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Y que siga la fiesta

10 de noviembre de 2021
aplausos
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Pedro Sánchez parece empecinado en terminar la legislatura a toda costa… y a todo coste. Sin una mayoría en el Congreso de los diputados el gobierno se ha aferrado al BOE para gastarse el dinero de los contribuyentes en acciones que tienen mucho de propaganda, poco de eficacia económica y seguramente, podrían considerarse un intento burdo de comprar votos.

En el ecuador de  una legislatura agonizante marcada por los cerrojazos inconstitucionales durante la pandemia, los fondos europeos son el único sustento de un gobierno que ha perdido el contacto con la realidad. Y para que el maná europeo llegue hay que tratar de contentar a los hombres de negro de Bruselas con unos presupuestos, los que sean con tal de presentarlos en plazo, ya a posteriori descubriremos los cálculos inexactos o falseados. Gran parte de las medidas estrella anunciadas como el control de los alquileres son brindis al sol porque las competencias están transferidas a otras administraciones pero no deja de ser preocupante la alegría con la que el gobierno incrementa sin rubor el gasto público a costa de los contribuyentes de ahora y del futuro, con una deuda pública que se eleva hasta una escalofriante cifra de 1,42 millones de millones de euros. Como ya ocurrió en el año 2007, el gobierno socialista parece repetir el error de gastar sin criterio con el único objetivo de ganar unas elecciones sin preocuparse por el bienestar de los españoles ni que a medio plazo el despilfarro nos sumirá en una crisis sin precedentes. Y si las cifras contradicen el optimismo irreal del gobierno, se propone hasta cambiar el Instituto Nacional de Estadística como ya ha propuesto algún ministro con tal de validar sus previsiones irreales.

El bono cultural a los jóvenes que cumplan 18 años es quizá la medida más llamativa para tratar de encarnar las próximas citas en las urnas y corregir la caída del PSOE que se detecta en las encuestas y ya han demostrado varios comicios.  Al fin y al cabo según todos los estudios demoscópicos los socialistas han perdido el favor entre los jóvenes y parecen estar dispuestos a conseguirlo gastando (más) dinero público, que como dijo la amortizada Carmen Calvo se caracteriza por “no ser de nadie”. El PSOE ya no está de moda y algo tendrá que ver la moralina con la que tratan de regular todos los aspectos de nuestras vidas, desde la tenencia de mascotas hasta las restricciones de derechos fundamentales más allá de las evidencias sanitarias pasando por los piropos o la nutrición que debemos llevar. 

Cuantitativamente no se trata de un gran dispendio pero cualitativamente es una obscenidad política que consiste en una transferencia de rentas con muchas derivadas. La primera es que se necesita aumentar el cobro de impuestos para que sus hijos reciban una paga del Estado y así se infunda la idea del favor del gobierno. La segunda es que estas transferencias de renta las sufren más las familias más humildes, quizá sin hijos, que estarán pagando los caprichos culturales de los niños ricos. También existe un factor territorial ya que se favorecerá a las grandes ciudades que acumulan una gran oferta cultural frente a lo que se reclama como España “vaciada” ahondando en las diferencias. Y por último habrá que examinar con detalle qué artistas y actividades terminan siendo las agraciadas por el gobierno como susceptibles de abonarse con el cupón gubernamental pues podría entenderse también como una compra de favores a los sectores culturales afines al gobierno. Si no es una compra de votos se le parece mucho y aunque pueda ser legal es inmoral, una práctica que toda democracia debería evitar para no corromper su esencia. 

Mientras tanto problemas acuciantes como una inflación desmedida que puede terminar envenenando la economía alejando cualquier posibilidad de recuperación real tras casi dos años de crisis económica no está ni se le espera en la agenda del gobierno. Habrá que ver si finalmente estos presupuestos del malgasto público salen adelante pero parece claro que en Moncloa se ha instalado la idea de que hay que gastar y gastar sin límite para que siga la fiesta, la que se dan los políticos y pagamos los contribuyentes.