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No hay plata (aplausos y vítores)

16 de enero de 2024
No hay plata
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¿Puede un gobernante permitirse anunciar recortes drásticos de gasto público y no solo no ser abucheado, sino vitoreado? Es el caso de Javier Milei en Argentina. ¿Estas multitudes han perdido la cabeza cuando aplauden el ya famoso “no hay plata”? Quizás no, sino que solo sea la prueba de que se puede incursionar en la política con determinadas ideas y que, aunque estas estén muy alejadas del marco habitual, tienen la capacidad de imponerse y resultar exitosas en la contienda electoral.
Lo que ha logrado Javier Milei en este tiempo es casi un milagro y buena parte de su éxito no podemos desvincularlo no solo de sus lecturas de Ayn Rand, sino de la aplicación de la doctrina randiana, tanto de manera explícita como implícita. En enero de 2018, cuando ni siquiera soñaba con iniciar la carrera política, Milei se mostraba ya partidario de iniciar “la rebelión de Atlas”, al afirmar que de un lado deberían estar “los defensores de la justicia social y los parásitos” y del otro “los que queremos vivir del fruto de nuestro trabajo”. Concluía, convencido, diciendo que “no importa qué parte del país nos den, la convertiríamos en un verdadero paraíso”.
Ya metido en la arena política, pese a que muchas de sus intervenciones estaban centradas en asuntos de raíz económica —Milei es economista de profesión—, no perdía oportunidad en sus apariciones públicas para reclamar la suya como una propuesta política de raíz moral, porque se apoya en valores. Aprovechaba así, muy a la manera randiana, para señalar a sus adversarios como basados en “valores inmundos”, como la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual frente a la ley, el robo y el asesinato. De ese conjunto de valores morales “nada bueno puede salir”, concluía.
En sus habituales clases al aire libre con las que fue sumando adeptos, Milei no buscaba conquistar a los asistentes tanto con cifras y porcentajes, sino con esta persuasiva manera de presentar sus ideas como mejores en términos morales. No se limitaba a decir que el capitalismo es un buen instrumento para generar riqueza o hacer crecer el PIB per cápita, sino que subrayaba que su mejor cualidad era que se trata de un sistema justo. Por eso diferencia a los empresarios prebendarios, los “empresaurios” que solo viven de negocios que se sustentan en su capacidad de influencia sobre los políticos que regulan su sector, de los verdaderos emprendedores, los grandes productores, los creadores, los industriales, los científicos que hacen avanzar el mundo, porque estos son los grandes benefactores de la humanidad. En el sistema actual, a estos últimos se los castiga a través de impuestos siempre crecientes, mientras que a los primeros se los premia a través de concesiones administrativas y legislaciones que limitan la competencia.
Cuando Ayn Rand publica La rebelión de Atlas en la década de 1950, presenta un escenario de un país al borde del colapso económico, donde los ciudadanos productivos e innovadores son explotados para sostener a aquellos que no trabajan ni producen. Como sabemos, la narración plantea la pregunta de qué sucedería si un día estos individuos decidieran dejar de cargar con el peso del estado sobre sus hombros, similar a la figura de Atlas cansado de llevar el mundo en sus espaldas. ¿No es esta la poderosa metáfora de que se ha servido Javier Milei para llegar tan amplio público? A diferencia de países como Estados Unidos, donde la de Ayn Rand es una obra ficticia, en Argentina, esta historia parece reflejar una realidad palpable, la del estancamiento y retroceso de décadas.
La conversión que Milei ha logrado en parte del pueblo argentino (la parte que produce, con independencia de su nivel de ingresos) podemos asemejarla a la conversión que Ayn Rand ha logrado de miles o millones de personas en todo el mundo a través de su obra literaria. Su constante apelación a los espíritus dormidos de la sociedad se sintetiza en su muy randiana frase “Yo no vengo a guiar corderos, vengo a despertar leones”. Si vemos a Ayn Rand como un ejemplo de filósofa popular, al mantenerse como una figura influyente cuyas ideas continúan inspirando y desafiando las percepciones convencionales sobre la vida, la moralidad y la libertad individual, no podemos evitar reconocer a Javier Milei como uno de sus más notables epígonos.