concepto ecológicamente más eficiente y con servicios. Es una inversión elevada e iremos poco a poco pero no en todas porque sería inasumible. Es un negocio de perra chica, en el que además tenemos mala fama debido a que recaudamos impuestos para los gobiernos. Así y todo hay que diferenciarse, es una estrategia que busca posicionar un producto de calidad y con servicio, la tecnología en la estación es menos perceptible para el cliente pero es cierto que en los procesos sí que es evidente. Seguimos innovando, los usuarios se mueven si no te andas listo. Me equivocaré pero no será por quedarme quieto”. 

Es curioso, el gobierno ingresa y ustedes sufren en su reputación. ¡Es el impuesto perfecto!

“Pero no solo, se modificó la norma para que los abanderamientos de las estaciones se negociasen cada año y lo cierto es que es un caos monumental. El regulador interpretó una presión enorme de los petroleros y se despachó a gusto, ahora hay estaciones que no dan siquiera para mantener una familia. Son negocios que requieren elevadas inversiones y esto conlleva plazos de amortización que no parece que se entendieran bien”.

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