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Will Ogilvie: cómo encontrar las respuestas (o las preguntas) en los clásicos

28 de abril de 2024
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Un libro clásico no es un libro que necesariamente posea tales o cuales méritos, sino que es un libro que las sucesivas generaciones, por diversas razones, “leen con previo fervor y con una misteriosa lealtad”, sostiene Borges. Y es quizá con ese espíritu de misteriosa lealtad, de devoción por la letra escrita que Will Ogilvie asumió un día la tarea de organizar un ciclo de lecturas en torno a esos textos que han sido definitorios más que definitivos. “Conversaciones sobre grandes libros”, que organiza la Universidad Francisco Marroquín-Madrid junto con la Universidad de las Hespérides, busca abrir nuevos caminos por los que transitar las páginas de las grandes obras.

– ¿Qué diría que es lo que define a un gran libro y lo que lo distingue de otros libros?
– Hay algunas cosas que creo que tienen los grandes libros, y aquí me remito a una reflexión que hacía Ortega, cuando hizo la introducción a la obra de Hegel en español: que no es tanto nuestra admiración porque se hablase mucho de un gran libro, que eso no era lo que lo convierte en un clásico. Sino que era esta actitud combativa que tienen. Decía que era “cualquier pretérito tan bravo que como el Cid después de muerto nos presenta batalla”. Que nos plantee problemas, que nos discuta, que se defienda de nosotros. Y decía que no era posible que un libro hiciera estas cosas si ese libro no hubiera calado hasta el estrato más profundo, donde palpitan los problemas radicales. Que nos hacen reflexionar sobre problemas que nunca quedan superados. Por eso es una experiencia tan refrescante enfrentarse a un clásico, porque uno se da cuenta de que los grandes pensadores han intentado lidiar con problemas que también tenemos hoy, aunque tengan más de veinticinco siglos.

Y la reacción del público, ¿cuál es? Porque esto va un poco a contracorriente, aparentemente, de la cultura reinante, que es la de la brevedad, la del tuit y el vídeo en TikTok. ¿O es que hay una necesidad de mayor profundidad, aparentemente?
– Yo tengo esa idea, precisamente, esa sensación. Muchos amigos de mi edad, que están en el mundo empresarial, que ya salieron de la universidad y no están interesados en un título académico, me escriben para pedirme libros. Y me decían que, por ejemplo, enfrentarse solos a La república, de Platón, era un reto demasiado importante sin alguien que los situase en la época, en el autor, en cuál es su idea de democracia. Pensé que lo que necesitamos, entonces, son grupos pequeños de gente que realmente está interesada en eso, pero acompañados de un profesor que haga de guía y que ayude, que evidentemente, maneje ese diálogo socrático que se va a suscitar, pero también pueda contestar dudas, hacer preguntas y demás. Y luego, también, siendo la generación que somos, ayuda mucho a tener la presión de saber que tienes que ir a esa reunión con tus amigos, a ese curso, una vez a la semana. Saber que tienes que haber leído un capítulo a la semana, tienes una motivación extra de estar listo para el debate y la conversación que vamos a tener esta semana.

– Un oasis de pensamiento en medio del trajín del día a día.
– La gente está sedienta de esto, porque está harta de comentar la actualidad. Estamos hartos de vivir de escándalo en escándalo, que además están totalmente manejados por el gobierno de turno y sus medios de comunicación y tenemos ganas de una conversación que trascienda un poco lo que pasa hoy, ¿no? Creo que una de las grandes cosas que te da este programa es no ser esclavo de la actualidad. Los grandes libros te permiten realmente abstraerte de la realidad que tienes hoy para tener ideas en una profundidad real, en un diálogo real, ¿no? Frente a esta cultura del zasca, del “brutal repaso de no sé quién a fulano”, realmente debatir cuáles son las grandes ideas. Qué es la justicia, qué es la libertad, qué modelo de constitución puede ser más justo para todos, qué es la igualdad… Tener un debate fuera de las siglas de la política, fuera de lo que está pasando, y realmente intentar llegar por medio de estas grandes mentes a la parte más profunda, a tocar estas ideas de la manera más directa posible.

– En principio, se busca es acercar grandes obras, no solo de la literatura, porque la idea de los grandes libros se expresa de una manera muy abarcativa.
– Sin duda, la idea principal es hablar de aquellas obras que han marcado una época, que han significado un antes y un después, no solo para la humanidad, sino sobre cómo entendemos el mundo. Así como, por ejemplo, El origen de las especies, aunque no sea literatura, es uno de esos libros. De esos que nos han marcado en nuestro conocimiento y en cómo nos entendemos.

– ¿El programa va al ritmo del calendario académico?
– Este programa, realmente, no está dirigido a estudiantes universitarios, si bien ellos también pueden estar invitados. Está dirigido a personas adultas, que ya están trabajando, que ya están haciendo distintas cosas en su vida, pero que de una manera u otra quieren reencontrarse con estos clásicos. Bien sea porque se los han robado dentro de su educación formal o porque los vieron muy superficialmente en el colegio, y tienen estas ganas de seguir invirtiendo en su capital intelectual.

– Viene ensayado, además, en años anteriores en Guatemala.
La idea de traer el programa hasta aquí y montarlo surge de los debates que teníamos en clase con los alumnos. Pensaba, “esto es interesante para gente adulta también, para personas más mayores, de treinta, cuarenta, cincuenta años, o personas retiradas”. Y bueno, llevamos ya dos ediciones hechas con la Marroquín aquí en Madrid, y la verdad es que las dos han salido muy bien. Una de las cosas que tiene este programa es que se trata de algo muy mimado, con poquitos estudiantes, no más de quince por clase, para asegurarse de que pueda haber un diálogo entre los participantes, que surja ese entorno de confianza.

– Digamos que la experiencia en Guatemala ahora sirve para abrirlo al público en general, ¿es esa un poco la idea?
– Eso es. La inspiración es una iniciativa que hubo en la primera parte del siglo XX, que se llamaba Great Books of the Western World, organizado por la Universidad de Chicago, y luego hubo otras iniciativas que han intentado dar con esas grandes obras que consideran clásicas en distintas áreas: filosofía, historia, literatura, psicología y otras disciplinas. Quisimos adaptar eso a lo que estábamos haciendo en la Marroquín para todos los estudiantes. Y bueno, la idea tuvo una acogida fantástica.

– ¿Por qué en Estados Unidos el movimiento woke ha ido a por estos programas?
– Porque cuando alguien quiere imponerte una ideología, lo mejor que pueden hacer es arrebatarte los fundamentos de tu propia cultura, y decirte: “No, realmente la historia no es como te la han contado, es algo diferente, es una historia de opresión y de lucha de clases”. Ha sido muy interesante ver cómo la izquierda en Estados Unidos, sobre todo, ha intentado atacar estos programas, que en algunas de las mejores universidades americanas eran los más queridos por los alumnos. Y es es algo que, por ejemplo, yo no tuve en mi educación. Sí, claro, he leído libros importantes en el colegio, como el Quijote, la Odisea, y otros grandes libros, pero con quince años lees un resumen o a esa edad no puedes realmente asimilar todo lo que contiene un libro completo.

– En la época de mi padre en el instituto se leía el Quijote entero. Después, pasaron unos años, y era una selección de capítulos. Luego, pasaron más años y era solo un capítulo. Pasaron aun más años y era una selección de fragmentos. La próxima será solo conocer el título y una ilustración para colorear, ¿no?
-Así es, pero desde el lado opuesto uno podría decir: “Bueno, los tiempos han cambiado, quizás ya no es necesario”. Pero cuando vemos qué idea hay detrás de las reformas en la educación… Está claro que nos quieren hacer votantes más ignorantes, es todo más evidente. Uno lo entiende, ¿no?

– Hace pocos días, se publicaron los resultados de la Encuesta Mundial de Valores. Y claro, los análisis estamos viendo sugieren que cuando la sociedad se vuelve más próspera, tienden a ser más seculares. Y claro, al secularizarse, probablemente hay una necesidad que deja de satisfacerse a través de la religión, y que quizás se tiende a canalizarse con iniciativas como esta suya.
– Una persona religiosa nos diría que no (se ríe). Hay una necesidad de creernos trascendentes, aunque no esté en la lectura religiosa, puede estar a través de esto, de ser parte de una tradición, que aparece en los grandes libros, que por algo son clásicos. A veces, aunque se mencione un gran libro, la gente no se pone realmente a leer ese libro. Por ejemplo, se está hablando mucho de problemas en el poder judicial, la separación de poderes y siempre sale El espíritu de las leyes, de Montesquieu. Pero por los comentarios te das cuenta de que muchos de ellos ni siquiera lo han leído. Y cuando lees a Montesquieu y lees con atención como él describe los poderes, los climas, las gentes, sus costumbres… dices “qué maravilla”. Hay una anécdota de Maquiavelo, cuando ya está retirado en una casa rural y en una carta a un amigo le cuenta cómo son sus días, qué por la mañana sale al monte, que después pasa por la taberna, que habla con la gente… y que luego por fin llega a casa y se viste de la mejor manera, la más elegante, porque es cuando se sienta a leer a los clásicos. “Y en ese momento, no tengo miedo a la muerte, hablo con las grandes personas que han reflexionado sobre las cosas al más alto nivel y me siento comprendido con ellos, y entiendo que lo que ellos me están contando es lo que a mí realmente me hace feliz, estar en estas conversaciones con estos hombres”. Es decir, hace lo contrario que todos nosotros, que nos vestimos bien para ir a trabajar o salir a la calle y después en casa leemos en chándal.