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Piedras frente al progreso

28 de julio de 2023
Destrucción volcán La Palma
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Los palmeros que perdieron sus casas y propiedades empiezan a recuperarlas. Dos años después de que la erupción del volcán enterrara todos sus recuerdos y su futuro, están rescatando terrenos que habían quedado soterrados bajo la lava. Muchas de estas parcelas suponen la forma de ganarse la vida, con plantaciones, restaurantes, comercios o viviendas dedicadas al turismo. Anhelan retomar las riendas de sus vidas, reconstruir y dejar de depender de la caridad de las administraciones públicas… y de los amigos. Porque muchos de ellos todavía viven en poblados chabolistas construidos con contenedores a la espera de que se cumplan las promesas de los políticos.

Cuando el volcán despertó todos los focos mediáticos apuntaron a La Palma pero una vez que la noticia dejó de ser impactante quienes sufrieron sus consecuencias han sido olvidados… salvo para recibir críticas por destruir formaciones geológicas que les impiden llegar a sus propiedades. Parece lógico que geólogos se preocupen por los tubos volcánicos y otras formaciones geológicas que ahora pueden estudiar con detalle pero es cuestionable que antepongan este interés científico al bienestar y el porvenir de quienes habitaban el lugar. Es fácil dar lecciones desde el despacho de un profesor de universidad o desde la comodidad del sofá de casa a quienes ya no tienen casa. ¿Cómo equilibrar ambos intereses? Para eso están, teóricamente, los poderes públicos pero en todo en este tiempo no han sido capaces de sacar adelante una ley para determinar los espacios protegidos y cómo actuar en La Palma. Tan fácil para llegar a otro tipo de acuerdos y tan lentos para solucionar los problemas reales de la gente. Así funciona la política a la hora de la verdad. 

No es la única piedra que se interpone en el camino del progreso en Canarias. En demasiadas ocasiones y en grandes proyectos de inversión se han paralizado ante el hallazgo de un fósil, un resto arqueológico o, como en la isla Bonita, una formación geológica que se considera única. En cierto modo no es muy diferente a esa oposición visceral que se vivió en Canarias en contra de las prospecciones petrolíferas en las aguas del archipiélago. Oportunidades perdidas de negocio pero también vitales, como el doloroso caso de los palmeros damnificados por la erupción del volcán. Un conservacionismo que lastra la economía de las islas prefiriendo siempre cualquier tipo de protección a lo que podría suponer un avance. Lo más curioso es que los partidarios de esta forma de conservadurismo son quienes se autodenominan como más progresistas. Si esta hubiera sido la filosofía imperante desde siempre no se habría construido una sola vivienda en Canarias, islas únicas de origen volcánico que se deben preservar. En no pocas ocasiones el ecologismo cae esta tentación al considerar al ser humano como una enfermedad que parasita la Tierra sin tener en cuenta que su capacidad de adaptación y su sensibilidad hacia otros seres vivos e incluso el aprecio por la belleza le permiten preservar y conservar el medio en el que se desarrollan.

Ante esta situación es imposible no recordar el impulso de las autoridades isleñas por atraer el gran telescopio TMT a Canarias a la vista del rechazo a su instalación en otro archipiélago volcánico, Hawaii, por considerar como sagrada la montaña en la que se iba a construir. Precisamente sería en La Palma, isla volcánica a proteger, en la que se situaría este telescopio de treinta metros. Entre sus promotores hay diferentes instituciones científicas y gobiernos, pero en este caso se preocupan más por las estrellas que por las piedras. Al final todo se reduce a una cuestión de prioridades y, lamentablemente, en Canarias ni las personas ni su actividad empresarial suele encontrarse entre las preferidas por los poderes públicos. Piedras frente al progreso que explican, en parte, por qué las islas continúan destacando como una de las regiones españolas y europeas con peores indicadores económicos. Tengamos un poco de empatía con los palmeros y no añadamos más piedras a las que ya les cayeron con la erupción del Cumbre Vieja, como si no hubiera sido suficiente.