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“La economía no es una parte del mundo sino que es una forma de mirarlo”

4 de agosto de 2022
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El profesor Carlos Rodriguez Braun es, posiblemente, uno de los economistas más mediáticos y más didácticos. Sus análisis son tan acertados como entretenidos, como bien saben quienes le escuchan a diario en la radio. En esta ocasión hemos conversado con él con la excusa de la publicación de su nuevo libro Panfletos Liberales V (editorial Lid, 2022) en el que recopila parte de sus interesantes y mordaces artículos periodísticos con los que se ha centrado en cuestiones morales o culturales para destacar que el liberalismo es mucho más que economía.

Quinta entrega de sus panfletos liberales, ¡esto es constancia!

Pues la verdad es que sí. Probablemente lo más notable de este libro sea el número. Llevamos cinco, la verdad es que son muchos años y tengo que agradecer el interés de mi editorial Lid de haber aceptado y pensar que esto se podía vender. La verdad es que no se han vendido mal así que tampoco es pura generosidad de la editorial. 

Llama la atención la importancia que da en esta ocasión a temas culturales o morales.

Quizá es lo más importante. Desde hace muchos años llevo batallando contra la idea de que el liberalismo es solo una cuestión económica. Comprendo que exista esa relación. Este año han aparecido las actas de la primera reunión de la Sociedad Mont Pelerin que convocó Hayek en Suiza en 1947 con un puñado de liberales. Y todavía hoy asombra la cantidad de economistas que había, muchos de ellos brillantísimos. Cuatro de ellos premios Nobel: Milton Friedman, George Stigler, Maurice Allais y, por supuesto, el propio Hayek. Yo reconozco la razonabilidad del aspecto económico del liberalismo porque a los economistas nos entra por los ojos. ¡Es tan evidente que el mercado libre funciona mucho mejor que el mercado intervenido! Es tan obvio que si los cubanos viven mejor en Miami que en La Habana esto no es por el clima, que es prácticamente el mismo, sino porque en Miami encuentran, más o menos, instituciones de mercado y en La Habana, no. Esto está claro. Dicho esto, corremos el riesgo de convertir el liberalismo en una especie de instrumento en el sentido de decir que el liberalismo está bien porque sus resultados son buenos, adoptar una visión consecuencialista. Esto, que es verdad porque tiene buenas consecuencias, es un argumento débil porque, ¿qué pasaría si las tuviera malas? Que pasa si nos convencen que la mejor economía es la de Hitler, la de Stalin o la de Pol Pot, ¿entonces qué pasaría?, ¿renunciarías al liberalismo? Pues no, uno es liberal por la libertad, no por sus consecuencias. Con esa idea que dicen en inglés “in the back of my mind” he ido incrementando gradualmente los análisis que hago del liberalismo apartándolo de la economía. Por supuesto que en este libro hay economía pero hay mucha más cultura. De hecho la primera sección habla de cine, de teatro, literatura así como otros temas de religión o moral.

Hay artículos sobre personajes de películas o libros como el Joker o Frodo y series como Succession.

Pues sí, porque me gusta la cultura en todos sus aspectos. Y después porque uno quiere que la gente lo lea. Sé muy bien que si yo escribo una cosa sobre el liberalismo en Platón va a ser menos atractivo para el lector promedio de nuestro tiempo que si hago un artículo sobre la serie del juego del Calamar que es lo que todo el mundo ve. 

¿Todas estas ficciones actuales tienen moraleja, incluso económica? 

Desde luego economía sí, porque hay economía en todas partes. Yo siempre digo que la economía no es una parte del mundo sino que es una forma de mirarlo. Miramos al mundo de manera económica. Y por supuesto las obras de arte siempre han procurado tener algún mensaje, y esas ideas pueden ser económicas o no.  Pueden tener que ver con la moral, con la tradición o con la religión y ahí me parece también que es un punto para reflexionar desde el liberalismo.

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¿Ha sido fácil seleccionar los artículos?

Es un tema que he manejado con mucho cuidado. Creo que era Manolo Martin Ferrand quien decía que no se podía publicar un libro de artículos periodísticos porque es como publicar un libro con páginas de periódicos y todo el mundo sabe que tienen una mortalidad muy alta, el periodismo es la literatura efímera por excelencia. He tenido mucho cuidado en no seleccionar aquellos artículos que son muy pegados a la actualidad por lo que he procurado seleccionar artículos cuyos temas puedan ser permanentes y que si los relaciono con alguna cosa que sea de actualidad que sea más bien para reenganchar a la gente.

Uno relee artículos que usted escribió hace cuatro años y mantienen su actualidad. ¿Cómo de parecida es la situación actual a la de 2008?

(Risas) Hay una frase que dice “para novedades los clásicos”. Si seguimos leyendo a los griegos y seguimos emocionándonos con Lope de Vega es porque claramente lo que han hecho no se refiere a su tiempo. Está claro que lo que nos cuenta Shakespeare en Hamlet no es una crónica de la Dinamarca medieval, es un un mensaje ético, moral y para todos los tiempos con las complejidades que esto tiene. Y para las cuestiones económicas más o menos vale lo mismo, si te encuentras con un episodio de burbujas especulativas todo el mundo recuerda los tulipanes de Holanda o la crisis del 30. Y naturalmente cuando se produce una crisis ahora recordamos la de 2007-2008 que es la última. Es verdad que la historia parece repetirse pero si esto fuera así exactamente no habría muchos problemas de interpretación porque estaríamos repitiendo siempre lo mismo. En realidad la historia no describe círculos perfectos sino unas extrañas espirales, de alguna forma el presente evoca al pasado pero no lo reproduce perfectamente.

Pero hay problemas que no se solucionaron en su momento y ahora nos han estallado, como esa política monetaria cuyas consecuencias sufrimos ahora en forma de inflación.

Esto es muy cierto. Hace un siglo el “problema” de los gobernantes era el patrón oro porque como decía Keynes muy bien el patrón oro maniata al ministro de Hacienda. Efectivamente, tienes una política monetaria estricta como la del patrón oro y hay algunas cosas que no puedes hacer: no puedes aumentar el gasto público indefinidamente porque no lo puedes financiar. Y no puedes recurrir al impuesto inflacionario que ha vuelto a aparecer ahora aunque para los argentinos es un viejo conocido. No es exactamente igual que antes pero siempre está dando vueltas por ahí el papel del Estado, de la política y la idea de romper este lazo que maniata al ministro de Hacienda que antes era el patrón oro y que ahora es la estabilidad de precios o el euro. Es verdad que tenemos unos estados infinitamente más grandes que hace un siglo pero es el mismo problema que se produce cuando los estados gastan más de lo que ingresan y acuden al banco central para que les tape las vergüenzas. Es lo que vemos ahora con el Banco Central Europeo que dice que va a proteger la deuda de España y de Italia, más o menos igual que otras veces.

Lo llevan haciendo desde hace una década…

Es que los bancos centrales no surgen por casualidad, son creados por los estados para que les faciliten la vida a ellos. Todas las instituciones creadas por los estados tienen ese objetivo. El Fondo Monetario Internacional, absurdamente caracterizado como liberal como explico en el libro, fue inventado para resolverle la vida a los estados. Concretamente para prestar dinero a los estados cuando nadie más se lo presta, es decir para facilitarles la vida porque si te enfrentas a un déficit público y nadie te presta, un día vas a tener que reducir el gasto público o aumentar los impuestos. Estas dos cosas tienen coste político por lo que el Estado quiere que alguien le resuelva la papeleta. Ese alguien es un clásico como el FMI y ahora el BCE.

¿Cómo explicar fácilmente que las causas de los problemas de hoy son más complejas y están más alejadas en el tiempo? Lo fácil es decir que la inflación es culpa de la guerra en Ucrania…

Después de todo los economistas debemos nuestra profesión a que la economía no es puro sentido común. El problema del sentido común es que no hay que olvidarlo nunca pero si te basas solo en el sentido común entonces vas a terminar concluyendo que la tierra está quieta y lo que gira es el sol. Efectivamente hay que ir más allá del sentido común y es complicado que la gente entienda las cosas pero no es imposible. A mí me impresiona, y yo lo hablo en el libro, como hemos ido mejorando sobre todo en lo que tiene que ver con la fiscalidad y las cuestiones microeconómicas. Me explico, hace unas décadas el proteccionismo estaba bien visto, los países se cerraban y la gente aplaudía, lo decían en los periódicos como el Times, no en los órganos fascistas o comunistas, que también. Ahora no, cuando Trump intentó cerrar la economía todo el mundo lo criticaba. O el control de los precios a cargo del Estado, cuando yo llegué a España en el año 77 hasta el precio del pan estaba fijado. Lo fijaba el Ministerio de Comercio que fijaba unos 200 precios y nadie protestaba salvo un puñadito de liberales. En cambio ahora si dices que vas a fijar los precios del pan desde un ministerio te corren a gorrazos. Hace 50 años los precios de las rentas de alquiler de viviendas estaban fijadas, qué cosa más curiosa que los ultras de Podemos que fingen ser antifranquistas son una verdadera réplica de la dictadura franquista en todas sus medidas. Bueno, pues la comprensión popular ha ido cambiando. Y otra cosa que me parece espectacular son los impuestos, es que hace unos años Felipe González subía los impuestos y ganaba las elecciones. Eso se acabó, la gente está hasta las narices de los impuestos, es un aprendizaje que debería darnos una alegría y es que la gente no se trague masivamente ya los cuentos clásicos de los impuestos como que en España se pagan pocos impuestos, que solo se los vamos a subir a los ricos, que usted señora no va pagar nada. De repente la gente deja de creer eso que siempre fue mentira pero que antes se lo creían y ahora no. O sea que hay que mirar el futuro con optimismo.